Eduardo Aznar Martínez



          Eduardo Aznar Martínez, es licenciado en Antropología Social y Cultural (Universidad de Deusto), y en Geografía e Historia (U.N.E.D.).
 
     Para contactar con Eduardo: insilur@yahoo.es

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    LAS GLOSAS EMILIANENSES EN EUSKERA:
                               UN PROBLEMA RESOLUBLE.


     En el presente artículo, publicado inicialmente en la revista “Idiomas” de la Escuela Oficial de Idiomas de Soria del año 2004, el autor realiza un repaso a los estudios de los últimos años acerca de las glosas emilianenses en lengua vasca, constatándose que su significado preciso todavía sigue siendo un gran enigma para la investigación. Para tratar de salir del problema se inicia una nueva vía de análisis, y se propone una posible traducción de ambas frases, señalándose que para alcanzar la interpretación exacta es indispensable prestar gran atención a los peculiares signos gráficos que aparecen por todo el documento, así como a la estructura sintáctico-gramatical del euskera medieval.

Introducción

     Uno de los motivos que me han llevado a escribir este artículo, ha sido la gran sorpresa que produce el hecho de que aún hoy en día no parezca haber una traducción exacta y segura de las conocidas como «Glosas Emilianenses» en vascuence, a pesar de que bien pudiera afirmarse que las dos frases son uno de los temas más veces estudiados de la historia de la filología vasca.
     De hecho, en una reciente publicación (1) que resume con precisión el estado actual de los estudios en torno a la lengua vasca, se afirma literalmente que «Pese a que vienen rodeadas del texto latino que intentan aclarar (...), todavía nadie ha llegado a entender bien el significado de esas dos misteriosas frasecitas».
     Creo no obstante que el problema no es tan «imposible» como parece a simple vista, y que es factible aportar una teoría que tendría ciertos visos de realidad. Para ello es necesario contextualizar el origen de estas inscripciones, y dar un repaso detallado a lo que ha sido la investigación sobre ellas.


ORIGEN E INVESTIGACIONES


     Hace ya más de un siglo que se sabe de la existencia de un códice, proveniente del viejo monasterio de San Millán de la Cogolla en La Rioja, con una serie de anotaciones y apuntes denominadas «glosas», las cuales -sobre un texto latino de mayor importancia- están escritas mayoritariamente en un incipiente romance, que gran parte de los investigadores ha solido considerar como las primeras señales del idioma castellano, mientras que otro grupo más minoritario pero no peor armado técnicamente, pretende que corresponden al romance navarro-aragonés, el cual también estuvo presente en La Rioja antigua.
     Tales anotaciones las realizaban los monjes para ayudarse a entender el texto latino, puesto que cuando fueron escritas (hacia los siglos X ó XI d.C.) se había perdido ya la lengua culta desde hacía mucho, y la mayor parte de la población hablaba lenguas románicas antepasadas de los idiomas modernos como el castellano, el gallego, el catalán, etc...
     No obstante, lo que nos interesa para este estudio, es el hecho de que sobre los folios denominados 67v y 68v, aparecen entremezcladas con las glosas romances dos frases en un idioma que sin ninguna duda es vascuence o «euskera» antiguo. (fig.1)
     Pero lo que parecía en un primer momento relativamente fácil de traducir, pues en teoría corresponden en su sentido al texto del sermón latino que comentan, se ha convertido en una especie de nudo enrevesado de la filología, que nadie parece haber desatado con total seguridad.
     La primera gran publicación de estas glosas, realizada por un buen especialista en el tema, y que buscó el apoyo de varios filólogos vascos, fue la realizada en 1926 por Menéndez Pidal (2). Éste, asociando la segunda frase a la glosa romance «nos non kaigamus» (=no nos caigamos), pensó que había que transcribirla como «guec cayutu ez dugu», con un participio «cayutu»= “caído”, de tipo latino.
     Tal teoría fue ya desde el principio rechazada, por autores como J. de Urquijo (1933) 3, C. de Echegaray (consultado personalmente por Pidal en 1916), o P. Lafitte (1933) 4. Todos ellos consideraron que la lectura correcta era «guec ajutu...», y no «cayutu» ni nada parecido.
     En cuanto a la otra glosa, Menéndez Pidal la relacionó con el vizcaino «izio», que quiere decir “encender un fuego”, mientras que un colaborador suyo, Eustaquio de Ugarte, pensó que «izioki dugu» quería decir “nosotros lo hemos ardientemente”. Con el paso de los años otros autores como Policarpo de Iráizoz (1951) 5, L. Michelena (1964) 6, o A. Irigoyen (1975 y 1988) 7, se han ocupado del tema, y aportado teorías. De hecho, estos tres autores se aproximan mucho en el significado que le dan a «guec ajutu...», aunque ninguno parece traducir con claridad la otra glosa, la del «izioki dugu».
     A fin de que veamos todo esto con más claridad, vayamos directamente a los textos, y repasemos en detalle todos los datos disponibles.

