David
Peterson (Cardiff, Reino Unido, 1966). Se licenció
en Historia por la Universidad de Oxford. Actualmente está
terminando sus estudios de doctorado en la Universidad de Burgos
sobre la formación de fronteras en el Alto Ebro durante
el periodo de transición entre la Tardoantigüedad
y la Edad Media, con especial hincapié en los diversos
sustratos etno-lingüísticos que caracterizan y marcan
la región. En 2003 obtuvo el grado de Suficiencia Investigadora
con el proyecto de investigación "El Valle de
San Vicente en la Alta y Plena Edad
Media". Autor de diversos artículos, entre ellos
"Primeras referencias a Guipúzcoa",
"De Divisione Regno: poder magnaticio en la Sierra de
la Demanda en el siglo XI", ha sido coordinador y organizador
de las primeras tres ediciones (2003-2005) de Ciclos de Conferencias
del Alto Tirón.
Reparte su tiempo entre Durango (Vizcaya) y Fresneda de la Sierra
(Burgos).
Fotos: 1. Junto a la Iglesia de Valgañón
y 2. con Ramón García, J.L. Agustín Tello
que acababa de dar una charla sobre “Usos y costumbres de
Valgañón en el siglo XVII” y Carlos Muntión,
en la plaza de Valgañón, lugar donde se celebraba
la “Feria de Altura” el domingo, 21 de octubre de
2007.
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LA
SIERRA DE LA DEMANDA EN LA ALTA EDAD MEDIA.
El Valle de San Vicente (ss. VIII-XII).
IER-Logroño.2005
INTRODUCCIÓN
Este estudio nace tras la
observación de desubicación de trece escuetos documentos
del Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla que habían
sido descolocados de su contexto espacial. Percibimos que estos
documentos, todos ellos productos de mediados del siglo XI, no
hacían referencia a los alrededores de Nájera, en
La Rioja, sino a un alto valle de la Sierra de la Demanda: el
Valle de San Vicente. Las zonas montaraces han recibido
habitualmente menor atención historiográfica que
sus vecinas llaneras, aunque se ha especulado siempre con la posibilidad
de que en ellas se hubiesen preservado las formas sociales arcaicas
durante un periodo temporal más amplio que en aquellos
espacios más expuestos a aires renovadores. La existencia
de otra corroboradora documentación referente al mismo
escenario impulsó la idea de que este espacio sería
un interesante objeto de estudio y análisis a escala micro-regional.
Las monografías altomedievales se suelen escindir en dos
tipologías bien definidas. aquéllas que se conforman
en torno a un corpus documental y las que circunscriben su análisis
a un espacio determinado. La nuestra es híbrida en su naturaleza
y presentación, pues se gesta a partir del análisis
de un (exiguo) corpus documental y da paso a un estudio delimitado
esencialmente en términos espaciales.
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Un
libro sobre la valle de San Vicente analiza la población
en la Demanda.
David Peterson encuentra numerosos paralelismos con los valles
riojanos.
Artículo de prensa: La Rioja, miércoles, 16-11-2005
Foto: Ermita en las
afueras de San Vicente
El conjunto de la Sierra de la
Demanda es un espacio desconocido pero con gran protagonismo en
la historia. Y el valle de San Vicente, en la cuenca del alto
Tirón, el más riojano de todos los valles burgaleses,
singularísimo por su aislamiento en una zona fronteriza
y con implicaiones directas en valles parecidos como el Oja o
los propios Cameros.
David Peterson (Cardiff, 1966),
Pais de Gales, licenciado en Historia, presentó ayer en
Logroño de la mano de IER el libro
El valle de San
Vicente en la Alta y plena Edad Media, un avance de su inminente
tesis doctoral.
Frontera y Lengua en el Alto Ebro (Siglos
VIII-XII).
Como dijo Juan José
García González, catedrático de Historia
Medieval en Burgos, director de la tesis, "es un libro novedoso
por su temática, original por su planteamiento, complejo
por su contenido y ejemplar por su perspectiva".
La publicación analiza
un valle de montaña de la cordillera Ibérica, de
la mítica Demanda entre los siglos VIII y XI. Analiza la
población rural de la zona en sus aspectos habituales (economía,
sociedad, religiosidad) y se atreve con capítulos tan atrevidos
como la lengua y la situación froteriza.
En resumen, el análisis
de toda una comunidad rural de la zona, con implicaciones muy
notables y hasta comunes en otros valles próximos como
el Oja.
El libro de David
Peterson analiza a la población, su organización,
influencias socioculturales desde los pueblos prerromanos, la
influencia de aquellos, su cristianización
y la
presencia vascófona.
Mitos
y leyendas
Toda la mitología religiosa
asentada en las faldas de La Demanda, incluida la parte riojana,
tiene su origen en los pueblos prerrománicos.
David Peterson afirma que
para analizar la población de la zona hay que contemplar
la lengua que hablaban en la época "una mezcla de
romance y euskera (de alaveses y vizcaínos)" y nunca
"contemplarlo como un islote milenario que ha quedado".
El valle, como otros próximos,
"nunca estuvo despoblado", existe una cadena completa
y tiene "un gran influjo de población vasca desde
el siglo VIII". Junto a una población arcaizante,
en los últimos tiempos de Roma se inicia un éxodo
de población del valle buscando seguridad que continúa
en tiempos de la invasión musulmana. Y siglos más
tarde, el proceso inverso, con emigración hacia el valle.
LA
OBRA
Autor: David Peterson, galés, licenciado
en Historia.
Título: "La Sierra de la Demanda
en la Edad Media. El valle de San Vicente (siglos VIII-XII)",
en la cuenca del alto Tirón, perteneciente a la llamada
Riojilla Burgalesa.
Editor: Gobierno de La Rioja. IER Instituto de
Estudios Riojanos-Ciencias Históricas-10. 2005.
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Frontera
y Lengua en el Alto Ebro, siglos VIII-XI
LA
CRONOLOGÍA DEL VASCUENCE AL SUR DEL EBRO
Entre los
primeros textos del cartulario emilianense se observan nombres
de lugar y de persona con aire vasco. Es el caso desde el primerísimo
texto de la colección, el varias veces mencionado pacto
de fundación de San Miguel de Pedroso
del año 7591 , y aunque
este texto sufre por ser tan aislado cronológicamente,
cuando aparecen otros textos a lo largo del siglo IX también
contienen onomástica vascoide, aunque ahora generalmente
topónimos 2 . Existen
dudas en torno a la autenticidad de gran parte de estos textos
tempranos, y no será hasta mediados del siglo siguiente
cuando empezamos a tener textos emilianenses libres de sospecha,
pero mientras tanto el goteo de nombres vascos, tanto topónimos
como antropónimos, se observa en otras fuentes menos interpoladas,
como la documentación cardeniense. También está
el célebre testimonio de las glosas emilianenses, las primeras
‘frases’ vascas. En la literatura se asomará
Don Bildur en la poesía de Gonzalo de Berceo, y sabemos
que los vecinos de Ojacastro disfrutaban del derecho de usar el
vasco en los tribunales a mediados del siglo XIII. Hoy todavía
la toponimia mayor de la Rioja Alta es testimonio elocuente de
este estrato lingüístico.
Nuestra pregunta es, ¿de
cuándo data esta presencia vascófona en el Pasillo?
Porque entendemos que esta onomástica registrada diplomáticamente
indica eso: la presencia de importantes contingentes de población
vascófona.
EL DISTRAYENTE ENFOQUE RIOJANO
Ya hemos citado las fuentes
más célebres y señeras para el fenómeno
del vasco al sur del Ebro (los textos del Cartulario de San Millán,
las también emilianenses glosas, Don Bildur, el fuero de
Ojacastro, la toponimia mayor en –uri de la Rioja Alta,
la oronimia del Alto Oja) y todas comparten una característica:
apuntan hacia la Rioja Alta. Creemos, sin embargo, que esta circunstancia
ha contribuido a la deficiente comprensión del fenómeno
que tenemos entre manos.
En parte, si éstos resultan
ser los restos más visibles y conocidos del euskera al
sur del Ebro, se debe precisamente al hecho de no ser las primeras
manifestaciones del fenómeno. Sin embargo, al asociar el
fenómeno con la Rioja se ha tendido a vincularlo también
con la presencia navarra en este espacio a lo largo de la mayor
parte del siglo X 3 cuando
en realidad sugerimos que en sus orígenes tiene mucho más
que ver con la coyuntura política que acabaría uniendo
los condados de Álava y de Castilla bajo el gobierno de
Fernán González. Se trataría de un fenómeno
en sus orígenes anterior a la presencia navarra en la Rioja
Alta, como intentaremos demostrar a lo largo de este capítulo,
e inicialmente se concentra en espacios que, aunque hoy riojanos,
parecen haberse encontrado fuera de territorio navarro en muchos
casos hasta el siglo XI. Asimismo la dialectología apunta
hacia un origen occidental y, más concretamente, alavés.
Lo expuesto no supone necesariamente
una novedad. Por ejemplo, ya hacia 1950, Alarcos Llorach denunció
el origen alavés de estos vascoparlantes
4, mientras, en el contexto cronológico,
Michelena insistía en desmarcar lo observado del fenómeno
navarro, “bastante antes de los avances de Sancho
Garcés I en el primer cuarto del siglo X ...”5
. Quizás lo que menos se ha comentado es la distribución
espacial (sobre todo anterior al año mil) casi exclusivamente
castellana, realidad que se aprecia mejor sólo cuando se
digiere la presencia castellana en territorio hoy riojano.
En fin, nos parece importante denunciar
el fuerte arraigo de la idea de que el vascuence arraigado al
sur del Ebro fuera un fenómeno esencialmente riojano ya
que tiende a complicar y navarrizar la comprensión del
mismo y de su cronología.
CRONOLOGÍAS
PROPUESTAS
Los orígenes del euskera
ejercen una fascinación sobre filólogos, tanto profesionales
como aficionados, y uno de los enigmas más intrigantes
es precisamente esta onomástica que aparece con nitidez
al sur del Ebro en la documentación medieval. En cuanto
a los orígenes de este estrato, en los extremos se sitúan
dos hipótesis cronológicas. Por un lado, un origen
en periodo prerromano, quizás incluso anterior a las invasiones
indoeuropeas, lo cual sugiere una presencia en el Sistema Ibérico
durante por lo menos tres milenios, y que tiende a unirse con
la tesis, hoy generalmente desacreditada, del vasco-iberismo .
Por otra parte, la mayoría de los comentaristas actualmente
hablan de un origen en la Alta Edad Media (siglos IX y X). Pero
también existen interesantes posturas intermedias: así,
Caro Baroja, aunque crítico de la idea del vasco-iberismo
7, habla en términos de ‘desde la
época de los Autrigones’ que quizás apunta
hacia el periodo altoimperial en vez de épocas anteriores
8, mientras Michelena opta
por la cronología arriba citada, ‘bastante antes’
de la presencia navarra en la Rioja a partir del siglo X.
En cuanto a la primera cronología,
que podemos denominar la hipótesis vascoiberista, es una
teoría muy atractiva ya que enlaza con la contrastada contracción
del euskera en tiempos históricos, y sugiere que en gran
parte de la Península se hablaría una o varias lenguas
antecedentes del vasco, situación que habría dejado
un reguero toponímico todavía visible en topónimos
tan dispersos como Iliberris (Granada), Garay (Soria) o Iria Flavia
(La Coruña) 9. Sin
embargo, en general, la hipótesis vascoiberista está
también en contracción en los círculos académicos,
aunque sigue captando la imaginación del público
y tiende a resurgir con regularidad en obras de divulgación.
Los problemas con esta teoría
son varios. La mayoría de los filólogos rechazan
la idea 10, mientras Villar
intuye etimologías indoeuropeas para fenómenos lingüísticos
peninsulares superficialmente vinculables con el euskera 11.
En el nivel más general, casi como principio de la Lingüística
Histórica se diría, se entiende que las sociedades
más primitivas (como sería el caso de la Europa
prerromana) tienden a ser lingüísticamente atomizadas
(Nueva Guinea y la Amazonia sirven como ejemplos actuales) con
la tendencia histórica generalmente hacia la concentración
lingüística. Desde la perspectiva peninsular este
principio fue brillantemente ilustrado por Caro Baroja 12.
Así, no habría que pensar en términos de
grandes extensiones lingüísticas en la Península
en el momento de la llegada romana sino de un panorama atomizado.
Conjuntamente con
este principio está el hecho incontestable que, incluso
entre idiomas sin ningún tipo de parentesco o contacto,
el limitado número de fonemas que el aparato vocal humano
es capaz de reproducir asegura siempre un porcentaje de coincidencias,
circunstancia denunciada por Trask 13,
pero que ha mantenido una pequeña industria de filólogos
empeñados en demostrar los vínculos entre el euskera
y todo tipo de idiomas. En un espacio limitado como la Península
Ibérica, con inevitables contactos y migraciones, préstamos
y sustratos comunes, la incidencia necesariamente sería
mayor y quizás explica algunas de las coincidencias citadas
por Lapesa.
También existen poderosos
argumentos ex silentio que, sin poder ser nunca conclusivos, debilitan
el principio de que existiesen núcleos de habla no-indoeuropea
en el Sistema Ibérico Occidental 14
a lo largo del milenio entre las primeras noticias de los geógrafos
greco-romanos y el nacimiento de la diplomática cenobítica
altomedieval. En primer lugar, las fuentes clásicas ni
descalifican como bárbaras las lenguas del Sistema Ibérico
a diferencia de los repetidos comentarios sobre las vernáculas
más septentrionales 15
(aunque curiosamente no tanto en referencia a las tribus de aparente
habla vasca), ni mencionan ningún parentesco lingüístico
entre las gentes del Sistema Ibérico y los de la Cordillera
Cantabrica o el Pirineo. Por otra parte, y como ya indicamos en
el capítulo Antecedentes Premusulmanes, en general la epigrafía
antroponímica y teonímica de los espacios donde
luego florecería el vasco al sur del Ebro indica una población
indoeuropea, cuando no fuertemente romanizada. Más tarde,
en el siglo VI, tampoco se encuentra rastro de antroponimia vasca
entre las treinta personas nombradas en la Vita de San Millán.
La existencia de antroponimia no vasca (romana, celta o visigoda)
por sí misma no demuestra la ausencia de población
vascófona 16, pero
si existía tal estrato en periodos premusulmanes los indicios
de ello son muy débiles.
Pero lo realmente demoledor para
las cronologías antiguas son dos consideraciones: la percibida
‘modernidad’ del vasco observado al sur del Ebro en
periodos históricos, y la historia interna de la lengua
que sugiere una expansión del tipo de dialecto que observamos
sólo en tiempos históricos. En otras palabras, el
euskera demandés que observamos en el Altomedievo no tiene
visos de haber llevado dos milenios aislado cuando aparece en
la documentación medieval, pues resulta perfectamente comprensible
a partir del vasco del norte. Quizás prospera en una tierra
ya abonada por un primitivo idioma no-indoeuropeo. Una posibilidad
a contemplar, pero difícilmente más. Los indicios
de la existencia de tal sustrato son más que endebles y
ésta no debería ser la hipótesis base cuando
la mayor parte de los indicios empíricos apuntan hacia
una cronología posterior avalada por la historia interna
del vasco y por la historia geopolítica de las regiones
en las cuales aparece.
Antecedentes
pretéritos
Existen algunos débiles indicios
que parecen sugerir la presencia de la lengua vasca al sur del
Ebro antes de que el fenómeno se observa con cierta nitidez
en la documentación altomedieval, pero llegan casi siempre
tan descontextualizados que nos son prácticamente inservibles
para entender lo observado durante el Altomedievo.
Notamos la curiosa mutabilidad
de los nombres de las sierras, amén de su escaso protagonismo
en la documentación medieval. Si su relativa ausencia de
las crónicas no tiene por qué sorprendernos sobremanera,
sí su ausencia de la documentación cenobítica,
tan preocupada con cuestiones de pastoreo. Son varios los nombres
empleados a lo largo de los siglos para referirse a la compleja
serie de valles y sierras que flanquean el Pasillo por el sur:
Idubeda, Distercii, Arando, Cuculla, Cam(b)eros y Demanda. A las
dos formas aparentemente plurales (Distercii, Camberos) se les
intuye un origen indoeuropeo, Cuculla y Demanda parecen tener
etimologías romances, y quedan dos voces con cierta resonancia
euskérica: Idubeda y Arando. Esta última sí
está próxima a formas vascas conocidas, y además
parece semánticamente apropiada al contexto, pero es dificil
demostrar su aplicabilidad al periodo premusulmán 17.
La forma más interesante es la de Idubeda,
según Estrabón el nombre dado a la sierra que cierra
el valle del Ebro hacia el sur 18,
e interpretado por algunos autores como voz de etimología
vasca a partir del vasco bide (=’camino’), que quizás
reaparece en el también orónimo, aunque ahora ptolomeico,
Orospeda 19. Sin embargo,
esta etimología está plagada de problemas: parece
probable que bide sea en realidad un préstamo contraido
de las voces latinas ‘via’ y ‘de’; las
hipotéticas variantes *idu y *beda no son conocidas; la
inclusión de Orospeda, en vez de fortalecer este análisis,
lo lleva hacia un entorno (bético) difícilmente
compatible con el euskera; parece haber una discordancia semántica
entre el obstáculo que presentaría una cordillera
y el concepto de bide; y existen más solventes soluciones
ibéricas e indoeuropeas 20.
También habría
que citar la aparición entre la epigrafía de las
cabeceras de los ríos soriano-riojanos de algunas voces
aparentemente vascas, como por ejemplo, Sesenco. Estas apariciones
han dado algo más de vida a la tesis de un euskera pretérito,
con especial eco en algunos libros de divulgación. Desarrollamos
este tema más extensivamente en el capítulo Antecedentes
Premusulmanes, pero insistimos en que nos parece más probable
que este estrato vascoide se deba más a la presencia vascona
en la Calagurris romana, atestigada por Plinio, que a un hipotético
euskera demandés indígena y prerromano. Sobre todo,
difícilmente explica el euskera occidental y ‘moderno’
que surge en la documentación de la Demanda occidental
más de medio milenio después sin haber dejado huella
entre medio (aquí tanto en el sentido temporal como en
el espacial).
Otra noticia
aislada fue aportada por el antropólogo vasco Barandiaran,
quien dio a conocer la aparición epigráfica de la
voz ARAN en una estela del Alto Tirón. La estela se encontraba
originalmente 21 en un
alto limítrofe entre los pueblos de Eterna, San Vicente
del Valle y Fresneda de la Sierra, donde fue observada y estudiada
por Barandiaran y también por el arqueólogo vallisoletano
Abásolo. Éste, sin aludir al otro, afirma en un
artículo contemporáneo al de Barandiaran que no
se observa ninguna letra en la piedra, y efectivamente la comprobación
ocular ahora parece confirmar esta evaluación. ¿Dónde
han ido las letras de Barandiaran? ¿Realmente existieron?
No lo sabemos. Si hubiese afirmado que se distinguiese malamente
alguna marca que se podría interpretar como una letra,
se entendería quizás la contradicción, pero
no. Barandiaran insiste en la lectura, más o menos nítida,
pero aparentemente inequívoca, de la voz ARAN. Desafortunadamente
no aporta detalles paleográficos. De ser cierta la existencia
de este epígrafe, la siguiente consideración sería
la de atribuirle una cronología. Para la estela en sí,
o más bien el dibujo antropomorfo que la decora, Abásolo
sugirió un origen en el ‘periodo indígena’.
De aplicar la misma cronología a las desvanecientes letras
de Barandiaran supondría un importantísimo testimonio,
auténticamente rompe-cronologías, del euskera temprano.
Pero, al margen del trascendental hecho de no apreciarse hoy día
ninguna letra en la estela, se nos ha sugerido que de ser coetánea
a la figura antropomorfa ‘indígena’ se esperaría
que la voz Aran tuviera una H inicial 22,
lo cual mina aun más nuestra confianza en este testimonio.
La cuarta aparición
premusulmana de un elemento aparentemente euskérico al
sur del Ebro es la milagrosa y hagiográfica cura de una
mujer llamada Andercea (de Puras). En el capítulo Antecedentes
Premusulmanes, ya expresamos nuestras dudas sobre la conveniencia
de postular la presencia de una nutrida contingente vascófona
en los Montes de Oca durante el siglo V a partir de la evidencia
de un antropónimo aislado.
No obstante, reaparece con
regularidad e insistencia la idea de que los autrigones fueron
una tribu esencialmente vascófona . Evaluación también
extendida en ocasiones a los berones. Examinamos los origenes
de esta idea en otro capítulo, pero insistimos en que,
con referencia a los autrigones no parece tener ningún
fundamento en referencia al Sistema Ibérico, mientras la
evidencia de una Beronia vascófona es aun más endeble.
Por último, ya en el
siglo X, aparece un topónimo vasco que semánticamente
parece enlazar con periodos pretéritos: Lamiturri . En
otro trabajo sugerimos que topónimos como éste,
que hacen referencia a conceptos paganos o paracristianos , y
que incorporan un elemento claramente vasco (iturri = ‘fuente’),
sugieren una presencia vascófona pagana, lo cual podría
tener interesantes implicaciones cronológicas. Sin embargo,
son muchos los variables de dificil evaluación. La cronología
de la cristianización no es una ciencia cierta, ni tampoco
la relación entre toponimia paracristiana de este tipo
y la fe cristiana, dado que toponimia de este tipo todavía
pervive, más de un milenio después de la indiscutible
evangelización del País Vasco, y esta voz aparece
en un texto de 945, en sí un indicio de su pervivencia
en un entorno que deberíamos considerar ya plenamente cristiano.
La
hidronimia vascoide.
Existen varios hidrónimos
en nuestro espacio que tienen aspecto de ser vascos, sobre todo
Ibeas, Urbel, Urbión y Ura . En este caso los nombres no
aparecen en ningún texto anterior al Altomedievo, pero
el hecho de que sean hidrónimos podría considerarse
como indicativo de antigüedad, puesto que generalmente esta
clase de toponimia se considera como la más longeva de
cuantas jerarquizan el paisaje . Sin embargo, la polinimia hidronímica
de nuestro espacio sugiere que no todo nombre de río es
necesariamente prehistórico e inmutable. Además,
si son efectivamente de etimología vasca, su transparencia
etimológica sugiere otra cronología que una prerromana,
pues si uno de los principios desarrollados por la escuela Wörter
und Sachen es que la propia indescifrabilidad de un topónimo
indica antigüedad, a lo inverso, la trasparencia del topónimo
sugiere modernidad . Si aceptamos que son hidrónimos, sugerimos
que bien o no son vascos, o no son tan antiguos, y en todo caso
difícilmente son compatibles estas tres características.
No está del todo claro que sean en realidad de etimología
vasca. Incluso en el más aparentemente transparente de
los casos, el de Ura, Francisco Villar sugiere que corresponde
a una serie de topónimos (generalmente hidrónimos)
que define como ‘la serie UR-‘ y que se extiende por
toda la Península e incluso fuera de ella, y que quizás
tengan una etimología indoeuropea apartir de *(a)wer- .
Además, en nuestro contexto se podría contemplar
la posterior adaptación de estos primitivos hidrónimos
indoeuropeos hacia formas vascas.
A estos casos (algunos de ellos
quizás meros espejismos), hay que sumar el hecho de que
durante todo el periodo histórico, se observa un patrón
plurisecular de vínculos entre el Sistema Ibérico
y los territorios al norte del río Ebro. Aunque para la
antigua Beronia el Ebro bien podría haber funcionado como
su frontera septentrional, no sería tanto el caso al este
y al oeste. En el extremo oriental del Sistema Ibérico,
la presencia vascona en Calagurris ya se ha comentado, y es perfectamente
comprensible que se extendiera su influencia hacia la hinterland
soriano-riojano. También en Autrigonia tenemos una entidad
política que parece unir los sistemas montañosos
de ambos lados del Ebro, y aunque en este caso no está
nada claro que los autrigones de los montes de Oca fuesen euskaldunes,
el patrón de vinculación plurisecular entre los
dos espacios se confirma. Luego intuimos que las estructuras militar-politico-diocesanas
tardovisigodas también unían o pretendían
unir ambos escenarios montaraces. Después se observan los
fuertes vínculos entre Castilla y Álava en el periodo
protocondal, un periodo cuando la presencia de población
vascófona al sur del Ebro ya se convierte en un hecho innegable,
y luego la presencia de colonos vascos, en muchos casos también
alaveses, en la colonización pormenorizada de la Rioja
Alta a partir del siglo XI. El fenómeno sigue en los siglos
XII y XIII , en las Edades Moderna y Contemporánea , y
en la actualidad con el desarrollo turístico de Ezcaray.
Observada una tendencia tan plurisecular,
no tiene demasiado sentido negar la existencia de contactos entre
el Sistema Ibérico y la Cordillera Cantábrica en
periodos pretéritos. Más bien todos los indicios
sugieren que sí los habría. Que gentes del occidente
alavés migrasen hacia el Sistema Ibérico en algunos
momentos nos parece harto probable, y los débiles vestigios
de onomástica aparentemente vasca en ese espacio concuerdan
con tal patrón. Otra cuestión bien distinta, sin
embargo, sería si la migración fue de suficiente
envergadura como para introducir su idioma en la Demanda y que
sobrevieviese allí, y por tanto, si a estas hipotéticas
pero probables migraciones ‘prehistóricas’
se puede atribuir el nítido euskera ‘moderno’
observado en la documentación altomedieval.
La
modernidad del vasco al sur del Ebro
Uno de los argumentos más
determinantes a la hora de contextualizar cronológicamente
el euskera encontrado al sur del Ebro en periodo altomedieval
es su proximidad morfológica al euskera observado al norte
del río, una característica incompatible con un
aislamiento plurisecular, incluso milenario, y difícilmente
el resultado de esporádicos contactos que en cambio sí
podrían haber dejado las dispersas huellas onomásticas
arriba contempladas. De ser el heredero de un hipotético
vascuence prerromano esperaríamos mucha mayor divergencia
entre lo observado (Larrehederra, Ocharana etc.) y el euskera
de más al norte. No obstante, aquí corremos el riesgo
de entrar en un error metodológico: el de sólo considerar
euskera lo que lo es nítidamente, cuando esto quizás
corresponde a un superestrato posterior, e ignorar la existencia
de sustratos anteriores más ‘oscuros’. Es un
peligro real, aunque nos ayuda el hecho de que nuestra evaluación
esté avalada por el más importante de los filólogos
vascos, Luis Michelena. Sin embargo, ¿cómo cuantificar
esta percibida modernidad? ¿A qué velocidad cambian
las lenguas, y el euskera en particular?
No existe ninguna regla universal,
a pesar de los intentos de la escuela glotocronológica,
pero en cuanto al euskera sí se observa un desarrollo a
partir de los fragmentos epigráficos vascos del periodo
romano y del mejor documentado aquitano hacia el euskera medieval.
En este contexto diacrónico, el euskera demandés
está muy próximo al euskera medieval de Álava,
y relativamente alejado de las formas aquitanas. Por ejemplo,
a partir del nombre aquitano Attaco se formaría el vasco
medieval Aita / Egga, que encontramos al sur del Ebro; del aquitano
Hanna tenemos el vasco medieval Annaye, y la forma demandesa de
nuevo concuerda con ésta; del aquitano Oxson, y el medieval
Ochoa, la forma demandesa es un calco de la del País Vasco;
y del aquitano Belex, relacionado con el vasco medieval Belça/Balça,
de nuevo la forma demandesa es la misma que la medieval .
Dentro del
euskera demandés se observan algunas características
que podemos denominar innovadoras respecto a otros dialectos vascos
más orientales. Sería el caso de la preferencia
por la ‘a’ sobre la ‘e’. Ésta es
una característica diferenciadora del euskera occidental
frente a los dialectos orientales, y se observa en nuestra documentación
en palabras como barri (en vez de berri) o baltza (en vez de beltza)
. Pero además, se la considera una diferencia innovadora
al observar el dominio de las formas en e en la documentación
antigua, tanto al norte como al sur de los Pirineos y por tanto
su aparición al sur del Ebro es difícilmente explicable
a partir de la supervivencia de una población vascófona
prerromana. La otra innovación observada en la documentación
demandesa es la presencia del artículo definido . Ausente
de los registros euskéricos del periodo imperial, se entiende
que se desarrollaría en imitación de su paralelo
morfológico-funcional en las vernáculas romances
, y por lo tanto de nuevo se nos obliga a contemplar una cronología
postromana.
Es cierto que también
se observan algunos arcaismos en el vasco demandés, la
retención de la ‘h’, por ejemplo, característica
de nuevo compartida con el dialecto alavés medieval. Esta
combinación de arcaismo e innovación en sí
se considera característica de dialectos periféricos
de un tronco lingüístico común y no sugiere
aislamiento milenario, sino un desarrollo periférico pero
por lo demás en acorde con la historia interna del euskera.
La escasa
divergencia entre los dialectos vascos llevó a Michelena
a contemplar la idea de una hipotética ‘lengua común’,
la ‘raíz de los dialectos conocidos’ de los
cuales el vasco demandés, prácticamente un calco
del alavés, parece ser uno . Michelena reconoció
el carácter especulativo de esta hipótesis y, sobre
todo, de la cronología específica ofrecida, condicionada
sobre todo por la necesidad de un contexto socio-político
en el cual encajar la teoría y permitir la expansión
de la lengua común, esencialmente “a social organisation
which was able to bring about the creation of a uniform language”
.
Es importante reconocer que
de nuevo una cronología basada aparentemente en argumentos
filológicos está probablemente ‘contaminada’
por la multidisciplinariedad, pues en este caso Michelena se orientaba
según las ideas, entonces muy en boga pero ya no tanto,
de Barbero y Vigil. Sin embargo, lo que nos interesa es que su
intuición como filólogo le llevaba hacia el periodo
postromano, concretamente cita los siglos V-VI, con la aparición
del dialecto al sur del Ebro algo posterior. Sospechamos que estas
ideas estarían detrás de la siguiente cronología
que proponía para el vasco al sur del Ebro:
“Frente a la alternativa que generalmente se propone (se
trata de un reducto que resistío in situ a la romanización,
hipótesis poco atractiva, o bien del resultado de la expansión
navarra a principios del siglo X), yo me inclinaria por un término
medio: la formación de un núcleo, unido entre otros
vínculos por la lengua, por una emigración que empezaba
ya a buscar una salida a las estrecheces a través de la
barrera del llamado limes desde García Bellido durante
el Bajo imperio y que creció sin medida en los siglos confusos
que siguieron.“
La teoría
de la Lengua Común está sorprendentemente próxima
a la controversial tesis albornociana de la vasconización
del actual País Vasco . Esta tésis nació
en gran medida de la aparente extensión del corónimo
/ gentilicio Vasconia / vascones hacia tierras antiguamente poseidos
por várdulos y caristios. Michelena combatía enérgicamente
las tesis de Albertos y de Sánchez Albornoz de que el euskera
se introdujera en el actual País Vasco sólo a través
de una vasconización postromana, y notamos que Sánchez
Albornoz, a pesar del típicamente provocativo epígrafe
“Los vascones vasconizan la depresión vasca”,
contempla una vasconización sólo parcialmente euskaldunizante,
y en parte también política: “Hay que distinguir,
además, entre penetración política o humana
e invasión lingüística. Pudieron várdulos,
caristios y autrigones hablar una lengua análoga a la de
los vascones y haber éstos, sin embargo, entrado en tierras
de aquellos durante los siglos V y VI” . Teniendo en cuenta
que Michelena no sugiere que su lengua común se impusiera
necesariamente sobre tierras de habla exclusivamente romance,
y contempla la existencia de “otras hablas vascas o vascoides
alejadas del centro conservador” del que brotaría
y se extendería luego la lengua común una vez que
el efecto romanizante del imperio se extinguió , quizás
en realidad las dos posturas no están tan alejadas, y los
dos autores están describiendo un mismo proceso: sobre
un espacio (Álava) de habla inicialmente vascoide pero
fuertemente romanizado, un resurgir político y lingüístico
a partir del este entre los siglos V-VI .
La cronología tardoantigua
nos parece atractiva desde el punto de vista histórico,
por motivos que detallaremos a continuación, pero no es
la única posible, y el siglo VIII se perfila como catalizador
para todo tipo de cambio en el norte peninsular, con un posible
vacio de poder en la llanada alavesa después de la desintegración
del poder musulmán. Pero lo interesante es la intuición
filológica detrás de la construcción cronológica
(mezcla ya de filología e historia) que ofrece Michelena,
lo cual sugiere que, desde un punto de vista puramente filológico,
la dialectología vasca y específicamente el euskera
demandés encajan en una cronología entre la Tardoantigüedad
y el Altomedievo.