LAS GLOSAS EN SI MISMAS


     Las glosas se hallan anotadas en ambos casos en el margen izquierdo de los folios 67v y 68v del manuscrito nº 60 del monasterio de S. Millán, siendo el tema de este manuscrito un sermón, y estando redactadas tanto las glosas como el texto dominante en letra visigótica. En concreto, veamos a continuación parte del discurso latino:

     «INCIPIUNT SERMONES COTIDIANI BEATI AGUSTINI
     (67v) Gaudeamus fratres karissimi et Deo gratias agimus, quia uos, secundum desideria nostra, jncolomes inueniri mêruimur. Et uere fratres juste et merito pater gaudet quotiens filios suos et corpore sanos et Deo deuotos jnuenerit; (…)
     (68v) Si uero, quod Deus non patiatur et mala opera exercimus et plus pro carnis luxuria quam pro salute anime laboramus, timeo ne quando boni cristiani cum angelis acceperint uitam eternam nos, quod absit, precipitemur, jngeena. Non nobis sufficit quod christianum nomen accepimus si opera christiana non facimus...»

     Lo cual, haciendo una traducción libre -si se hiciera literal no se entendería bien el sentido, debido a lo relativamente desordenado del latín medieval-, quiere decir en castellano moderno:

     «Aqui comienzan los sermones diarios del beato Agustín. Hermanos queridísimos, nos alegramos (8) y damos gracias a Dios, porque vosotros, según nuestros deseos, hemos merecido encontrarnos sin daño alguno. Y verdaderamente, hermanos, justa y naturalmente el Padre se alegra por cuántos hijos suyos y corporalmente sanos y devotos a Dios encontró.(...)
     Verdaderamente, si realizamos malas obras y lo que Dios no permite, y trabajamos más por la lujuria de la carne que para la salud del alma, temo que -Dios no lo quiera- cuando los buenos cristianos accedan con los ángeles a la vida eterna, seamos precipitados al infierno. No nos es bastante con adoptar el nombre de cristianos, si a la vez no hacemos obras cristianas...»


     A la izquierda de este texto, es donde aparecen las célebres glosas. La primera se lee claramente, y presenta una especie de acento circunflejo sobre la primera palabra. La segunda se halla sumamente deteriorada, pero aún es posible leerla perfectamente.(Fig.l)

    

      Teniendo en cuenta que el signo «q» es una abreviatura de «qui», la transcripción exacta de las dos glosas sería: «Içioqui dugu», «Guec ajutu eç dugu», lo que adaptado a la ortografía moderna del vascuence sería: «Izioki dugu» y «Guek aiutu ez dugu». Para entender su significado exacto lo mejor es comenzar por la primera de ellas, que es con mucho la más compleja y que más problemas ha causado a los investigadores, dejando la otra para el final, pues como veremos enseguida saldrá muy fácilmente.

 LA TRADUCCIÓN


     En la transcripción del texto latino que acabo de realizar he marcado un acento circunflejo sobre la «e» de «mêruimur», porque en efecto así sucede también en el manuscrito original. Esta señal ha sido sin ninguna duda el principal motivo por el cual nunca se ha precisado claramente el valor de «Izioki dugu». En efecto, cuando los monjes que leían estos manuscritos en lengua latina realizaban sus comentarios y glosas, solían marcar las palabras o expresiones que no entendían con alguna raya, acento o señal, que luego se repetía a un lado del texto, sobre la traducción al romance o al vascuence del pasaje de difícil interpretación.
     Así, el circunflejo que aparece sobre «mêruimur», tiene una correspondencia exacta con el que surge sobre el «Izioki», por lo cual, lógico sería afirmar -y de hecho así se ha pensado siempre sin plantearse dudas-, que la glosa en euskera traduce la idea del latino «meruimur» = “merecimos, o lo hemos merecido”.
     Sin embargo, existen graves obstáculos para poder armonizar al «Izioki dugu» con la más mínima expresión dentro de la lengua vasca, moderna o antigua, que se refiera a la idea de “merecer algo”.
     Michelena, en su análisis al respecto, intentó asociarlo a verbos arcaicos (s. XVI) como «itzeuki» = «considerar, estimar», u otro como «itzeradoki» = “obligar o llevar a mantenerse en la palabra dada 9”.
     Pero al margen de las muchas discusiones que se podrían aportar sobre el tema, lo cierto es que es muy difícil asociarlos con ideas de merecimiento. Por ello, cuando un camino de investigación no da resultado, no queda más solución que tratar de buscar otro nuevo que produzca mejores frutos.

     De base, se pueden dar dos cosas por seguras:
: al ser «dugu» una flexión verbal hoy en día en pleno uso con el significado de “lo hemos” o “lo tenemos”, encontramos en      él un punto seguro, con el que coinciden sin dudarlo todos los investigadores.
: a «Izioki» se le han intentado buscar muchos significados, pero creo firmemente que es exactamente la misma palabra que      el actual «ixioki / isioki» del dialecto vizcaino, que posee el sentido de “incentivo” o “material que sirve para encender un      fuego”, una palabra que se ha originado claramente del verbo «izio / ixiotu», que quiere decir “prender un fuego”, y del      sufijo «-ki», que en este caso significa materia o cosa.

     Teniendo en cuenta estos dos puntos firmes, planteemos una pregunta: ¿verdaderamente todas las anotaciones o marcas realizadas sobre las palabras del gran texto latino, son «llamadas» para indicar que al margen del pergamino se realiza una traducción o comentario del pasaje? El análisis del original nos dice que en efecto, no siempre se hace una transcripción literal de la frase.
     Sobre el sermón, a la par que pequeñas marcas que sirven para señalar la equivalencia en la lengua romance viva anotada a un lado del texto, aparecen infinidad de pequeñas abreviaturas y palabras -a veces tan solo letras sueltas-, que fueron insertadas para conseguir una mejor comprensión del discurso; no para realizar una traducción exacta.
     Así por ejemplo, dentro de la gran “G” de «Gaudeamus» (Fig. 2), aparece un diminuto «nos» (= nosotros), que aunque no era necesario ni es parte de la versión original del texto latino, permitía a los monjes que lo leían y que ya no entendían bien el original en latín, no tener dudas de que «Gaudeamus» era una flexión de primera persona plural y no otra cosa.

     Anotaciones de este tipo aparecen a decenas, pudiéndose encontrar ejemplos muy repetidos como este mismo «nos», u otros como «domino», «qui», «est» o «dominus est», que contextualizan cada una de las expresiones del texto original.
     Pienso que «Izioki dugu» es otra frase de este mismo tipo, que por ser demasiado larga para escribirla sobre el original, se ha anotado a un margen, y que por tanto no es una traducción exacta de «meruimur», sino una expresión que daba a ojos del monje que escribió la glosa un sentido pleno a lo que acababa de leer. Una glosa que a la vez -y sin que sea contradictorio con esta primera idea- también es traducción exacta de otra parte del mismo texto.
     He utilizado esa expresión de «a ojos del monje», porque encierra una noción de gran importancia para salir de este nudo lingüístico, pues fue precisamente la forma, la manera de construir el orden de las palabras en la frase la que hizo que el «Izioki dugu» se colocase sobre «meruimur», y no sobre «Gaudeamus», que es a lo que verdaderamente corresponde.
     En muchas ocasiones, se ha calificado de una forma muy gráfica que el euskera es respecto al castellano y otras lenguas latinas una lengua «zurda»10 o «especular» -sin que tengan estas palabras ninguna connotación negativa-, puesto que el orden de colocación de las palabras en la frase suele ser casi siempre inverso al del castellano.