En resumen, sugerimos que
en el contexto de la modernidad del vasco que aparece en la documentación
altomedieval al sur del Ebro, la existencia de posibles vestigios
pretéritos, en los mejores de los casos débiles
y descontextualizados cuando no espejismos, pierde relevancia.
Puede que hubó una lengua no indoeuropea en la Demanda
occidental en cualquier época anterior al Altomedievo,
pero no explica el euskera que aparece en la documentación
cenobítica. No obstante, éste no es el lugar para
resolver los enigmas del mapa lingüístico pre-indoeuropeo
de la Península, y nos limitaremos al segundo problema,
describir y contextualizar el euskera que aparece en la documentación
altomedieval, con especial referencia a su distribución
espacial y su cronología, circunstancias ambas que parecen
confirmar su vinculación con el euskera occidental.
Cronología
visigoda
Nos interesa cualquier opinión
explícita de Michelena en torno a la cronología
del vascuence demandés, y su afirmación más
desarrollada al respecto parece ser la siguiente, a la cual hemos
aludido ya en otros momentos y aludiremos más veces, pero
que merece la pena reproducir por completo:
“Cuando se habla del vascuence medieval en tierras de la
Rioja y Burgos, se da por sentado que o es antiguo (hipótesis
poco probable, ya que el territorio autrigón al sur del
Ebro, los Turmogos y más aún los Berones parecen
haber tenido una lengua propia muy distinta), o ha sido introducida
hacia los siglos IX-X. Con todo, queda una tercera alternativa:
que la lengua ya empezara a ser llevada allí entre los
siglos V y VIII por gente que bien cruzó el limes pacíficamente
o bien fue obligada a establecerse al sur de él”
.
No hay rastro de onomástica
vasca en la Vita de San Millán, pero después del
periodo que describe (las décadas centrales del siglo VI)
surge una coyuntura política que hace posible esta solución
premusulmana: las campañas visigodas de 574 en adelante
contra una confusa mezcla de grupos (gentilicios) septentrionales,
incluyendo los enigmáticos rucones, y entre los cuales
figuran con cierta prominencia y constancia los vascones. Asimismo,
la temprana (759) presencia de antroponimia vasca al sur del Ebro
(nos referimos al diploma fundacional de San Miguel de Pedroso
que analizaremos a continuación) reforzaría este
tipo de cronología, aunque tampoco es necesariamente incompatible
con soluciones posmusulmanas.
En contra de la cronología
visigoda, sin embargo, está la distribución espacial
de la toponimia vasca (y también de esa antroponimia de
759), una distribución que sugiere un movimiento ‘diagonal’
en vez de ‘vertical’, y que encuentra mejor explicación
en el periodo post 711. Por ‘diagonal’ y ‘vertical’
nos referimos a una visión cuadricular de la geografía
peninsular, que consideraría ‘vertical’ un
movimiento norte-sur (o sur-norte), un movimiento ‘horizontal’
sería del oeste a este (o viceversa, evidentemente), mientras
un movimiento ‘diagonal’ supone la introducción
de vectores mezclados del tipo nordeste-suroeste. Supone un esquema
simplificado, y somos conscientes de que la geopolítica
no tiene por qué subyugarse a artificiales esquemas cartográficos,
pero tiene cierto fundamento en el espacio que analizamos dado
el grado de jerarquización geográfica que introduce
la marcada oronimia del Pasillo, con el río Ebro y su valle
encajonado entre dos sistemas montañosos grosso modo paralelos
y, en nuestra jerga, horizontales.
Las estructuras geopoliticas del
siglo VII que intuimos se organizan de manera más o menos
vertical: de la Demanda burgalesa hacia las Merindades (cf. Asterio,
obispo de Oca y activo en Mijangos); del Najerilla hacia Treviño
y el occidente alavés (el Fuero de Nájera); y de
la zona de Arnedo hacia Navarra (los Banu Qasi). De ser la presencia
vascófona al sur del Ebro el producto de este tipo de iniciativa
esperaríamos encontrar el dialecto alavés más
profusamente en el Najerilla y su hinterland serrano que en los
Montes de Oca. Más adelante, en cambio, y como resultado
de la intervención musulmana, se produce una coyuntura
que explica mejor este movimiento diagonal. Insisitimos en que
no podemos desechar la hipótesis visigoda, pero tampoco
nos parece la explicación más racional para lo observado
en la documentación altomedieval, y sobre todo para la
distribución espacial del vascuence que aparece al sur
del Ebro.
Presencia
vascófona altomedieval
Al margen de los débiles
indicios pretéritos ya examinados, sugerimos que como mejor
se entiende el euskera demandés medieval es en dos contextos
cronotópicos diferenciados: una primera fase limitada a
tierras (que pronto serían) castellanas, al oeste del río
Oja, y que concuerda con un periodo de entendimiento político
entre Álava y Castilla, esencialmente del periodo 760 a
950; y una segunda fase, a partir del reinado de Sancho III el
Mayor de Navarra, que verá la colonización del valle
del río Oja, y dejaría las huellas toponímicas
más visibles y célebres de ambos procesos. A la
primera fase se puede añadir la posibilidad de una fase
ligeramente anterior, iniciada durante las incursiones visigodas
hacia la Cordillera Cantábrica durante el siglo VII. En
ambos casos, sugerimos que la inmigración sería
minoritaria, con una tendencia hacia la absorción lingüística
de los inmigrantes, patrón válido para todos espacios
menos los valles más altos de la sierra dónde habría
una vasconización más profunda y duradera, que dejaría
una toponimia mucho más nutrida, y que aun hoy roza la
mayoría toponímica en algunas zonas después
de varios siglos castellanizantes.
arriba
1 Cogolla 1. Entre
una veintena de monjas subscribientes los nombres más evidentemente
vascos son Anderazo y Anderquina (cf. Andere =
‘señora’), quizás Amunna (cf. Amonna
= ‘abuela’, aunque aquí el putativo significado
nos parece problemático para ser un nombre de pila)
además de Munnoza, Scemena, Hurraca etc.
2 Por ejemplo, en
Cogolla 9 (869), referente a los Montes de Oca, nos encontramos
con los topónimos Zarratone, Larr’hederra (nuestra
lectura,
Ubieto transcribe Larchederra) y Gallafaza.
3 Por ejemplo, MENÉNDEZ
PIDAL (Orígenes del Español, #97.2, pp. 466-467)
insistía en un origen navarro para las dos glosas emilianenses
vascas aun cuando todos los indicios filológicos apuntaban,
y apuntan, hacia los dialectos occidentales. El rechazo de la
tesis navarrista es casi universal entre los especialistas en
filología vasca, desde Echegaray y Urquijo, citados por
Menéndez Pidal, hasta el presente: “en realidad,
pudo muy bien ser – y lo más probable es que fuera
– un riojano o un alavés, es decir una persona cuya
lengua estaba mucho más cerca del vizcaíno que de
ningún otro dialecto vasco”, MICHELENA, Sobre el
pasado de la lengua vasca, y también IRAIZOZ (“Las
palabras vascas en las Glosas Emilianenses”) e IRIGOYEN
(“Las Glosas Emilianenses y la Lengua Vasca”). Por
otra parte, GARCÍA DE CORTÁZAR (El dominio del monasterio
de San Millán de la Cogolla, p. 98, n. 5) se extrañaba
ante la onomástica vasca de San Miguel de Pedroso, en parte
por motivos cronológicos, pero también por hallarse
el cenobio en Burgos y no en La Rioja, “A mi entender, lego
en Onomástica, resulta un tanto difícil comprender
esa abundancia de nombres vascos de persona en una fecha tan temprana
y en una región a la que no alcanzó en el siglo
X y siguientes la colonización vasca con la densidad con
que operó en la Rioja, donde tantos topónimos la
recuerdan” [nuestro el subrayado]. Michelena se fijó
en esta insuficiente comprensión del fenómeno, lo
comentó y en gran medida lo remendó en su artículo
“Onomástica y población en el antiguo reino
de Navarra”, aunque el título del mismo, y específicamente
la referencia a Navarra, no es del todo acertado.
4 “El vasco
de los repobladores de la Rioja, salvo en su parte oriental (Igea
de Cornago), territorio antiguo de los vascones, pertenecía
al tipo
occidental de Vizcaya y Alava y no al oriental de Guipúzcoa
y Navarra”, ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponímia
riojana”,
p. 492.
5 MICHELENA, “Sobre
la lengua vasca en Álava ...”, p. 174.
6 Véase,
TRASK, The History of Basque, p. 379; TOVAR, Mitología
e ideología sobre la lengua vasca.
7 CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis
del vascoiberismo”.
8 “¿Será
debida a una existencia constante de la lengua vasca desde la
época de los autrigones, en que éstos se extendían
desde la costa cantábrica
y el extremo occidental de Vizcaya hasta la sierra de la Demanda
por el S., o más bien habría que atribuirla a una
repoblación llevada
a cabo en los siglos primeros de la Reconquista? Lo primero me
parece más probable que el segundo”, CARO BAROJA,
Materiales
para una historia de la lengua vasca en su relación con
la latina, p. 188.
9 “Se suele
admitir que, en época anterior a la instalación
de los cántabros, astures y celtas galacios, la franja
septentrional correspondiente pudo
estar habitada por pueblos afines al vasco”, LAPESA, Historia
de la lengua española, #3.5.
10 MICHELENA, “Sobre
La Historia de la Lengua Vasca”, “... la relación
entre vasco y ibérico está basada en el rasgo común
de no ser indoeuropeas
... un vínculo genético demasiado remoto ...”;
véase también TRASK, The History of Basque, p. 379
y ss. para un resumen del
progresivo rechazo científico de la tésis.
11 VILLAR,
Indoeuropeos y no indoeuropeos en la hispania prerromana, p. 191
y ss.
12 CARO BAROJA,
“Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p.
37 y ss.
13 TRASK, The History
of Basque.
14 En cambio, los
extremos orientales de la Cordillera pertenecerían a la
zona íbera.
15 “El convento
lucense, aparte de los célticos y lemavos, comprende a
dieciséis pueblos desconocidos y con nombres bárbaros”,
PLINIO EL
VIEJO, Naturalis Historia, III 28; “entre los cántabros
hay algunos pueblos y ríos cuyos nombres no puede pronunciar
nuestra boca”, POMPONIO
MELA, Chorographia, III 1,15; “nadie encontrará placer
en oir nombres tales como los de pletauros, bardietas y allotrigas,
y otros
aun más malsonantes y oscuros”, ESTRABÓN,
Geographia, III 3, 7; mientras para SENECA (Consolatio ad Heluiam,
VII 9) el cántabro
guardaría relación con el corso. Todos ejemplos
y traducciones tomados de CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis
del vascoiberismo”,
pp. 44 – 56.
16 “La lengua
escrita en una comarca no se identifica necesariamente con la
lengua hablada en ella, pero siempre constituye un indicio nada
despreciable”,
MICHELENA, “Los nombres indígenas de la inscripción
hispano-romana de Lerga (Navarra)”, p. 449.
17 Sierra de Arando, Fuero de Lara (Fueros49,
922); Cogulla de Aranda, Fuero de Canales (Condes9, 934); San
Millán de Arandio, Libro de Montería
de Alfonso XI (s. XIV).
18 ESTRABÓN
(Geografía, III.4.10) nos indica que el Ebro discurre entre
el Pirineo y la Idubeda. Véase también GARCÍA
ALONSO, La Península
ibérica ..., p. 185.
19 “Los nombres
prerromanos de la cordillera Ibérica, Idubeda, y de Sierra
Morena, Orospeda, han recibido explicación satisfactoria
por etimología
vasca (idi-bide ‘camino de los bueyes’ y orotz-pide
‘camino de los terneros’)”, LAPESA, Historia
de la lengua española, #3.5.
20 GARCÍA
ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 185-6.
21 Actualmente se
halla en la Plaza Mayor de Fresneda de la Sierra.
22 Comunicación
privada de Joseba Lakarra. La aspiración fue corriente
en el protovasco, pero pronto erradicada de los dialectos navarros.
Sin embargo,
se conservaba en el vascuence alavés (el dialecto que parece
implantarse en la Demanda) hasta bien entrada la Edad Media (cf.
La Reja de San Millán, Cogolla180), y de ser esta elusiva
ARAN un ejemplo pretérito del vascuence demandés
se esperaría una /H/ inicial,
cf. MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”,
pp. 175-6, y “Lengua común y dialectos vascos”,
p. 50, #11.
23 En 1997, RICO,
Pyrénées Romaines, p. 159; en 1998, MARTÍNEZ
SÁENZ DE JUBERA, “Onomástica vasca
en La Rioja”; en 2003, NÚÑEZ ASTRAIN,
El euskera arcaico, p. 146.
24 “illo fonte
qui vocatur Lamiturri”, Cogolla39 (945); refiere a algún
lugar del valle de San Vicente, pero también está
atestiguado por MERINO
URRUTIA (La lengua vasca ..., pp. 72 y 76) en Belorado
y en Villafranca de Oca,.
25 PETERSON,
La Sierra de La Demanda en la Edad Media, p. 125 y ss. El elemento
lami- parece ser una referencia a las lamias, deidades menores
romanas. En el contexto de una fuente, evoca los cultos a deidades
acuíferas tan típicos de los pueblos celtas, y recordados
en literatura y epigráficamente en el norte de Hispania
en el periodo romano, y específicamente en la Demanda en
el teónimo Caldus Uledicus encontrado en una lapida en
El Rasillo (La Rioja). En cuanto a la supervivencia post-imperial
de estos cultos, podemos citar la prohibición de la veneración
de fuentes dictada en el Concilio XII de Toledo del año
681, mientras, en su sermón De correctione rusticorum,
San Martín Dumiense, obispo de Braga, ataca directamente
este tipo de culto en el siglo VI, BLÁZQUEZ, Religiones
en la España Antigua, pp. 31, 76 y 103-106.
26 En muchos casos ríos,
asentamientos y montes comparten los mismos nombres, lo cual hace
difícil saber a veces si el topónimo contemplado
se trata realmente de un hidrónimo o no. Por ejemplo, Ibeas
funciona actualmente sólo como topónimo poblacional,
acepción que también aparece en la documentación
altomedieval (villa que vocitant Ebeia, Cardeña13, 921),
pero a la vez funcionaba entonces como hidrónimo (aqua
de Ebeia (Cardeña11, 921); rivo de Ebeia (Ibeas1, 970)),
con la posible etimología de ibai = ‘río’.
En el caso de Ura (= ‘agua’), en la primera aparición
del nombre se explícita que se trata de un río:
super flumen Huram (Silos9, 1041). Urbión es indudablemente
un hidrónimo actual, tanto uno de los afluyentes del Tirón
que presta su nombre al valle que drena (Santa Cruz del Valle
Urbión), como un arroyo que nace en el homónimo
trifinium montañoso que une La Rioja, Soria y Burgos, y
dado que la voz aparece más de una vez en tales funciones,
parece prudente pensar que es el hidrónimo el que ha dado
nombre a la sierra, y no vice versa. Por último, Urbel
también parece ser esencialmente un hidrónimo, y
aunque también prestará su nombre a poblaciones,
el nombre de una de ellas, Fuente Urbel, parece confirmar su carácter
esencialmente hidronímico.
27 Una
cuestión muy pertinente a la historia de la lengua vasca
dada la presencia de hidrónimos aparentemente indoeuropeas
en el País Vasco:
Deva, Ea, Oca etc.
28 El río
Oca se conocía también como el flumen Besga (Cogolla117,
1000), y el Ura es hoy el Mataviejas.
29 CAMPBELL, Historical
Linguistics ..., pp. 367-70.
30 VILLAR,
Indoeuropeos y no indoeuropeos en la hispania prerromana, p. 191
y ss., en concreto, en la página 207: “La etimología
indoeuropea
no ofrece por lo demás dificultad. En efecto, la raíz
*(a)wer-/(a)ur- <<agua, río, corriente>> [citando
aquí a POKORNY] proporciona
tanto hidrónimos como apelativos en varias lenguas indoeuropeas”.