     Por otra parte, el vascuence tiene desde hace siglos un sistema extraordinariamente productivo de crear nuevas expresiones a través de la unión de un sustantivo o adjetivo con un verbo adecuado.
     Así, encontramos formas como «nahi dugu» , «atsegin dugu», «maite dugu» , «behar dugu» , formados respectivamente por «nahi» = “deseo”; «atsegin» = “placer, gusto”; «maite» = “amor, cariño”; «behar» = “necesidad u obligación”; y la flexión verbal «dugu» = “lo tenemos”, traduciéndose todo ello por “queremos”, “nos gusta”, “lo amamos”, “lo necesitamos”, (literalmente “tenemos deseo”, “tenemos placer”, “tenemos amor”, “tenemos necesidad”, etc...)
     Por todo ello, una expresión como «Izioki dugu» tiene que corresponder por fuerza a una construcción muy similar. «Izioki» quiere decir “incentivo”, “materia inflamadora”, luego no sería exagerado pensar que -como sucede paralelamente en todas las lenguas del mundo en tantos y tantos ejemplos de otras palabras y expresiones-, en un momento muy antiguo su significado se hubiese extendido metafóricamente, pudiendo haberse utilizado con la idea de algo que “anima” o “estimula” a una persona. Digamos que “encendería” el “fuego interno” o alma de alguien, correspondiendo muy bien a una idea de excitación o alegría.
     Existen datos muy fiables de que tal extensión metafórica se realizó en ese sentido, al menos en el dialecto vizcaino, pues se documenta en alguna comarca de esta área la palabra «irisigi / irizigi» con el sentido de sentirse “alegre” o “satisfecho”.
     Dado que tal término es un claro derivado -en concreto un “factitivo” del verbo «izigi / itzeki / izio», el mismo que dio lugar al sustantivo «izioki»-, parece demostrada esta teoría.
     A todo ello añadamos la existencia en varios dialectos de palabras como «izi / izu / uzi / uzu», que expresan la idea de “miedo”, “susto”, “ansiedad”, “anhelo”, y que morfológicamente tienen un casi seguro origen en la misma raíz verbal. Raíz también presente en elementos como «bizi» = “vivo”, o «piztu / biztu» = “encender, animar”, «bizkor» = “vital”, etc.
     Parece pues que la extensión de la idea de “arder / encender” hacia sentimientos humanos fue muy habitual en el pasado, de un modo similar a lo que sucede con el castellano “enardecerse-enardecido”, en el que una idea originaria de incendio se deriva un concepto enteramente espiritual.
     De tal manera, «Izioki dugu» vendría a querer decir “nos alegramos” (literalmente “lo tenemos como incentivo, como inflamante”), correspondiendo muy apropiadamente a «Gaudeamus» -que en latín tiene este mismo sentido-, y no a «meruimur». Ahora bien, teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de que las frases en euskera se componen exactamente al revés que en castellano o su antepasado el latín, ¿cómo construiríamos una frase del tipo de “nos alegramos de que merecimos tal cosa u otra”?
     Tomando para la idea de “merecer” el verbo actual «irabazi», que tiene exactamente el mismo doble sentido (11) del verbo latino «mereo(r)», de “ganar” y “merecer”, tal frase vendría a ser algo así como «irabazi izioki dugu», o forzando aún más la estructura «irabazi genegielako izioki dugu» (12). Es decir, literalmente “merecer aliciente tenemos”, o “porque merecimos tal cosa, aliciente tenemos” = “nos alegramos de merecer, nos alegramos de que merecimos hallarnos de tal manera”.
     En ambos casos, si aplicamos tajantemente las reglas de gramática vasca (13), «izioki dugu» va siempre detrás de la idea de “merecer”.

     Aquí es donde se explica por qué el circunflejo está sobre «meruimur», cuando quizás debiera estar sobre «Gaudeamus»: el glosador pensaba en euskera, y puso la frase en ese punto porque para su mente, para su forma de entender el orden de las palabras, la frase que es inicio del texto latino, tenía que ir al final.
     Hablando en términos técnicos: «meruimur» es el verbo que compone una oración «subordinada causal» de «Gaudeamus». O lo que es lo mismo: nos indica la causa por la cual el escritor se siente alegre. Ambas flexiones verbales se hallan en una íntima relación de dependencia, unidas en el texto latino por la conjunción «quia» = “que, porque”. Así, era lógico que el monje colocase la señal del «Izioki dugu» sobre «meruimur», porque en efecto existe una profunda ligazón entre ambas ideas.
     Por tanto, lo que hizo el glosador fue a la vez aclarar el contexto de la frase -tal y como ocurre con la gran cantidad de pequeñas anotaciones sobre el sermón-, aplicándole el orden de su lengua natal, y a la par traducir el «Gaudeamus» -igual que sucede con las glosas anotadas a un lado-.
     En cuanto a la otra glosa, «Guek aiutu ez dugu» , su estructura coincide por completo con la otra. «Guek» es una forma del pronombre de primera persona plural “nosotros”, atestiguada tanto en el dialecto vizcaino-alavés de Zigoitia, como en el recientemente descubierto manuscrito del alavés Lazárraga (s.XVI), donde se encuentran frases tan curiosas como «yc jaquingo doc eçe guec goaçela dueroco Riberara», “tú has de saber que nosotros vamos a la ribera del Duero”. «Aiutu» es una palabra vizcaina que expresa la idea de “adecuado”, “ajustado”, “apto”, “afilado”, lo cual unido al «ez» que no es otra que la negación, nos permite asegurar con gran fiabilidad que esta segunda glosa corresponde al «non nobis sufficit» = “a nosotros no nos es bastante, no basta, no nos es adecuado”.
     En este caso no tenemos ni sobre el «non nobis...» ni sobre el «Guek...» ningún acento ni marca que nos establezca directamente que la glosa es traducción de esa frase, pero la gran claridad de la expresión en euskera, junto al hecho de que aparezca en el texto a una altura muy similar a la que el «Izioki...» lo está de «meruimur», nos permite dar por segura esta relación.

     Fue Policarpo de Iráizoz (14) quien primero se dio cuenta de la identidad entre el «non nobis...» y el «Guek aiutu...», que supo explicar correctamente, teoría a la que años después se adhirieron Michelena e Irigoyen.
     Resulta por tanto que las dos frases mantienen una idéntica estructura gramatical, a pesar de que en el texto latino las expresiones originales son por completo diferentes en cuanto a su forma.
     Todo esto nos revela que en aquella época (s.X-XI), tal sistema de construcción de frases de sustantivo más flexión verbal se hallaba en su punto álgido, con una intensidad de uso muy superior a la actual. Incluso se puede afirmar que era una de las estructuras fundamentales del habla cotidiana, junto a la clásica perífrasis de “participio verbal + flexión auxiliar”, que es la que ha dominado en los últimos siglos de historia documentada del euskera.
     De hecho, a pesar de su brevedad, podemos incluso precisar que estas glosas pertenecían a un tipo de dialecto «vizcainoide», entendiendo por este término no que su autor hubiese venido de Vizcaya, sino más bien que el dialecto vizcaino moderno es el último superviviente de un conjunto de hablas íntimamente emparentadas, que en la Edad Media se extendían por un área muy amplia que abarcaba zonas como Álava, Rioja, regiones de Burgos y Cantabria, etc...
     Pero el análisis de los muchos datos que existen al respecto, que nos hacen pensar que tal extensión viene de muy antiguo, y que la presencia del euskera en La Rioja no fue consecuencia de simples repoblaciones medievales, es ya un tema que excede a las intenciones de este artículo.


CONCLUSIONES


Para finalizar podemos señalar una serie de ideas básicas:
   1- Las conocidas como “Glosas Emilianenses” en euskera, son dos frases que traducen el texto latino de un viejo sermón, y que corresponden a «Gaudeamus» y a «non nobis sufficit», habiéndose colocado la marca correspondiente a «Izioki dugu» sobre la expresión «meruimur», en vez de encima del propio «Gaudeamus», porque la sintaxis vasca que tenía el glosador en su mente, le obligaba a colocar tal frase al final, exactamente después del concepto expresado por «meruimur».
   2-Ambas se componen de una perífrasis formada por “sustantivo / adjetivo” -la diferencia entre ambos conceptos siempre ha sido muy escasa en vascuence- más una flexión verbal de primera persona de plural en presente simple. Tal estructura quizás fuera en los s.X-XI incluso más abundante que la fundamental hoy en día de “participio verbal + flexión auxiliar”.
   3-Son las primeras frases en euskera moderno halladas hasta el momento, y se las puede asignar claramente a un área dialectal «vizcainoide», por lo que el glosador era seguramente originario de algún lugar próximo al monasterio.