31 La documentación
catedralicia calceatense es muy rica en onomástica vasca,
y sin ninguna pretensión de exhaustividad, entre la toponimia
se observa: Arteaga (#26, 1156?); Garisori (#54,1182); Semelio
Barrena (#54,1182); Olhauri (#66,1185); Harluceam (#92,1207);
Barharanburu (#100,1211); Hurquiaran (#100,1211); Tapiaran (#100,1211);
Urricolatu (#100,1211); Harbehea (#104,1212?) y Ugartea (#104,1212?).
Entre la antroponimia, y por tanto de más relevante contextualización
cronológica: Toda Guchi (#26, 1156); Enego Gorria (#45,
1168); Andera Hederra de Zarraton (#51, 1182); Lop Galvarra (#55,
1182); Eneco Bardina (#58, 1183); Fortun Arzania (#58, 1183) cuyo
nombre también aparece traducido como Fortun Pastor ((#97,
1209); Garcia Zaldo (#58, 1183); Gastea Guthi (#59, 1183); Munio
Arate (#59, 1183); Goiquoa (#67, 1186); Gomiz Landerra (#85, 1203);
Garci Baltza (#94, 1209); Garsias Behengo (#100, 1211); Martin
Izurra (#102, 1212); y toda una saga de gente apellidada Zuria
– Petro (#27, 1156), Sancius (#80, c. 1185), Fortun (#94,
1209) y Domingo (#97, 1209). Por último, el testimonio
más valioso de todos, ya que sugiere un activo proceso
de inmigración de tierras vascas, es cuando se hace referencia
al lugar de origen del individuo, en muchos casos de las comarcas
vascas occidentales: Ferragut de Bizcaya (#27, c.1156); Lope de
Mendoza (#65, c.1183); Petro Lozaquo (#67, 1186); Enego Lopez
de Fossana (#94, 1209); Petro Iohannes de Armentia (#130, c.1219);
Martin Navaro de Bitoria (#130, c.1219); y Martin de Armentia
(#136, c.1230).
32 GÓMEZ
VILLAR, Belorado y su Comarca, pp. 50-51.
33 Los ejemplos
aquitanos tomamos de la conferencia “Las lenguas de los
Pirineos en los tiempos antiguos” de GORROCHATEGUI de 2005.
34 cf. Valle de
Balza, Cogolla259 (1049); Garci Baltza / Balza, Calzada94 (1209).
35 Ya hemos observado
Belex en aquitano, mientras Beles aparece entre la onomástica
de los jinetes ennegenses del Bronce de Ascoli, y en la epigrafía
de San Roman de San Millán (Álava) también
aparece la raiz –bel- (Luntbel..., Lutbelscottio), GORROCHATEGUI,
Notas de Conferencia, julio 2003. “que e parece haber sido
ahí lo más antiguo, a juzgar por la cronología
de los textos y por otras consideraciones. Ahora bien, si a es
ahí una innovación, es una innovación que
el euskara de Álava comparte con el medieval de la Rioja
Alta y de Burgos”, MICHELENA, “Sobre la lengua vasca
en Álava ...”, p. 174.
36 En
el euskera, el artículo definido (singular) se representa
con el sufijo –a, y los casos más trasparentes del
fenómeno en la documentación
manejada serían: Faranlucea (Cogolla47); Gutia (Condes9);
Massoa (Cogolla37); y Ocharanna (Cogolla37).
37 En ambos casos,
el artículo definido se desarrollaría durante el
mismo periodo, grosso modo la Tardoantigüedad, y en ambos
casos a partir
del demonstrativo. Teniendo esto en cuenta, no parece descabellado
postular que el desarrollo simultáneo del mismo fenómeno
en el romance
y en el euskera se obedezca a algo más que una mera coincidencia
38 MICHELENA,
“Lengua común y dialectos vascos”, p. 51, #12.
En cuanto a la pertenencia del vasco demandés al dialecto
alavés véase MICHELENA, “Onomástica
y población ...”, p. 69, y “Sobre la lengua
vasca en Álava ...”, p. 174, y bastante antes (1950)
ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponímia riojana”,
p. 492. Por otra parte conviene señalar que el dialecto
alavés, también llamado meridional, al cual nos
referimos no aparece en la clásica representación
cartográfica de la dialectología vasca del Príncipe
Bonaparte ya que para entonces no se había clasificado
como un dialecto aparte del vizcaíno, ambos dialectos incluyéndose
en el occidental, cf. CARO BAROJA, Materiales para una historia
de la lengua vasca ..., pp. 20-23, donde cita a LARRAMENDI (Corografía,
p. 267), “El dialecto de Alava, en lo más, es el
mismo de Vizcaya, no en el todo”. El dialecto alavés
sólo cobra identidad propia hacia finales del siglo XX,
gracias en gran medida a Michelena, quien habla de “la extendida
fábula, que no está de acuerdo por ejemplo con lo
que Larramendi escribía en el siglo XVIII, de que era vizcaíno
lo que se hablaba en la zona alavesa de lengua vasca”, MICHELENA,
“Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 171.
39 SAFAREWICZ, Linguistic
Studies, p. 122, en referencia a un putativo itálico común,
citado por MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”,
p. 52, #12. Notamos también que AZKARATE (“La Tardoantigüedad”,
pp. 102-4) acoge con entusiasmo la idea de la Lengua Común
y la hipotética coyuntura política que la posibilitaría,
para explicar o iluminar la presencia o influencia merovingia
al sur de los pirineos
observada en yacimientos como Aldaieta.
40 MICHELENA, “Sobre
La Historia de la Lengua Vasca”, p. 18.
41 SÁNCHEZ
ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, y sobre todo
el capítulo apéndice “Los vascones vasconizan
la depresión vasca”
que antes (1972) había aparecido también en Orígenes
de la nación española. Estudios críticos
sobre la historia del reino de Asturias.
42 SÁNCHEZ
ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, p. 214.
43 MICHELENA, “Lengua
común y dialectos vascos”, p. 53, #13.
44 SÁNCHEZ
ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, pp. 216-7 “La
invasión vascona en las provincias vascongadas pudo ser
resultado
de la presión ejercida sobre ellos por los ejércitos
godos vencedores de los bagaudas.”
45 En la parte oriental
sí parece que la hubo, como testimonia la epigrafía
de las estelas del alto Cidacos, ESPINOSA RUIZ, “Los Castros
soriano-riojanos
del sistema Ibérico”, p. 908.
46 MICHELENA, “Lenguas
indígenas y lengua clásica en Hispania”, p.
212, n. 35.
gorantz-arriba
RETRATO
ETNO-LINGÜÍSTICO DEL PASILLO PREMUSULMÁN
Aquí
nos interesan sobre todo dos cuestiones. Por un lado si la frontera
que estudiamos tiene sus orígenes en antiguas divisiones
étnicas y / o lingüísticas. El otro tema, más
específico, es si en periodos premusulmanes se observan
indicios de habla vasca o vascoide en el Pasillo, y sobre todo
en su flanco meridional, en las estribaciones del Sistema Ibérico.
Según
Estrabón, los berones, quienes habitarían la mitad
oriental del Pasillo, serían celtas: “los celtas,
que hoy se llaman Celtiberos y Berones”1
. El hallazgo de cuatro téseras de hospitalidad en Uaracos
(Custodia de Viana) parece confirmar esta relación entre
los dos pueblos, aunque también “los hallazgos metálicos
localizados en este territorio, especialmente armas y broches
de cinturón, atestiguan la estrecha relación existente
con el territorio autrigón”2
. Este vínculo con los autrigones en materia cultural se
ve apoyado por otros registros: la ya mencionada alianza militar
en apoyo a Pompeyo 3; y,
según Albertos, la pertenencia de parte del territorio
berón (la Rioja Alta) a la denominada ‘zona onomástica
cantábrica’, que también incluiría
Autrigonia 4. Estos diversos
vínculos entre los dos pueblos que compartieron el Pasillo
sugieren que la inevitable frontera que los separaba no tendría
por qué tener demasiado trascendencia étnica y /
o lingüística.
Mapa
IV: El Pasillo en periodo imperial
Por otro lado, se ha sugerido
recientemente que los berones (o por lo menos un grupo anónimo
situado en el extremo sur-oriental de su solar) podrían
haber hablado un idioma emparentado con el vasco. La afirmación
se sostiene en el descubrimiento de varias estelas con onomástica
epigráfica no indoeuropea en las cabeceras de los ríos
riojano-sorianos Cidacos y Linares, y con algún descubrimiento
aislado también en el alto Iregua. La onomástica
en cuestión sería Sesenco, Attasis,
Onse, Onso 5
y Agirsar 6. Los
expertos están de acuerdo en cuanto al carácter
no indoeuropeo de esta onomástica , a diferencia de la
mayor parte de la antroponimia del periodo de la Sierra de la
Demanda y del solar berón, y tampoco parece descabellado
caracterizarla como en parte vasca, o por lo menos vascoide 8.
Por lo tanto,
hay evidencia epigráfica de onomástica no indoeuropea
en la Demanda oriental. Lo que nos parece más arriesgado
es extender este estrato lingüístico a los valles
occidentales, donde aparecerá toponimia vasca durante el
Altomedievo. Arriesgado por dos motivos:
- porque la distancia (geográfica,
cronológica, filológica, tipológica, etc.)
entre la epigrafía soriano-riojana (oriental) y el euskera
toponímico altomedieval (occidental) es considerable;
- y porque la onomástica epigráfica
de periodo romano de esos valles occidentales es indoeuropea,
e incluso fuertemente romanizada.
La distancia cronológica
entre los dos fenómenos abarca más de medio milenio,
mientras, por tipología nos referimos a la dificultad de
comparar epigrafía funeraria antroponímica con el
contenido toponímico de la diplomática cenobítica.
Lingüísticamente, la toponimia descriptiva de la diplomática
medieval es fácilmente inteligible a partir del euskera
‘moderno’9
, muy lejos de esta antroponimia de aparencia sólo vascoide
y no claramente vasca. Aunque estas comparaciones son en cierto
modo quizás injustas, pues no existe, por ejemplo, diplomática
del periodo romano, creemos que sirven para ilustrar la peligrosidad
de vincular los dos fenómenos, a través de centenares
de años huérfanos de indicios empíricos.
En términos
puramente geográficos, la epigrafía vascoide soriano-riojana
se concentra en un radio de 15 kilómetros alrededor de
Santa Cruz de Yanguas en el alto Cidacos. Sin salir de este reducido
espacio, existe un solo ejemplo (dudoso 10)
al oeste del interfluvio Cidacos-Iregua, el de San Andrés
de Cameros, que además está en la misma cabecera
del valle (en este caso en el río Piqueras, afluente del
Iregua) apenas una docena de kilómetros de Santa Cruz de
Yanguas. A partir de este hapax de problemática caracterización,
nos parece equivocado deducir la existencia de antroponimia vasca
en los valles centrales y occidentales de la sierra. Pues los
valles donde luego aparecerá el euskera altomedieval (Tirón
y Oja) distan prácticamente 50 kilómetros ‘sierra
a través’ de San Andrés de Cameros. Y es más,
la antroponimia que aparece en ellos en periodo romano es totalmente
compatible con una población indoeuropea, más específicamente
con lo que Albertos denomina la “zona onomástica
cantábrica-septentrional”11
, e incluso con un sorprendentemente alto grado de romanización
12.
En conclusión,
sugerimos que, en el contexto espacial y temporal en que se encuentran
las estelas riojano-sorianas, debería pesar más
la presencia vascona durante el periodo romano en Calahorra (centro
jerarquizador natural de esas tierras) que la diplomática
medieval del otro extremo de la sierra 13.
A la hora de caracterizar la Beronia prerromana en términos
lingüísticos deberíamos partir de una identidad
esencialmente celtibérica 14,
aunque esto no supone negar que hubiera contactos con e influencias
de pueblos no indoeuropeos, como testimonia el bronce de Ascoli
15, así como la
mencionada epigrafía soriano-riojana.
En cuanto a la
etnicidad y lengua de los autrigones, Estrabón
comenta que los nombres de los alótriges y de
los bardietas son malsonantes e ininteligibles 16.
Estos bardietas serían los várdulos mencionados
en otras fuentes 17, mientras
la mayoría de los investigadores opinan que los alótriges
corresponderían a los autrigones. Mela hace un
comentario semejante, aunque en referencia a sub-grupos cántabros,
lo cual bien podría incluir a los autrigones . Por lo tanto,
¿podemos concluir que el habla de este pueblo sería
no indoeuropea? pues las distintas hablas celtas (e incluso hablas
indoeuropeas pre-celtas, como el lusitano) de la Meseta y de otros
lugares no reciben semejantes descalificaciones, que parecen reservarse,
pero a la vez repetirse con insistencia, para los pueblos de la
cordillera y litoral cantábrico .
En contraste, los
registros arqueológico y toponímico parecen contradecir
estas noticias y sugieren un pueblo indoeuropeo. Las estelas oikomorfas
encontradas en La Bureba y en los Montes de Oca se asemejan a
las utilizadas por los senones (curso medio del Sena) galos 20.
La toponimia autrigona conservada por los autores clásicos
es casi exclusivamente indoeuropea 21,
mientras que para el teónimo Vurouius (> ‘Bureba’)
también se ha sugerido un origen celta 22.
En realidad la situación lingüística sería
aun más compleja, pues incluso dentro del registro indoeuropeo
se detectan distintos estratos más o menos arcaicos. Así
la tésera de hospitalidad encontrada en La Mesa de Belorado
presenta rasgos arcaicos propios del celtíbero que sugieren
“una relativamente antigua separación del tronco
celta común”23
(¿Iª Edad de Hierro?), y que por tanto la aleja de
los rasgos belgas (IIª Edad de Hierro), tanto toponímicos
como arqueológicos, identificados por Solana Sainz.
Las antes
referidas denuncias genéricas de ininteligibilidad por
parte de los autores clásicos quizás sugieren sustratos
no indoeuropeos, pero no por eso necesariamente vascos. Que se
extienda el mismo juicio a gran parte de la Cordillera Cantábrica
debilita, sin imposibilitar, tal identificación, y observamos
que no se incluye la lengua de los vascones en este grupo de idiomas
impenetrables. La única excepción concreta al panorama
cultural y lingüístico indoeuropeo de Autrigonia sería
el segundo elemento del topónimo Uxama Barca, que parece
derivarse del vasco ibar (= ‘vega’, cf. también
ibai = ‘río’), una lectura fundamentada, sobre
todo, en la aparición epigráfica del gentilicio
UXAMA IBARCENSIS en sendas estelas de Quintanilla de las Viñas
y Astorga 24.
¿Cómo
se puede resolver esta contradicción entre lengua anecdóticamente
no-indoeuropea, pero a la vez mayoritariamente celta según
el registro toponímico y epigráfico? Michelena,
basándose en los territorios habitados por várdulos,
caristios y vascones, sugiere una solución diglósica:
un modelo de bilingüismo clasista que explicaría el
contraste entre la dominante epigrafía indoeuropea analizada
por Albertos y las firmes (pero apenas visibles hasta la Edad
Media) raíces que parece tener el euskera en este espacio
25. La explicación
diglósica contempla un desajuste social entre una clase
dominante celta, que daría nombres a las estructuras políticas,
y cuyos miembros serían los únicos en dejar constancia
epigráfica de su onomástica personal, y una mayoría
vascófona.
Una situación
equivalente explicaría algunas de las percibidas contradicciones
evidenciales observadas en Autrigonia. Lo más prudente
sería pensar en un espacio dominado por pueblos de estirpe
indoeuropea, aunque incorporando también a contingentes
preindoeuropeos, algunos de los cuales, sobre todo en el extremo
nororiental podrían ser vascófonos. Creemos que
éste es el pensamiento que está detrás de
la evaluación repetida por muchos autores de que una
parte de los autrigones hablaría euskera, y las posturas
matizadas de Michelena 26,
Caro Baroja 27 y Tovar
28 parecen las
más acertadas. Rechazamos las interpretaciones monolingüistas
de ambos extremos, tanto la postura extremamente indoeuropeista
de Solana, que no explica lo de Uxama(i)barca 29,
pero tampoco habría que ir al otro extremo y considerar
vascófona a toda la Autrigonia, tendencia que conduce a
Fatas a expresarse en los siguientes términos: “Deben
rechazarse las afirmaciones, a menudo tan tajantes como gravemente
erradas, de que los autrigones son un pueblo del mismo ‘grupo
étnico preindoeuropeo’ que los vascones (pág.