* * *


1.   Núñez Astrain, Luis: El euskera arcaico. Extensión y parentescos. Pg. 50. Ed. Txalaparta. Tafalla 2004.
2.   Menéndez Pidal, Ramón: Orígenes del español. Madrid, 1926.
3.   De Urquijo, Julio: “Les vieux textes basques”, en “Gure Herria”, XIII, 1933.
4.   Lafitte, Pierre: “Autour d'une glose basque du Xème siécle”. En “Gure Herria”, XIII, 1933.
5.   De Iráizoz, Policarpo: “Las palabras vascas en las Glosas Emilianenses”. BRS VAP, VII, 1951.
6.   Michelena, Luis: Textos arcaicos vascos. Ed Minotauro. Madrid, 1964.
7.  Irigoyen, Alfonso: “Done Miliaga Kukullakoa eta euskara”. Euskera XX, 1975. Junto a éste señalemos también su artículo “Las Glosas      Emilianenses y la lengua vasca”. FLV nº51, 1988. Estos dos textos quizás sean los mejores estudios realizados hasta el momento sobre el      tema.
8.  Aunque la flexión latina sería de presente de subjuntivo según las normas del latín clásico, el texto muestra muchas alteraciones ortográficas y morfológicas, por lo que Gaudeamus podría ser un verbo cambiado desde la segunda a la primera conjugación por influencia del naciente castellano gozamos < gozar.
9.  Ambos aparecen en las obras de Leizarraga (1571): «moldezcoago itzeuquiz» = “considerándolo más adecuado” (pg. 1206 según la edición       facsímil de Euskaltzaindia de 1990). «Eztu deus galdeguiten, gu eguitera itzeradoqui ezgarenic» = “no nos requiere nada, a lo que no se nos       haya hecho dar la palabra -o mantenernos a la palabra dada- de hacer” (pg. 1326).
10.  Núñez Astrain, Luis: op. cit. 1, pg. 309.
11. O por lo menos lo ha tenido junto a su variante «ibazi» en algunos textos. En este caso el contexto permite ese doble sentido, pues en        efecto el hecho de hallarse “sanos y salvos” se consiguió, luego además de ser merecido fue obtenido y ganado por la fe de los monjes.
12.  Para el primer ejemplo sigo el modelo de expresiones modernas como «ikusi nahi dugu» = “queremos verlo”, mientras que para el segundo        caso hago ya una traducción literal del «Gaudeamus (...) quia (...) meruimur», tomando una flexión verbal auxiliar como «genegielako», que        por lo menos al final de la Edad Media tuvo el valor de “preterito perfecto”o “aoristo” en el dialecto vizcaino, paralelamente a        construcciones como “genezalako” de otros dialectos. De hecho, como la fecha de realización de las glosas es muy antigua (s.X-XI),        podríamos hacer una reconstrucción aún más atrevida, y ?tal y como se debió realizar en aquellos tiempos? conjugar como verbo sintético        el «irabazi», con lo cual nos quedaría algo así:

         GAUDEAMUS QUIA MERUIMUR
                      1                 2                3
         GINIRABAZA-LAKO IZIOKI DUGU
                     3                  2                 1

       De esta forma., nos quedan las dos estructuras, la latina y la vasca puestas frente a frente, apareciendo el «izioki dugu» bajo «meruimur»,        con lo que queda muy evidente el porqué del circunflejo en ese punto.
13.   O por lo menos las vigentes en el s. X. Pensemos que la otra glosa, la del «Guek...», a pesar de ser negativa respeta al detalle la estructura        de frase SOV típica del euskera antiguo, fenómeno que hoy en día ha desaparecido en los dialectos modernos, en los que el «ez» sería el        que aparecería en primer lugar. Nótese que también en el anterior caso que hemos comparado con el latín se sigue la estructura SOV,        adaptada a una oración subordinada.
14.  De Iráizoz, Policarpo: op. cit. 5.