159), lo que sorprenderá a quienes conozcan los bien fundados
y nada incógnitos trabajos sobre la paleotoponimia de Autrigonia”
30. Demasiadas veces el
importante matiz espacial desaparece en las obras de autores que
buscan situar a estos contingentes vascófonos no en el
extremo nororiental de Autrigonia, cerca de Uxama(i)barca, sino
en la Demanda, 80 kilómetros al sur.
Desde luego, no
podemos demostrar que no se hablara euskera en la Demanda prerromana,
pero sí podemos afirmar dos cosas:
- que el euskera que emerge en tal
espacio en la documentación altomedieval está estrechamente
vinculado al habla del País Vasco meridional-occidental
altomedieval, y no muestra ningún indicio de ser un islote
lingüístico aislado durante un milenio. La divergencia
entre el euskera alavés que observamos en la documentación
medieval y el demandés es prácticamente nula, y
por lo tanto no pueden ser, no son, dos dialectos euskéricos
distintos separados durante un milenio.
- Y que la mayoría de los
fenómenos lingüísticos observados se explican
más fácilmente por fenómenos históricos
conocidos: la presencia vascona en Calahorra en el periodo romano
podría explicar el afloramiento de onomástica vascoide
en los valles orientales, mientras la convergencia política
entre Álava y la primitiva Castilla durante los siglos
VIII y IX explicaría el euskera altomedieval de los valles
occidentales, hipótesis que desarrollaremos en capítulos
posteriores.
Que el euskera
alavés que llegó a la Demanda en el Altomedievo
pudo echar tan firmes raíces por encontrarse ya con un
dialecto milenario no-indoeuropeo, por encontrarse en tierra fértil,
es una posibilidad, pero sólo una posibilidad y sin evidencia
alguna, y no debería convertirse en la hipótesis
principal.
En resumen, el
Pasillo parece haber sido ocupado por pueblos esencialmente celtas,
que comparten antroponimia, cultura material, y alianzas políticas.
Necesariamente habría una frontera entre ellos, y la analizaremos
más adelante, pero no tiene visos de haber sido una de
las grandes divisorias etno-lingüísticas de la Península.
Indicios tardoantiguos de población
vascófona
En la Translación del
glorioso cuerpo de nuestro padre San Felices, texto hagiográfico
de finales del siglo XI 31,
se relata la milagrosa cura en Oca de una mujer llamada Andercea
de Puras, acontecimiento que ocurriría durante el
traslado del cuerpo de San Felices desde Oca hacia Bilibio, y
por lo tanto hacia finales del siglo V o principios del siglo
VI. Desde luego, escrito medio milenio después de lo “acontecido”,
no es el testimonio más inmediato ni el más fidedigno,
pero llama la atención el nombre de la curada – Andercea,
de aparente etimología vasca. Sin embargo, los nombres
migran con las personas, y si añadimos las dificultades
inherentes a las fuentes hagiográficas y sobre todo la
tardía redacción de ésta, esta anécdota
es muy poco a partir de la cual postular una numerosa población
vascófona en nuestra región.
Antroponimia
de la Vita Sancti Aemiliani:
nombre,
capítulo (status y / o procedencia)
Abundancio, #26 (senador cántabro) Juan,
#0 (obispo)
Armentario, #8 (monje) Leovigildo,
#26 (rey visigodo)
Aselo, #27 (presbítero) Máximo,
#16 (curial)
Bárbara, #9 (de Amaya) Millán,
#0 (presbítero)
Citonato, #1 (abad) Nepociano,
#15 (senador)
Columba, #16 (hija del curial Máximo) Potamia,
#1 (religiosa)
Dídimo, #5 (obispo de Tarazona) Proseria,
#15 (mujer del senador Nepociano)
Eufrisia, #30 (de Banonico) Sempronio,
#24 (ladrón)
Eugenio, #14 (conde) Sibila,
#13 (siervo)
Eugenio, #0 (diácono) Sicorio,
#11 (senador)
Felices, #2 (varón santísimo de Bilibio) Sofronio,
#1 (presbítero)
Geroncio, #1 (presbítero) Toribio,
#24 (ladrón)
Honorio, #17 (senador, de Parpalines) Tuencio,
#13
Que contemplamos este dato tan aislado
y contaminado es en sí un indicio de la parquedad de información
que tenemos sobre la lengua y / o onomástica del Pasillo
durante la Tardoantigüedad. La cronística apenas aporta
nada al respecto, y prácticamente la única fuente
que nos ofrece una visión de la vida cotidiana durante
este periodo es la Vita Sancti Aemiliani. De nuevo estamos ante
una fuente hagiográfica, aunque en este caso redactada
pocos años después de lo relatado 32,
y no tenemos porqué pensar que, en términos generales,
la onomástica contenida en ella no sea representativa de
nuestro espacio en ese momento, aunque algunos de los individuos
nombrados proceden de la zona de Amaya, mientras por otra parte
parece probable que las clases nobles son desproporcionadamente
representadas. Con todas sus limitaciones, a partir de la Vita
deberíamos concluir que el somontano ibérico de
mediados del siglo VI no muestra indicios de ser vascófono,
ni en el (escueto) registro toponímico (Banonico, Berceo,
Bilibio, Parpalines, Prato), ni en el antroponímico detallado
en la tabla adjuntada.
La cronología
de la Vita de San Millán no imposibilita que en algún
momento del siglo VII hubiera un influjo de población euskaldún
hacia el Pasillo, quizás como resultado (¿refugiados,
cautivos, emigración forzada?) de las campañas visigodas
contra los vascones. Gracias al texto Cogolla1, sabemos que en
759 la onomástica vasca ya es una realidad en el somontano
ibérico (concretamente, en San Miguel de Pedroso), y puesto
que una cronología visigoda atraía a Michelena exploraremos
esta posibilidad en otro capítulo, limitándonos
aquí a señalar que en la hagiografía emilianense
no hay rastro de onomástica vascoide.
arriba
1 ESTRABÓN,
Geographia, III.4.5.
2 BURILLO MOZOTA, Los celtíberos,
pp. 184-5.
3 “... in Berones
et Autricones progredi sunt”, TITO LIVIO, Ab urbe condita,
XCI.
4 Para Albertos la onomástica
de la Rioja Alta, como la de la mitad septentrional de Burgos,
correspondería a lo que denomina la zona Septentrional
o Cantábrica, mientras “la Rioja Alavesa y parte
de Navarra, la parte meridional de La Rioja” se integrarían
en la zona onomástica Celtibérica. Esto parece dividir
el solar Berón en dos zonas onomásticas distintas.
ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica personal en las inscripciones
romanas de Álava”, p. 35.
5 Estos cuatro nombres de los yacimientos
de La Laguna (Villar del Río), Valdecantos (Santa Cruz
de Yanguas), Navabellida (Oncala) y El Collado
respectivamente, todos ellos en el extremo nordeste de Soria limítrofe
con la Rioja, cf. ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano- riojanos
del sistema Ibérico: nuevas perspectivas”; GORROCHATEGUI,
Notas de Conferencia, 2003.
6 Agirsar aparece
en una estela de San Andrés de Cameros, cf. RUBIO MARTINEZ,
“Una estela funeraria en San Andrés de Cameros, La
Rioja”.
7 “La onomástica
refuerza el no celtismo que acabamos de ver en los temas y símbolos
funerarios”, ESPINOSA RUIZ, “Los castros soriano- riojanos
...”, p. 908.
8 GORROCHATEGUI sugirió
que Agir- fuera íbero en “The Basque Language and
Its Neighbors in Antiquity” (1995, pp. 54-5), pero describe
los demás nombres citados como vascones (Notas de Conferencia,
2003), y en 2005 califica Agirsenio como “tanto ibérico
como vasco” (Conferencia “Las lenguas de los Pirineos
en los tiempos antiguos”, 10-11-2005). En general, otros
autores acogen la hipótesis vasc(on)a: “si, como
parece, estas inscripciones son atribuibles a la lengua vasca
...”, KNÖRR BORRÀS, “El euskera en tierras
del romance”, p. 46; “en pleno territorio celtíbero
podían haber subsistido núcleos de hablantes de
una o más de una lengua indoeuropea precelta (de tipo lusitano
o alt-europäisch), así como quizá también
de alguna lengua preindoeuropea (afín al vasco o incluso
al ibérico)”, GARCÍA ALONSO, La Península
ibérica ..., p. 493.
9 Explicamos la aplicabilidad
de este adjetivo al euskera medieval de la Demanda en el capítulo
La cronología del vascuence al sur del Ebro.
10 Recordamos que Argisar se considera
por Gorrochategui tan próximo a la antroponimia íbera
que a la vasca.
11 ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica
personal en las inscripciones romanas de Álava”,
pp. 33-61. MARTÍNEZ SÁENZ DE JUBERA (“Onomástica
vasca en La Rioja”, p. 482) nos informa que “perviven
con fuerza los testimonios indígenas” en los valles
del Iregua y del Najerilla, pero la onomástica lapidaria
conservada es indoeuropea, como por ejemplo el conocido nombre
céltico Segontius que aparece incluso en el País
de Gales (Caernarfon). Más al oeste, en el valle del Tirón,
la onomástica indígena también es caracteristica
de la “zona onomástica cantábrica-septentrional”
de Albertos (supra): Acivo, Albus, Alebbius, Alionus, Ambatus/a,
Boutia, Burga, Caelalionus, Camalus, Iacometa, Latturus, Ligirus,
Loca, Magl(a)ena, Medica, Murca, Peditaga, Petacus, Quemia, Reburrus,
Secontius/a, Seggeius, Segilus/a, Surilla, Uqulanca y Vigganus/Viganica,
REYES HERNANDO, El conjunto epigráfico de Belorado, pp.
113-121. Aguas arriba en el mismo valle la onomástica es
casi todo romana, con la única excepción del nombre
Orgelemo, cf. PETERSON, “La onomástica personal en
el Valle de San Vicente”.
12 “... el valle de
San Vicente fue intensamente romanizado en consonancia con lo
que ocurría en su entorno inmediato”, APARICIO BASTARDO,
La antigua iglesia de Santa María, p.7.
13 “Con toda probabilidad
las gentes del Alto Cidacos y ríos adyacentes estaban adscritas
a Calagurris mediante adtributio o mediante cualquier otra suerte
de dependencia [...] No extraña lo anterior, teniendo en
cuenta que Calagurris se localiza en la salida al Ebro del Cidacos,
que por este río discurría una vía secundaria
hacia la Meseta y que Calagurris tuvo un poderoso ascendiente
en el territorio de las estelas, simple prolongación del
cual fue su posterior integración en la diócesis
calagurritana”, ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos
...”, p. 908.
14 Y por tanto indoeuropea: “una
lengua netamente céltica, cuya asignación a esta
familia no representa hoy día ninguna duda [...] la idea
tradicional, ampliamente
extendida, de que el celtibérico pueda ser una especie
de lengua mixta entre ibérico y celta debe ser desechada
radicalmente”,
GORROCHATEGUI, “La lengua de las poblaciones prerromanas...”,
p. 16. También cf. BURILLO MOZOTA, Los celtíberos,
p. 182.
15 89 a.C., aparentemente
de Libia en el extremo occidental de Beronia, y sin embargo con
onomástica que, según GORROCHATEGUI (”Las
lenguas de los Pirineos
en los tiempos antiguos”), parece íbera: LIBENSES
/ BASTVGITAS ADIME(L)S F./ VMARILLVN TARBANTV F.
16 En realidad, comenta
que los nombres de otros pueblos son aun peores, “nadie
encontrará placer en oir nombres tales como los de pletauros,
bardietas y allotrigas, y otros aun más malsonantes y oscuros”,
ESTRABÓN, Geographia, III 3, 7, traducción de CARO
BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”,
p. 50.
17 “[Los celtas berones]
confinan también con los Bardietas, a los que ahora denominan
Bárdulos”, ESTRABÓN, Geographia, III 4, 12.
18 “... entre los cántabros
hay algunos pueblos y ríos cuyos nombres no puede pronunciar
nuestra boca”, POMPONIO MELA, Chorographia,
III.1.15; citado por CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis
del vascoiberismo”, p. 56.
19 “El convento lucense,
aparte de los célticos y lemavos, comprende a dieciséis
pueblos desconocidos y con nombres bárbaros”, PLINIO
EL VIEJO, Naturalis Historia, III 28, citado por CARO BAROJA,
“Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p.
44; asimismo, para el cordobés SENECA, el cántabro
guardaría relación con el corso, juicio que no merece
ninguna de las hablas meseteñas, CARO BAROJA, ibid., p.
56.
20 SOLANA SAINZ, “Autrigones”,
p. 161.
21 “Toponyms found
in the territory of the Autrigones such as Deobriga [...] are
purely Indo-European”, GORROCHATEGUI, “The Basque
Language and Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA
ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 460-1, clasifica
la toponimia autrigona de la siguiente manera: Flaviobriga como
un híbrido latino-celta; Nerva y Salionca como topónimos
indoeuropeos preceltas del tipo alt-europäisch; de clasificación
incierta, Antequia; y claramente celtas a Uxama, Segisamonculum,
Deobriga, Vindeleia, y Virouesca (este último “con
algo menos de claridad”). Queda (Uxama) Barca, cuyo análisis
afrontaremos a continuación.
22 SOLANA SAINZ, “Autrigones”,
p. 161. Es muy posible que, como sugiere este autor, el hidrónimo
Garoña (así como el también burgalés
Guareña, y muchísima hidronimia menor con el sufijo
–oña, cf. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado:
Toponimia y Antropología, p. 62) también tenga un
origen céltico. Sin embargo, esta lectura no es unánime
(GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ...,
pp. 407-8, resume las distintas posturas - céltico, ligur,
ibérico y vasco - en torno a la clasificación de
Garoña para concluir que “hoy por hoy, es imposible
inclinarse por una o por otra”) y puesto que este hidrónimo
no aparece en la literatura antigua dejaremos al margen su testimonio
por el momento.
23 GORROCHATEGUI “La
lengua de las poblaciones prerromanas...”, pp. 16-17.
24 ALBERTOS FIRMAT, “A
propósito de la ciudad autrigona de Uxama Barca”,
pp. 281-291; GORROCHATEGUI, “The Basque Language and
Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA ALONSO,
La Península ibérica ..., pp. 289-90.
25 Indicios epigráficos
del euskera del periodo romano eran prácticamente inexistentes
hasta el descubrimiento de la epigrafía de Lerga (Navarra)
en 1960, GORROCHATEGUI, “The Basque Language and Its Neighbors
in Antiquity”, pp. 53-4.
26 “Cuando se habla
del vascuence medieval en tierras de la Rioja y Burgos, se da
por sentado que o es antiguo (hipótesis poco probable,
ya que el territorio autrigón al sur del Ebro, los Turmogos
y más aún los Berones parecen haber tenido una lengua
propia muy distinta), o ha sido introducido hacia los siglos IX-X.
Con todo, queda una tercera alternativa: que la lengua ya empezara
a ser llevada allí entre los siglos V y VIII por gente
que bien cruzó el limes pacíficamente o bien fue
obligada a establecerse al sur de él”, MICHELENA,
“Lenguas indígenas y lengua clásica en Hispania”,
p. 212, n. 35.
27 ”... esta lengua
[el vasco] se ha hablado en la época romana en el territorio
ocupado por los vascones (en parte), várdulos, caristios
y autrigones (en parte)”,
CARO BAROJA, Los pueblos del norte de la península ibérica,
pp. 101-102.
28 “... no hay duda
de que los territorios de Vascones, Caristios y Várdulos
(y posiblemente de Autrigones) fueron ya entonces, por lo menos
en su parte septentrional, territorio de lengua euskera”,
TOVAR, Mitología e ideología ..., p. 195.
29 "No cabe duda de
que el valle de Nervión debió de ser un límite
de freno de esta lengua vernácula [el euskera]; por eso
podemos decir que los autrigones no tuvieron influencia vasca,
ni fueron vascos, como algunos han pretendido demostrar, sino
centroeuropeos, como lo confirma su toponimia y onomástica
más antigua", SOLANA SÁINZ, Autrigonia romana.
Zona de contacto Castilla-Vasconia.
30 FATÁS, “El
Ebro medio, trifinio paleohispánico”, en Los pueblos
prerromanos del norte de Hispania, p. 49. La página citada
por Fatás refiere
a la obra de RICO, Pyrénées Romaines. Essai sur
un pays de frontière.
31 Biblioteca de la Real
Academia de la Historia, Códice #59, ff. 145r-152v, citado
por VALDIZÁN, Recuerdos históricos de la ciudad
episcopal de Oca, p.
21. Existen dudas sobre la autoría de esta hagiografía,
y Valcarcel lo atribuye a un ‘falso Grimaldo’, VALCÁRCEL,
La 'Vita Dominici Silensis'
de Grimaldo, p. 89 y ss.
32 Fue redactada por Braulio
de Zaragoza hacia 636, mientras los acontecimientos relatados
ocurrirían durante las décadas centrales del siglo
VI, puesto que la tradición
fecha la muerte del ya centenario Emiliano de Berceo hacia el
año 574, CASTELLANOS GARCÍA, Poder social, aristocracias
y ‘hombre santo’ ..., p. 33.
33 MICHELENA, “Lenguas
indígenas y lengua clásica en Hispania”, p.
212, n. 35.
arriba
La
toponimia diplomática (siglos IX y X)
La toponimia vasca en Castilla es una realidad comprobable a partir
del primer momento en que tenemos acceso a documentación
cenobítica; a continuación ofreceremos una relación
de voces que razonablemente podemos pensar que corresponden a
tal estrato lingüístico, aun reconociendo que no siempre
es sencillo identificar qué podría ser un topónimo
vasco. A diferencia de otros capítulos trabajaremos casí
exclusivamente con el registro toponímico, por motivos
que explicaremos en un breve apartado dedicado a la antroponimia.
En la relación toponímica que sigue, sólo
contemplamos los textos referentes al Pasillo anteriores al año
mil, puesto que nuestro interes en el tema aquí es esencialmente
la cronología de los inicios. No obstante, esta toponimia
no desaparece después del año mil, y en algunos
casos está plenamente visible todavía hoy. El año
mil nos ofrece un hiato conveniente que nos permite analizar un
corpus de tamaño manejable y así contrastar cuantitativamente
la presencia de esta toponimia en Castilla y en las tierras riojano-navarras,
pero notamos que incluso si se extendiera la fecha límite
hasta 1050 tampoco se alterarían demasiado los resultados,
pues no será hasta mediados del siglo XI que aparece la
toponimia en –uri, tan conocida y tan característica
de la zona altorriojana. En la mayoría de los casos sólo
citaremos el primer ejemplo de cada topónimo, pero en casos
puntuales seguiremos la pista de algunos de los topónimos
mejor documentados (Faranlucea, por ejemplo) más allá
del cambio de milenio para observar su evolución hacia
formas más castellanas.
En cuanto al espacio contemplado, en la parte
oriental nos limitaremos al territorio al sur del Ebro, mientras
en la parte occidental (a partir de las Conchas de Haro) los Montes
Obarenes marcarán nuestro límite septentrional.
Hacia el sur, nos adentraremos más en la Sierra de la Demanda
que lo que hemos hecho en otros capítulos, ya que esta
toponimia tiene una vertiente serrana muy pronunciada.
Hemos intentado adoptar una postura crítica
y responsable a partir de nuestra limitada competencia en cuestiones
filológicas y ante la propia opacidad de mucha de la toponimia
conservada en los textos más antiguos. Por lo tanto, hemos
incluido en el siguiente glosario sólo los topónimos
más transparentemente vascos, otros pocos totalmente oscuros
en cuanto a etimología pero cuyo contexto hace muy posible
un origen vasco, y algunos otros para los cuales se ha sugerido
una etimología vasca en algún momento, cuya validez
queremos averiguar o cuestionar.
Glosario de temprana toponimia vasca al sur del
Ebro
1. Adefeterra, 972 (Cardeña156),
Sierra de la Demanda. Pastizal cuyo sufijo, por lo menos, parece
vasco: –ederra = ‘hermoso’ en el sentido toponímico
de amplitud, cf. Larrehederra. Si aquí la /f/ representa
una aspiración residual, el primer elemento es quizás
una sonorizada at(h)e = ‘puerta’ o ‘collado’
en un contexto oronímico, y quizás estamos ante
el nombre vasco del actual Collado Hermoso (Fresneda) u otro pastizal
homónimo.
2. Alfoheta (Cella), 959 (Cogolla77),
Cárdenas. “Sancte Marie, quod vulgo dicitur Cella
Alfoheta”. La cuestión esencialmente es ¿a
qué ‘vulgo’ se refiere el texto?, y esto fue
objeto de un debate de cierta trascendencia dado que se proponía
como el mejor (casi único, en realidad) ejemplo de temprana
toponimia euskérica al oeste del valle del Oja . Intervendrían
primero Gómez Moreno y luego Michelena defendiendo una
etimología árabe, mientras Cortázar, Irigoyen
y San Sebastián optaban por un origen vasco . Aunque Michelena,
a partir de Serrano, hablaba de Alboheta con /b/, y utiliza la
presencia de la bilabial para defender un origen árabe,
la consulta del Becerro indica claramente la ortografía
Alfoheta a partir de la cual argüía Irigoyen por una
etimología vasca. No parecían conocer la existencia
de otro pequeño pero fidedigno (Cogolla77 es apócrifo)
texto emilianense (Cogolla182, 1028) que parece mencionar el mismo
topónimo (el contexto espacial es, grosso modo, el mismo),
aunque con una forma algo divergente - fonte Albohelete. Quizás
la causa arabista se refuerza un poco con esta ‘nueva’
aportación, sobre todo con la aparición de la ‘b’
y la terminación ‘-ete’ con un aire más
semítico que ‘eta’ que se asemeja más
a formas vascas (y latinas).
3. Amurrihuri, 989 (Cogolla101),
¿Ea-Obarenes? Oscuro, tanto en cuanto a la etimología
de su primer elemento, como en ubicación. El texto proviene
del monasterio mirandés de San Esteban de Salcedo, y quizás
hace referencia a la cuenca del río Ea, al sur de los Montes
Obarenes, cf. Murriuri “qui est super Corecha, in facie
Zufiuri” (Cogolla421, 1075), y sobre todo si Corecha = el
actual Oreca, un kilómetro al oeste de Anguciana y otro
al norte de Cihuri. Quizás deberíamos pensar en
un antropónimo como el primer elemento, acaso presente
también en el topónimo alavés Amurrio.
4. Arando (sierra de) 922 (Fueros49),
Sierra de la Demanda. También Cogulla de Aranda (934?,
Condes9). Dos textos irremediablemente apócrifos pero que
concuerdan en este orónimo con última vocal vacilante,
luego avalado en el siglo XIV por el Libro de Montería
de Alfonso XI en referencia a San Millán de Arandio. Aunque
morfológicamente compatible con un origen vasco, no tiene
una etimología de las más transparentes, y Michelena
cita Arando y Arandia como topónimos con significados radicalmente
diferentes . Además, si pensamos en una etimología
a partir de Haran (= ‘valle), en este contexto cronotópico
esperaríamos una ‘H’ inicial, y quizás
algún tipo de sufijo pluralizante. La forma Aranda también
es hidrónimo (Silos17, 1073) y conocido topónimo
poblacional, lo cual quizás influyó en la tardía
redacción de Condes9 (el apócrifo Fuero de Canales)
a partir de una forma oronímica original con ‘o’
final. Además, hay que tener en cuenta que el objeto nombrado,
una sierra entera, es radicalmente diferente a los demás
casos contemplados en este glosario, circunstancia que unida a
la opacidad de la etimología y el caracter apócrifo
de los textos tempranos, hace poco aconsejable basar teoría
alguna en esta voz.
5. Arbión / Orbión,
934? (Condes9), Canales. ¿= (río) Urbión?
Urbi está recogido por Michelena con el significado de
‘dos aguas’ en el sentido de una confluencia , aunque
recordamos que Villar cuestiona el origen vasco de esta hidronimia
en ur- sugiriendo un origen indoeuropeo a partir de *(a)wer-/(a)ur-
. Fuera ya del Pasillo, los otros hidrónimos burgaleses
que parecen compartir la misma raíz (ya sea vasca o indoeuropea)
aparecen por primera vez en textos de 949 (Urbel , Cardeña66)
y 1041 (Ura (Huram), Silos9). Observamos otros ejemplos de vacilación
en la vocal inicial, por ejemplo Irunia - Erunia - Urunia –
Arunga (q.v).
6. Bagibel, 953 (Albelda20),
Alto Leza? . Otra aparicion en el mismo texto como Baibel, sin
‘g’. Gibel = ‘parte posterior’ aparece
como sufijo toponímico en algunos casos como Arrataguibel
(>Arratibel), Echaguibel, Mendiguibel etc. , pero esta solución
quizás dejaría un primer elemento demasiado breve.
No tenemos constancia de la aparición de este nombre en
los tratados sobre la onomástica vasca en la Rioja, lo
cual se podría considerar quizás como un juicio
negativo ex silentio sobre su candidatura como topónimo
vasco, si no fuera que la documentación albeldense ha sido
mucho menos estudiada que la altorriojana y quizás este
topónimo haya pasado desapercibido.
7. Barticare, 959 (Cogolla79),
Grañón. No está claro que sea un vasquismo,
y lo incluimos aquí sólo por el parecido entre su
sufijo y el de otros topónimos que sospechamos corrupciones
castellanizantes de un original *-uri o *-ori hacia la terminación
–are corriente en castellano. La ortografía más
tardía Barticari (Cogolla2/170, 1088) apoyaría esta
hipótesis si no fuera que en el próximo valle del
Oja la toponimia en –uri y –ori ya es una realidad
muy extendida, y podríamos estar ante la vasquización
de un topónimo originalmente romance, justo el proceso
inverso. Sin embargo, la aparición en la documentación
cardeniense de villa Uarticuri (Cardeña231, 1032) en otro
contexto espacial (Juarros), aunque en sí un poco posterior
para ser incluido en este glosario, indica que la hipotética
forma ‘original’ que postulamos para Barticare es
por lo menos una posibilidad .
8. Benifederra, 959 (Cogolla81),
Sierra de la Demanda. Según Merino Urrutia la forma actual
es todavía Benederra “nombre de una fuente situada
en el camino de subida desde Escaray [sic] al cerro de San Lorenzo,
que vierte sus aguas al arroyo Urdanta” . De nuevo observamos
el adjetivo ‘ederra’ en referencia a pastizales demandeses
(cf. Larrehederra, Adefeterra), y de nuevo con posible aspiración
inicial. Por lo demás, la toponimia en esta (apócrifa)
lista de pastizales emilianenses parece romance: “. “baccarizas
et proprio locis possidendi in Pratiella, in Penniellas, in Fratre
agosto, in Laccuniellas, in Refoio, in Losiellas, in Billar de
Monnio Barba, in Benifederra et in Soiuela”.
9. Betoza, 943 (Albelda9), Albelda.
Morfológicamente próxima a algunas voces vascas
actuales , si apareciese tal topónimo en un contexto más
occidental, más agreste o más euskaldún,
no dudaríamos a la hora de proponerlo como un vasquismo.
Aquí, en cambio, en el entorno de Albelda y en un contexto
onomástico completamente semítico, no pasa del grado
de posibilidad.
10. Coscorrita, 942 (Cogolla46),
Montes de Oca; y 972 (Cardeña154), Juarros. Este topónimo
se aplica a por lo menos tres lugares dentro del Pasillo, las
dos veces citadas en Castilla antes del año mil, y en la
Rioja Alta en 1051 (Cogolla281). Generalmente las etimologías
propuestas incorporan un primer elemento vasco , pero el sufijo
es más difícil de descifrar. El diminutivo romance
en –ita no es corriente en este periodo o espacio, y quizás
habría que pensar en un abundancial del tipo –eta
(posible tanto en latín, Fraxeneta (Cogolla95), como en
euskera Bagoeta (Cogolla180)) aunque en este caso no está
claro de dónde emerge la /i/ común a casi todas
las apariciones toponímicas, pero ausente de la aparente
radical Cozcorra (Ibeas11, 1151) . También es llamativa
la abundancia de una sola forma desinente y quizás híbrida
(vasco-romance, si se aceptara la hipótesis de un diminutivo
castellano afijado a una radical vasca) y nos preguntamos si no
sería fruto de una pretérita absorción del
étimo vasco por el castellano, en cuyo caso indicaría
una cronología bastante anterior a esta primera aparición
diplomática en 942.
11. Dorquiti (otero) 964, (Cardeña113)
Alto Arlanzón. La terminación recuerda el sufijo
vasco –ti “frecuente en designaciones con idea de
lugar” , y observado en el mismo contexto cronotópico
(el mismo texto, en realidad) en Urrezti, éste último
con un primer elemento transparentemente vasco. No obstante, este
sufijo también aparece en “nombres propios medievales
de la zona castellano-vasca” , y la forma aquí es
muy próxima a uno de éstos, Dolquiti, con sólo
un cambio de líquida como diferencia. Sin embargo, aquí
el contexto oronímico (‘otero’) debilita cualquier
etimología antroponímica, pues son infrecuentes
los casos de oronimia que incorporan nombres de persona.
12. Ebeia (aqua de), 921 (Cardeña11),
Juarros. A la vez topónimo poblacional (villa que vocitant
Ebeia, Cardeña13, 921), correspondiente al actual Ibeas,
e hidrónimo (aqua de Ebeia, Cardeña11, 921; rivo
de Ebeia, Ibeas1, 970). Posiblemente derivado del vasco ibai =
‘río’ , esta etimología no explica la
consistente /E/ inicial, prácticamente insustituible (aunque
ocasionalmente omitida) en todas las tempranas apariciones, pero
sin eco en la toponimia de esta raiz recogida por Michelena .
La actual /I/ inicial no aparecerá hasta 1196. Tampoco
sabemos porqué se introduce la /s/ (¿pluralizante?),
ausente de las formas más tempranas. En fin, lo que parecía
ser uno de los topónimos vascos más diáfonos
resulta ser todo lo contrario.
13. Egizuza (Sancti Saturnini
de), 863 (Cogolla6), Montes de Oca. “Denominación
que tiene tanto de vasco como de irremediablemente deturpado”
. Algunos de los otros lugares nombrados próximamente sugieren
una ubicación en el Alto Arlanzón / Montes de Oca,
y quizás está relacionado con el topónimo
actual Uzquiza. Éste es de “evidente raiz vasca”
según Martínez Díez, y sugiere un origen
en el fitónimo urki = ‘abedul’ (Pueblos y alfoces,
p.143) aunque en otra parte de la misma obra (p.410) opta por
eguzki = ‘sol’, en ambos casos con un sufijo abundancial
–za. Respecto de este sufijo, que encontramos también
en Betoza, Falariza y Galafaza, notamos que aparece casi siempre
en casos de etimologia oscura: topónimos más vascoides
que claramente vascos. Si es lo que parece, extraña una
forma tan moderna y desarrollada en tales fechas cuando en la
Reja de San Millán (1025) todavía dominaba la forma
larga -zaha, y cuando la demás toponimia vasca que contemplamos
también retiene esas aspiraciones intervocálicas.
14. Ezkerra, 979 (Cogolla95),
Alto Tirón. Tradicionalmente interpretado como una derivación
del homónimo antropónimo medieval con significado
de ‘zurdo’ , una interesante alternativa es a partir
del fitónimo Ezkarro, la actual versión local del
nombre del “arce silvestre”, y de aparente origen
vasco < (h)azkar, que conduce a fitotopónimos tanto
con /A/ (la mayoría) como con /E/ inicial . Esta posible
etimología se consolida ante los nombres de los históricos
asentamientos vecinos, hoy todos despoblados, Arceredillo y Arciledo
de iuso y de suso (Cogolla211 y Cogolla2/381), y la abundancia
de asentamientos fitotoponímicos en el Alto Tirón
(Avellanosa, Espinosa, Fresneda ...) algunos de los cuales aparecen
en la diplomática manejada con el nombre ‘traducido’:
por ejemplo, Elhorzaha = Espinosa (Cogolla2/361, 1129).