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El término «Errioxa», y su presencia en la lengua y literatura vasca
Eduardo Aznar Martínez

     «Errioxa» es el término más utilizado en la actualidad entre los hablantes de euskera para denominar a La Rioja, pudiéndose afirmar con seguridad que ha surgido como una simple adaptación fonética del mismo nombre castellano «Rioja».      El motivo principal de que se haya producido esta variante, no es otro que el hecho de que las leyes fonéticas de la lengua vasca no permiten comenzar nunca palabras por una «R-» inicial, y de tal manera, para asimilar cualquier término de otros idiomas que empiece por esta consonante, se suelen añadir las vocales A- / E- delante de la «R-». Por otra parte, al igual que sucede con el gallego o el aragonés, el euskera no ha integrado en su sistema de sonidos la «J» castellana, y por eso suele adaptar las palabras que presentan este sonido con una «X».
     Es precisamente gracias a este detalle por el que se comprueba que el término «Errioxa» debe de ser de formación relativamente reciente (quizás no vaya mucho más atrás del siglo XVIII), ya que si se hubiese adoptado en época medieval, el resultado habría sido más bien algo así como «*Errioia» o acaso «*Arrioia», pues la vasca es una lengua muy conservadora, y parece razonable pensar que habría mantenido la «-I-» intervocálica sin haberla hecho evolucionar hasta una «-X-». No obstante, de haberse producido la necesidad de crear un nombre íntegramente euskérico para la zona -es decir, no una mera adaptación de otro ya existente, sino un término surgido plenamente del genio de la lengua-, éste habría sido algo así como «Oia-herri» = “País del Oja”.

     Parece ser que lo más antiguo que se puede documentar «Errioxa» en la literatura vasca es en los años de cambio entre los siglos XVIII y XIX, aunque en ese momento aparece más bien bajo la variante intermedia «Errioja». No sería imposible de todas formas que un repaso más detallado aportase una cita más antigua. Ciertamente, es razonable pensar que la carencia de referencias anteriores en el tiempo se debe más bien al hecho de que en los siglos XVI-XVII -punto de partida para la literatura moderna en esta lengua- la mayor parte de los escritores eran originarios de la región vasco-francesa, y para ellos La Rioja era un territorio más bien desconocido, y desde luego sumamente distante de su ámbito geográfico y social habitual. Sólo a partir del siglo XVIII empezó a aflorar una literatura en euskera de cierta entidad entre los escritores de Vizcaya y Guipúzcoa, los únicos de los que por su mayor cercanía a la región se podía esperar que realizasen citas de este término.
     Curiosamente, en algunos autores profundamente implicados en los esfuerzos por mantener vivo el euskera y conservar las tradiciones del país, se trasluce a veces una relativa “antipatía” hacia la tierra riojana, a la que se le acusa del empobrecimiento del mundo rural vasco, debido a su producción masiva de vinos. Véase sino lo que decía un autor vizcaíno como Juan Antonio Moguel (1745 - 1804), en su célebre Peru Abarka, escrito hacia 1802:

     ¡Oh zorigaistoco ardanteguijac! Eta ¡ceimbat calte eguiten dozuben! Bizcairic gueijenac erriojara darua dabena ta ez dabena.
     ¡Oh malditas tabernas! Y ¡cuánto daño hacéis! La mayor parte de Vizcaya entrega a La Rioja lo que tiene y lo que no tiene.

     Paradojas de la vida, este escritor, uno de los mejores de todos los tiempos en lengua vasca, descendía por vía paterna nada más y nada menos que de la localidad de Alfaro, donde se encuentra el origen del apellido «Moguel».                                                                                                                      
         Foto:euskonews.com

     Ha sido no obstante en el siglo XX cuando verdaderamente se ha generalizado el término «Errioxa», pues todavía en escritores y poetas del XIX como el célebre José Mª Iparraguirre (1820-1881), aparece la forma «Rioja» tal cual. Fijémonos sino en la célebre canción de bebedores que compuso para celebrar la secular amistad riojano-navarra:

                   Biba Rioja, biba Naparra,               Viva Rioja, viva Navarra,
                    arkume onaren iztarra,                  con buena pierna de cordero,
                  emen guztiok anaiak gera                 aquí todos somos hermanos
                    ustu dezagun pitxarra.                         vaciemos el jarro.