15. Falariza, 997 (Cogolla114),
Montes de Oca? Quizás una referencia a Alarcia en la divisoria
de aguas entre el Arlanzón (Duero) y el Tirón (Ebro),
y la inclusión de Halariza en el Fuero de Cerezo (Fueros20,
1151) parece confirmar esto. Sin embargo, la referencia a vineas
es algo desconcertante, pues se encuentra a casi 1.200m de altitud,
mientras el cenobio orginario del texto es San Millán de
Hiniestra, la mayoría de cuyos textos tempranos miran más
bien hacia la Bureba, y la zona cerca de Briviesca, en contraste
con su vecino San Felices de Oca que tienen una vocación
ganadera mucho más pronunciada. Por tanto, quizás
se trata de un asentamiento homónimo burebano. ¿Tiene
una etimología vasca? La aspiración inicial y el
sufijo (esto con alguna reserva cf. Egizuza) sugieren que sí,
y su ubicación no desdice esta posibilidad, pero los problemas
surgen a la hora de descifrar el étimo radical. Al(h)a
= ‘pasto’ es una posibilidad, aunque esta radical
no es muy fecunda, y también habría que contemplar
una solución antroponímica .
16. Faranlucea, 947 (Cogolla47),
Arlanzón. Transparente topónimo vasco ( = ‘valle
largo’), actualmente recordado en el Arroyo de Froncea,
un kilómetro al este del pueblo de Arlanzón. Uno
de los casos más interesantes dado el volumen de referencias
que ilustran la progresiva degradación de un topónimo
claramente vasco en 947 hacia la actual forma indescifrable Froncea
. En Cardeña113 (964) encontramos una posible versión
castellana del mismo topónimo (illo portillo de) Balle
Longa en el mismo contexto espacial . Si efectivamente las dos
referencias identifican el mismo lugar, si son por tanto traducciones,
resulta curioso que sea la forma vasca la que sobrevive. Es más,
quizás sugiere que el euskera en ese momento todavía
seguía vivo y comprendido en nuestro espacio, en contraste
con la (contemporánea) fosilización indicada en
la tautología de fuente Lamiturri (q.v.), y la posterior
degradación gráfica de Faranlucea hacia formas que
sugieren que el sentido etimológico era ya desconocido.
17. Findegorcia / Filigorte,
934? (Condes9), Canales. Lo incluimos aquí puramente por
su aspecto ya que su forma polisilábica nos sugiere también
una etimología vasca. Por lo menos se distancia de cualquier
evidente explicación romance, mientras la gran divergencia
entre las dos formas conservadas también sugiere incomprensión,
circunstancia que en un contexto demandés hace obligatorio
contemplar una etimología vasca..
18. Galafaza, 863 (Cogolla6),
Alto Arlanzón. cf. el topónimo actual Galarza en
el mismo entorno, que parece remontar hasta la Edad Moderna (las
Galarzuelas, Valdeages2, 1582). Estos últimos topónimos
tienen una clara etimología vasca galar = ‘arbol
seco’ + el posible abundancial –za, y esto nos ofrece
una posible etimología para la forma altomedieval Galafaza,
aunque inquieta la ausencia de la /r/ etimológica constante
en las formas recogidas por Michelena. Quizás la ‘f’
intervocálica represente una de las aspiraciones tan típicas
del euskera demandés, cf. Galharreta, forma a la vez alavesa
y altomedieval (Cogolla180, 1025).
19. Garuissaro, 945 (Cogolla37),
Montes de Oca. Garbisu – “claro [de bosque]”
y quizás zaro ”prado” , aunque en contra de
esta probable etimología fitonímica pesa la aparición
en Cardeña del antropónimo Garuisso (Cardeña151,
972). El topónimo corresponde al actual Barbíjaro
, entre Puras y Rábanos, cuya acentuación sorprendería
a partir de una etimología romance, pero no tanto con una
vasca.
20. Genestar, 934? (Condes9),
Canales. Mención aparte merecen algunas voces esencialmente
romances, que delatan ortográficamente una influencia fonética
vasca. Sugerimos que sería, por ejemplo, el caso con los
fitónimos romances de este tipo, derivados del latino genesta
= ’retama’, y equivalentes al plenamente castellanizado
Hiniestra. Lo llamativo es la conservación aislada de la
G- inicial limitada en territorio castellano a espacios donde
aparece toponimia vasca . Si el vasco es capaz de influir fonéticamente
al castellano ¿no sugiere una presencia cuantitativamente
significativa?
21. Gipuzare, 943 (Cogolla31),
Montes de Oca. Parece ser una combinación del adjetivo
gentilicio Giputz = ‘guipuzcoano’, y ‘-uri’
que indicaría un asentamiento. En la Rioja Alta aparecen
las formas Gipuzauri (1067, Cogolla364) y Gurpuzuri (Cogolla2/488,
ca. 1150). ¿Podemos considerar ‘-are’ una forma
‘castellanizada’ de -uri? A diferencia de la mayoría
de la toponimia en –uri que encontramos al sur del Ebro,
al formarse a partir de un gentilicio (también observamos
Nafarruri) en vez de a partir de un nombre propio, incorpora el
artículo vasco gipu(t)z–a-uri, y disimilación
de -a-uri daría -ari . En cuanto a la apertura de la vocal
final de /i/ a /e/, podría deberse o bien al ablativo latín
“in Gipuzare”, o bien a la abundancia de microtoponimia
romance en la zona que termina en -are (Bustare, Fenare, Palombare
etc.). Generalmente se habían considerado como las primeras
(y etimológicas) referencias a Guipuzcoa las apariciones
más tardías (siglo XI en adelante) sin /G/ inicial
del tipo Ipuscua (Peña117, ca. 1025) .
22. Gumenzula, 945 (Cogolla37),
Sierra de la Demanda. “in serra et in monte de Auca”
mientras en un texto cardeniense Gomezulla aparece “per
montes de Pineta” (Cardeña156, 972). Su identificación
con un agostadero serrano (hoy Comenzula) ubicado entre Alarcia
y el Monte Trigaza , concuerda con estas dos referencias, pues
se encuentra en la misma divisoria de aguas Ebro-Duero, límite
aproximado entre los intereses emilianenses y cardenienses. De
etimología oscura, aunque Michelena reconoce su ‘aspecto
vasco’ , la toponimia que la acompaña (Ocharana,
Larrehederra) también avala este origen. Esta voz es de
singular interés porque, aunque aparece sólo en
textos apócrifos, lo hace en dos colecciones cenobíticas
diferentes, lo cual sugiere que el contenido toponímico
de incluso los textos apócrifos es verosímil, aunque
quizás anacrónico.
23. Gutia (Collado), 934? (Condes9),
Canales. Guti = ‘pequeño’, y aparece toponímicamente
en, por ejemplo, Álava en 1257 en Gamarraguchia, hoy Gamarra
menor , y como Tapiaranguti en el Alto Oja en 1272 (Rioja4/319).
• Herramel, 945 (Cogolla37), Alto Arlanzón.
El antropónimo Herramel, nombre de un pueblo del Alto Arlanzón
hoy sumergido debajo las aguas del Embalse de Uzquiza, se interpreta
generalmente como parte del universo onomástico vasco por
su tripartita aparición en entornos vascófonos;
pues además de en el Alto Arlanzón, se observa combinándose
con –uri para dar nombre a un pueblo altorriojano, y como
patronímico del magnate alavés de principios del
siglo X, Albaro Harramelliz (Valpuesta12, 929) . Sin embargo,
aparece también fuera del espacio vascófono, por
ejemplo en León tan tempranamente como 972 (León417),
y Cierbide cuestiona su pertenencia al corpus onomástico
vasco . Morfológicamente quizás tiene más
que ver con la abundante antroponimia semítica que termina
en –el.
24. Heterrena, 945 (Cogolla39),
Alto Tirón. Herrero Alonsolo entiende como un genitivo
locativo, con el sufijo –(r)en-a añadido a un posible
antropónimo ibérico Heterrus, “Si considero
el topónimo entre los de origen vasco es por la estructura
en general y el parentesco que parece guardar con los diversos
topónimos y apellidos vascos de desinencia –ENA”.
Sin embargo, aunque la ubicación del núcleo y, en
términos generales, la morfología del nombre, son
perfectamente compatibles con una etimología vasca, este
tipo de genitivo no es conocido en la toponimia hasta más
tarde, mientras el supuesto nombre personal no aparece en los
registros medievales, como reconoce Herrero. Michelena opta por
no sentenciar al respecto .
25. Hizquira, 937 (Cardeña29),
Montes Obarenes? No está segura la ubicación: el
texto hace referencia a Rama, que Martínez Díez
identifica con Valderrama. Tampoco está claro que vinea
de Hizquira no haga referencia a una persona, y aunque tal antropónimo
nos es desconocido, ésta es la interpretación de
Martínez Díez, editor de esta documentación.
26. Holuori (pago de), 962 (Cardeña102),
Montes de Oca. Otro ejemplo de la temprana toponimia castellana
en –uri, aunque –ori parece tan o más prevalente
. En el mismo texto aparece también Ulascori, y la apertura
vocálica es frecuente en esta toponimia.
27. Irunia, 945 (Albelda12),
Nájera. A priori, el único transparente vasquismo
toponímico referente al territorio riojano-navarro hallado
en la documentación albeldense del siglo X. En Rioja82e
(c.1135) la misma voz reaparece en un contexto que Caro Baroja
entiende como una referencia a Calahorra , mientras del siglo
XI en adelante hay varias referencias de este tipo a Pamplona
. Por lo tanto estaríamos ante un uso genérico de
la voz vasca irun = ‘villa’ . No obstante, aquí
ya empiezan los problemas. Ésta no es una referencia a
la ciudad de Nájera en sí (via vadit de Erunia ad
Naiera (Cogolla178, 1024)), sino a alguna aldea próxima
quizás el asentamiento original a partir del cual se formó
el diminutivo huerfano Uruñuela , y el sentido (proto)urbano
de la voz irun choca con este contexto suburbano. Quizás
este Irunia sea en realidad un cultismo navarrista del topónimo
que emerge en el mismo entorno najerense con cierta consistencia
(aunque con irremediable vacilación de la vocal inicial)
en la documentacion posterior: Erunia (Cogolla178, 1024); Urunia
(Leire34, 1043); Arunga (Cogolla294, 1055); y las formas diminutivas
Erunnola, Oronnuela y Uruniola. ¿En sí, se pueden
considerar vascas las formas Erunia / Urunia etc.? Posiblemente,
pero la transparencia inicial empieza a desvanecer. Dando por
buena la solución inicial (< irun), y rechazando la
idea de un cultismo, estaríamos ante una referencia en
dialecto oriental a un núcleo de la vega riojana, diferente
dialectológica, semántica y espacialmente del contexto
occidental, pastoril y serrano que caracteriza los vasquismos
castellanos que lo rodean en este glosario.
28. Lamiturri, 945 (Cogolla39),
Alto Tirón. Hidrónimo transparentemente vasco: iturri
= ‘fuente’. Este caso también es destacable
por la tautología (fonte qui vocatur Lamiturri) que sugiere
cierta antigüedad. Según Gómez Villar, quien
lo identifica con Anderriturri (Cogolla2/384), esta fuente se
llamaría Lameturria en 1752, y actualmente se conoce como
La Inturria .
Detalle de folio 112vº (Cogolla9) del Becerro Galicano de
San Millán.
29. Larrehederra, 869, 945 (Cogolla9
/ Cogolla37 / Cogolla40), Sierra de la Demanda. En tres apariciones
tempranas el primer elemento presenta tres formas diferentes:
larr4,hederra (Cogolla9), larrehederra (Cogolla37) y lalhehederra
(Cogolla40), en cado caso seguido por una invariable –hederra
= ‘hermoso’. A partir de la forma Larrehederra, tendríamos
un significado de ‘prado hermoso’ , etimología
transparente avalada por la identificación de este topónimo
con un agostadero de la sierra de la Demanda .
30. Magavetam, 959 (Cogolla78),
Alto Cárdenas. Irigoyen considera que el sufijo –eta–m
de este nombre es en realidad un ‘inesivo plural’
vasco, con una ‘m’ añadida para indicar el
acusativo latino , pero notamos que para Mahave, en el mismo entorno,
se le atribuye generalmente una etimología semítica
.
31. Margaluli, 867 (Cogolla8), Montes Obarenes.
Michelena entendía el sufijo como un derivado del vasco
–uri .
32. Massoa (monte), 945 (Cogolla37),
Alto Tirón. Clasificada por Michelena, junto con Gomezulla,
como voz cuyo “aspecto vasco puede no ser más que
un espejismo” . Sin embargo, si tenemos en cuenta la frecuente
vacilación en toponimia vasca entre B/M inicial , quizás
estamos ante una redundancia toponímica, y Massoa en realidad
representa la voz vasca basoa = ’bosque, monte’, combinándose
frecuentemente con su sinónimo romance: monte de Massoa
(Cogolla39, 945). Todavía en 1552 aparece la supuesta tautología
“el monte que dicen del Valle esta incluido en los términos
del monte de Masoa”, mientras hoy en día el mismo
bosque comunero se conoce como Monte Valle, aún con un
eco de redundancia . Por otra parte, no entendemos porqué
se escribe con doble -ss- en la Edad Media, aunque la geminación
consonantal sí parece típica del vascuence demandés
(cf. Ocharanna, Zavalla).
33. Nafarruri (fonte de), 971
(Ibeas2), Juarros. Homónimo burgalés del más
conocido (y mejor documentado) asentamiento altorriojano hoy conocido
como Casalarreina. El ejemplo del cartulario de San Cristobal
de Ibeas supone uno de los casos más claros de la temprana
toponimia castellana en –uri. Es más, parece que
ya en 970 peligraba su sufijo euskérico, pues se observa
la forma apocopada (¿castellanizada?) fonte de Nafarra
en Ibeas1.
34. Ocharanna, 945 (Cogolla37),
Montes de Oca. Superficialmente uno de los topónimos más
transparentemente vascos. Si aceptamos que el segundo elemento
corresponde a (h)aran = ‘valle’ con típica
geminación consonantal -nn-, aquí acaso indicativa
de palatización, para el primer elemento existen por lo
menos dos posibilidades: ‘valle del lobo’, Michelena
recoge la forma Ocharan ; o más prosaicamente, ‘valle
del (río) Oca’, solución favorecida por Gómez
Villar - ”Todavía a mediados del siglo XVIII (Catastro
del Marqués de la Ensenada ...) uno de los montes de la
aldea de Puras se consignaba con este nombre: Ocarana. Hoy se
conoce por Valloca” . Notamos que el hipotético significado
‘valle fría’ tendría la forma Aranotz
, con el adjetivo después del sustantivo en euskera. Otra
posibilidad atractiva sería a partir de fitónimo
vasco okaran = ‘ciruelo/a’, que con sufijo abundancial
daría el topónimo vizcaino Ocaranza . Michelena
no menciona este topónimo en su análisis “Onomástica
y población ...”, y sospechamos que no lo conocía
puesto que no aparece en la edición de Serrano a partir
de la cual trabajaba, como ya hemos comentado.
35. Olegarte (Campo de), 934?
(Condes9), Canales. Parece llevar el sufijo vasco –arte
con significado de ‘espacio (intermedio)’, mientras
el primer elemento quizás corresponda a la forma occidental
(ole-a) de ol(h)a = ‘ferrería’ . Notamos la
tradición herrera de esta sierra (Villasur de Herreros,
Barbadillo de Herreros ) y que el siguiente hito citado en el
Fuero (de Canales) es somo Ferreyra.
36. Sarrincho (Lumbo de), 945
(Cogolla37), Montes de Oca. cf. también agro de Saricco
(Cardeña110, 963). Sarricohuri aparece en la Reja de San
Milán (Cogolla180, 1025) en el alfoz de Harhazua, y por
tanto es posible que Sarrico sea un antropónimo, a partir
del fitónimo sarri = ‘arbolado espeso’ + el
genitivo locativo –ko, algo como ‘del bosque’,
aunque esto no explica la aparición de la ‘n’.
Según Gómez Villar corresponde al actual Sarrico
en Rábanos .
37. Solago (Iohannes de), 950
(Buezo23), Bureba. solo = ‘campo, prado’ en vasco
occidental (la equivalente oriental sería sor(h)o) . La
versión Solaco (Buezo24) indica que quizás estamos
ante una tautológica repetición del genitivo: de
y el sufijo vasco –co, aquí sonorizada hacia –go.
Tal sonorización en sí sugiere una influencia fonética
vasca, aunque por lo demás esta documentación de
Santa María de Buezo, cerca de Briviesca, tiene menos vasquismos
que la de la más agreste zona de Montes de Oca sólo
10km más al sur. En este respecto, el hecho de que Iohannes
se identifica con un gentilicio en sí sugiere que no sea
originario de la misma comunidad burebana en la cual lo encontramos,
así que habría que matizar la ubicación de
este topónimo vasco en la Bureba.