     En contraste con esta visión tan optimista de las buenas relaciones entre navarros y riojanos, no es difícil encontrar en algún otro autor muy reconocido una cierta actitud de “distancia” hacia la tierra riojana, a la cual se ha tendido a considerar como una región más de Castilla, y por tanto ajena al mundo vasco. Sin ir más lejos, el célebre escritor de comienzos del XX, Evaristo Bustinza “Kirikiño”(1866-1929), ambientó en un pequeño pueblecito de La Rioja uno de sus cuentos recopilados bajo el título de “Abarrak”, en el que se narra la gran alegría que experimentaron dos hombres vascos al encontrarse en un lugar como aquél, que para ellos era literalmente “el extranjero”…
Foto: armiarma.com
     Señalemos también que dado que en euskera existe el término «(h)erri» con el significado de “pueblo” o “territorio”, se ha extendido mucho a nivel popular -y también entre ciertos intelectuales vascos-, la creencia de que «Errioxa» es precisamente el nombre originario de La Rioja, y que la palabra derivaría de «erri» más otro componente no muy claro, que ha dado lugar a muchas discusiones, pero que algunos piensan que podría estar relacionado acaso con (h)otza = “frío”. Por supuesto, esta clase de etimologías son totalmente incorrectas, ya que como hemos señalado al principio, «Errioxa» no es más que una mera adaptación reciente del término castellano «Rioja».

     Curiosamente, aunque «Errioxa» es un vocablo plenamente asentado en la lengua hablada y escrita actual, el «OROTARIKO EUSKAL HIZTEGIA» (“Diccionario General Vasco”), que es el gran diccionario de autoridades editado por la Academia de la Lengua Vasca, en el que se supone que se han recopilado todos los términos del vocabulario vasco conocidos, no se recoge esta denominación, aunque sí su derivado gentilicial «erriojatar / errioxatar» = “riojano”. Desconocemos el porqué de esta llamativa ausencia.
     Lo que sí es posible es que en efecto, el nombre del famoso río Oja, del cual ha surgido el que presenta todo el territorio, sea de origen euskérico, pues podría estar relacionado con términos vascos como «oi» = “encía”, que en toponimia puede presentar también el significado de “hondonada fluvial”, existiendo variantes relacionadas etimológicamente como «oiada» = “encañada, barranquillo”, «ohe / oia» (vizc.-guipuz.) = “cama, lecho de un río”, «(h)obi» = “fosa, hueco, encía”, etc… Así pues, el caso del «Oja» no sería sino lo que se suele denominar una “tautología” (repetición de un mismo concepto en dos lenguas diferentes dentro de un solo topónimo, en este caso transcribiríamos este nombre como “río de río”).

     Parece razonable pensar que la tierra riojana recibió esta denominación debido sobre todo a que la Reconquista cristiana -movimiento político-militar del que han surgido las provincias y territorios actuales de España-, se produjo en la zona principalmente de oeste a este, extendiéndose el nombre del primer valle perteneciente a los cristianos al resto de valles fluviales de características naturales similares que fueron conquistando, como el Najerilla, el Iregua, el Leza, o el Cidacos, hasta detenerse ya en el del Alhama-Linares, al toparse las gentes riojano-castellanas con el área de reconquista navarro-aragonesa.
 
      Posteriormente, a pesar de todos los trastornos históricos y las sucesivas dominaciones, no se perdió del todo el uso del euskera, hasta el punto de que logró sobrevivir a la desaparición de los dialectos celtibéricos, llegando a alcanzar como lengua viva los albores de la Edad Moderna, tal vez porque la élite celta fue una minoría rápidamente absorbida por la romanización, mientras que los riojanos vascófonos serían un conjunto mucho más numeroso, “protegido” en cierto modo por su modo de vida más vinculado al espacio rural, y a una economía predominantemente agro-ganadera.

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