• Sorreggana, 993 (Cardeña204),
Burgos. El sufijo -gana aparece en toponimia vasco-occidental
con el significado de ‘alto’, pero aquí la
/g/ geminada resulta problemática, pues generalmente indica
palatización en esta documentación, y nos aleja
de la etimología vasca. Quizás deberíamos
pensar en una etimología antroponímica con el sufijo
–ana.
38. Ulascori, 962 (Cardeña102),
Montes de Oca. Existe un bien documentado asentamiento homónimo
en la Rioja Alta, hoy barrio de Herramelluri conocido simplemente
como Velasco, pero el contexto espacial de este texto castellano
es Galarde en los Montes de Oca. Uno de los más transparentes
ejemplos de la temprana toponimia castellana en –uri, y
en este caso el primer elemento es el igualmente transparente
antropónimo Blasco, muy corriente en el área euskaldun
occidental.
39. Urrezti, 964 (Cardeña113),
Alto Arlanzón. = ‘Avellaneda’ < urretz,
‘avellano’, y el sufijo –ti /-di (-ti después
de sibilante) , hoy simplemente Urrez, forma ya alcanzada en 1318
(Huelgas337) aunque con una /H/ inicial, todavía presente
en 1481 (Valdeages1d). Ya en 1071 se observa la forma Aorrec (Arlanza79),
contemporánea con otra aparición que conservaba
aún el sufijo (Urrezti, Cardeña314, 1071), y así
parece que la pérdida de sufijos vascos se inició
antes en las tierras castellanas de la diócesis de Burgos
que en los cursos inferiores del Oja y del Tirón .
• villa de Orovi(o), 863 (Cogolla6), Montes
de Oca. Generalmente ha sido incorporado en los canones de la
toponimia vascoide demandesa , y de allí su inclusión
aquí, pero no vemos en qué sentido significativo
se trata de una aportación euskérica, pues no deja
de ser una fórmula romance (Villa+nombre), y la naturaleza
vasca de este o cualquier antropónimo no deja de ser tenue
, ¿o es que también deberíamos considerar
como topónimo vasco el también demandés Vallejimeno
o Quintana García, cuyos componentes antroponímicos
son más directamente vinculables con la tradición
onomástica vasca?
40. Zaballar (Collado), 934?
(Condes9), Canales. Zaballos en otra redacción, véase
Zavalla.
41. Zaldo (padal de), 934? (Condes9),
Canales. Padal ¿= padul? Zaldo = ‘arbolado donde
sestea el ganado’ < latín saltus = ‘bosque,
soto‘, y euskérico realmente sólo en cuanto
a forma y sonorización . Quizás reaparece en Castilla
(Montes de Oca) en el macrotopónimo Zalduendo (réplica
de un topónimo alavés), aunque desconcierta que
los primeros ejemplos (eso sí, muy tardíos) son
consistentemente distintos: Çelluendo (Huelgas557, 1270),
Çelluendo (Huelgas337, 1318), Çiluendo (Behetría,
1352). En 1211, en el Alto Oja, aparece Lupus Sancii de Zaldo
(Calzada100), y todavía hoy se conserva como topónimo
menor de Santurdejo.
42. Zarratone (valle), 869 (Cogolla9),
Montes de Oca. Martínez Díez lo identifica con el
actual Cerratón de Juarros al norte de Villafranca Montes
de Oca y lo incluye en una selecta lista de “topónimos
de hipotético origen vasco” , pero esta identificación
nos parece insegura, cuando la mayoría de los pastizales
(bacarizas) aukenses (y también casi toda la toponimia
vasca) se ubica en los montes hacia el sur. Tampoco suelen consolidarse
estos pastizales como topónimos mayores. En cambio, las
primeras (aunque tardías) referencias fiables a Cerratón
de Juarros traen una ya consolidada ortografía con ‘e’
(Huelgas379, 1326; Trinidad114, 1371), lo mismo que su práctico
homónimo altorriojano Cerratone que sí tiene una
presencia diplomática temprana (por ejemplo, Cogolla240,
1045). La toponimia en Zarra-, en cambio, se ha conservado bastante
bien en la sierra castellana , sin recurso a la cerradura vocálica
(a > e) que la solución de Martínez Díez
necesita y que va en contra de la generalizada apertura observada
durante la castellanización de la toponimia vasca. Sugerimos
que en realidad estamos ante el nombre de otro pastizal serrano
sin identificar.
43. Zavalla (S Juan de), 945
(Cogolla40), Alto Tirón. Michelena: “por muy escéptico
que se sea, se hace penoso rechazar que Zavalla sea vasco”
. De zabal = ‘ancho’, en el sentido de ‘espacio
abierto’ o ‘pastizal’, supondremos, con otro
ejemplo de geminación consonantal. Gómez Villar
lo identifica con el actual Zabálitas, cuyo acento parece
indicar un origen no castellano .
44. Zufiuri, 947 (Cogolla44),
Bajo Tirón. En cuanto a la etimología, “sin
duda alguna de zubi, ‘puente’” . Esto se oscurece
algo cuando en la edición de Ubieto la primera aparición
del topónimo está transcrita como Zifiuri, pero
en realidad, después de consultar el Becerro, se aprecia
que la grafía correcta es Zufiuri, y que una pequeña
mancha tapa una de las líneas verticales. Más adelante
veremos las implicaciones geopolíticas de la aceptación
de este testimonio ‘riojano’ dentro de la toponimia
vasca castellano-alavesa.
Evaluación de la evidencia diplomática
Cualquier evaluación cuantitativa se ve complicada por
la dificultad de definir qué es un topónimo vasco.
En primer lugar notamos la presencia en el mismo espacio de varios
estratos lingüísticos (indoeuropeo, pre-indoeuropeo,
semítico) que conducen a formas toponímicas no romances.
También está el hecho de que generalmente estamos
manejando casos aislados y descontextualizados, aunque la concentración
de toponimia aparentemente vasca en contextos serranos en parte
palía este mal. Otro problema es la naturaleza de la documentación:
fragmentada, en muchas ocasiones interpolada cuando no francamente
apócrifa, y en otros casos conocida sólo a través
de copias muy tardías. Además la toponimia en sí
se transforma, y se observan procesos como la castellanización:
Faranlucea > Froncea. Por último, tampoco resulta sencillo
resumir la complejidad del proceso analítico en una simple
evaluación binaria de si tal topónimo es o no de
origen vasco. Asumiendo todos estos problemas, a continuación
ofrecemos, de manera resumida, un balance de nuestras evaluaciones,
dividiendo la toponimia analizada en tres categorías: un
primer grupo que podemos considerar topónimos vascos con
bastante seguridad; otro grupo más dudoso; y un tercer
grupo cuya candidatura rechazamos. En el caso de este último
grupo, en el cual en realidad entraría la inmensa mayoría
de la toponimia del Pasillo, aquí sólo incluimos
los topónimos que han sido considerados vascos por algunos
autores.
Ejemplos más o menos claros:
• Adefeterra, ¿at(h)e = ‘collado’?
+ –ederra = ‘hermoso’.
• Amurrihuri, -uri =
‘poblado’.
• Arbión, ¿< Urbi-? aunque Villar lo considera
de origen indoeuropeo, < *(a)wer.
• Benifederra, -ederra = ‘hermoso’.
• Egizuza, “tiene tanto de vasco como de irremediablemente
deturpado” (Michelena).
• Ezkerra, ¿antropotopónimo o fitotopónimo?
• Faranlucea, haran = ‘valle’
+ luzea = ‘largo’.
• Garuissaro, garbisu = ‘claro [de bosque]’
+ ¿zaro = ‘prado’?
• Genestar, aquí por la retención de la /G/
inicial.
• Gipuzare, gipu(t)z–a-uri = ‘poblado del guipuzcoano’.
• Gutia, guti =
‘pequeño’, con el artículo –a.
• Holuori, -uri =
‘poblado’.
• Lamiturri, -iturri =
‘fuente’.
• Irunia, irun =
‘ciudad’, quizás cultismo de Urunia, semánticamente
problemática.
• Larrehederra, =
“prado hermoso”.
• Margaluli, Michelena entendía el sufijo como un
derivado del vasco–uri.
• Massoa, baso =
’bosque, monte’ + el artículo -a, aunque Michelena
dudaba.
• Nafarruri, nafarr- = ‘navarro’
+ -uri = ‘poblado’.
• Ocharanna, (h)aran = ‘valle’, varias posibilidades
para el primer elemento.
• Olegarte, ole(-a) = ‘ferrería’
+ –arte = ‘espacio(intermedio)’.
• Solago, solo
= ‘campo, prado’ en vasco
occ. + el sufijo –co, sonarizado a –go.
• Ulascori, el antropónimo Blasco + -uri = ‘poblado’.
• Urrezti, urretz, ‘avellano’, + el sufijo –ti
/-di = ‘avellaneda’.
• Zaballar, véase Zavalla.
• Zaldo, < latín saltus = ‘bosque,
soto‘, euskérico en cuanto a forma y sonorización
.
• Zavalla
= ‘anchura’, “se hace
penoso rechazar que sea vasco” (Michelena).
• Zufiuri, zubi =
‘puente’ + -uri = ‘poblado’.
Dudosos 74
• Alfoheta •
Dorquiti •
Heterrena
• Arando •
Ebeia •
Hizquira
• Bagibel •
Falariza •
Magavetam
• Barticare •
Findegorcia / Filigorte • Sarrincho
• Betoza •
Galafaza •
Zarratone
• Coscorrita •
Gumenzula
Rechazables
• Herramel, en todo caso un antropónimo, e incluso
se cuestiona la pertenencia de éste al corpus onomástico
vasco.
• Sorreggana, deberíamos pensar en una etimología
antroponímica con sufijo –ana.
• villa de Orovi(o), es difícil relacionar la toponimia
antroponímica con el estrato vasco.
Distribución espacial
A continuación analizaremos la distribución espacial
de esta toponimia, distinguiendo entre tres espacios:
1. La parte de la actual Rioja
controlada por los navarros durante las primeras décadas
(925-960) de su presencia al sur del Ebro: espacio riojano-navarro
2. La parte burgalesa del Pasillo,
controlada por los condes castellanos durante todo el siglo X:
espacio castellano
3. y entremedio, un espacio hoy parte
de La Rioja pero controlado por lo menos hasta mediados del siglo
X por los condes castellano-alavéses: espacio riojano-castellano
Remitimos
al capítulo sobre La Frontera Oriental de Castilla para
una justificación de estas evaluaciones geopolíticas,
mientras, a continuación, aparecen en cursiva los casos
dudosos, habiéndose eliminado Herramel, Sorreggana y villa
de Orovi(o).
espacio castellano espacio
riojano-castellano espacio
riojano-navarro
Adefeterra, Demanda (#1) Alfoheta,
Alto Cárdenas (#2) Bagibel,
Alto Leza (#6)
Benifederra, Demanda (#8) Amurrihuri,
Montes Obarenes (#3) Betoza,
Albelda (#9)
Coscorrita, Montes de Oca (#10) Arando,
Canales (#4) Irunia,
Bajo Najerilla (#27)
Dorquiti, Alto Arlanzón (#11) Arbión,
Canales (#5)
Ebeia, Juarros (#12) Barticare,
Grañón (#7)
Egizuza, Montes de Oca (#13) Findegorcia,
Canales (#17)
Ezkerra, Alto Tirón (#14) Genestar,
Canales (#20)
Falariza, Montes de Oca (#15) Gutia,
Canales (#23)
Faranlucea, Arlanzón (#16) Magavetam,
Alto Cárdenas (#30)
Galafaza, Alto Arlanzón (#18) Olegarte,
Canales (#35)
Garuissaro, Montes de Oca (#19) Zaballar,
Canales (#40)
Gipuzare, Montes de Oca (#21) Zaldo,
Canales (#41)
Gumenzula, Demanda (#22) Zufiuri,
Bajo Tirón (#44)
Heterrena, Alto Tirón (#24)
Hizquira, Montes Obarenes (#25)
Holuori, Montes de Oca (#26)
Lamiturri, Alto Tirón (#28)
Larrehederra, Demanda (#29)
Margaluli, Montes Obarenes (#31)
Massoa, Alto Tirón (#32)
Nafarruri, Juarros (#33)
Ocharanna, Montes de Oca (#34)
Sarrincho, Montes de Oca (#36)
Solago, Bureba (#37)
Ulascori, Montes de Oca (#38)
Urrezti, Alto Arlanzón (#39)
Zarratone, Montes de Oca (#42)
Zavalla, Alto Tirón (#43)
Mapa XXXV. Toponimia vasca al sur del Ebro,
siglos IX y X.
No obstante, esta concentración de toponimia
vasca en tierras (entonces) castellanas podría ser un espejismo
diplomático: quizás el motivo de la escasez de toponimia
vasca en zonas navarras es la correspondiente escasez de documentación
referente a esos espacios. El matiz tiene mucho de fundamento.
Tenemos tan sólo 43 textos referentes a la Rioja navarra
para el siglo X y aproximadamente 200 referentes a la mitad castellana
del Pasillo , aunque muchos de éstos son microtextos, como
Cogolla43, por ejemplo. Sin embargo, aun reconociendo este desequilibrio
cuantitativo,
• la incidencia proporcional de toponimia vasca en la documentación
castellana sigue siendo mayor
• y, aunque no lo fuera, sólo se puede trabajar a
partir de la documentación disponible, y a partir de ella,
sin especular en cuanto al caracter etno-lingüístico
del relativamente silencioso espacio navarro-riojano, el fenómeno
vascuence al sur del Ebro durante el siglo X es castellano: aparece
en textos castellanos, referentes a espacio castellano, y que
citan autoridades castellanas.
Por otro lado, merece la pena insistir en la
marginalidad de este registro cuando aparece en Castilla, en contraste
semántica y orográfica con la voz Irunia que aparece
en los arrabales de Nájera. Nos referimos a la concentración
de esta toponimia en entornos y contextos serranos, referente
a pastizales y a mojones, o a los asentamientos más precarios.
En general, esta toponimia se aleja del mundo (proto)urbano, del
fondo de valle, de la vías de comunicación y de
las mejores tierras para la agricultura y para el agropecuarismo,
incluso en comunidades en sí serranas .
Asimismo resulta llamativo el contraste entre
la distribución serrana de esta toponimia y la de la toponimia
en Quintana, que se concentra en la campiña. Ocupan dos
espacios contiguos, pero apenas se mezclan, con la toponimia vasca
casi siempre aguas (y monte) arriba de la toponimia en Quintana.
La distribución de la antroponimia semítica es semejante
a la de Quintana.
Características y parentesco del dialecto vasco
al sur del Ebro
A partir de la toponimia (actual e histórica), y el Vocabularium
linguae cantabricae (1562) de Landucci, Michelena intentó
reconstruir el dialecto vasco que se habló en Álava
durante el medievo . Este proceso reconstructivo le permitió
a Michelena evaluar el dialecto vasco que observamos al sur del
Ebro en los siguientes términos: “está en
estrecha relación con la que encontramos por las mismas
fechas, al norte del Ebro, en territorio alavés ... La
muestra que poseemos, por exigua que sea, permite afirmar sin
lugar a dudas que el vascuence de la Rioja y Burgos nada tenía
de navarro.”
Los rasgos más característicos
de este dialecto ‘meridional’ serían:
• la forma occidental –(h)uri, (en vez de la oriental
–iri);
• baltz, en vez de beltz;
• conservación de la aspiración;
• conservación de las consonantes geminadas o fuertes
(-ll-, -nn-).
Aun limitándonos a los textos tempranos
de la fase castellana, observamos la mayoría de estas características:
• el sufijo -uri (Nafarruri, Margaluli, Zufiuri), y probablemente
también en las formas en -ori (Ulascori);
• aspiración (Larrehederra, Amurrihuri), aunque en
muchos casos representada gráficamente por -f- (Adefeterra,
Benifederra, Falariza, Faranlucea);
• geminación consonantal (Ocharanna, Zaballar, Zavalla).
La única aparición retrasada es la de balza, no
observada hasta el siglo XI (Nunno Valza de Seroiana, Cogolla176,
ca. 1030; Valle de Balza, Cogolla259, 1049) .
Más adelante nos llegarán testimonios
explícitos del origen del dialecto en los cognomen de algunos
de los moradores del valle del Oja, cuyos nombres hacen referencia
insistentemente a varios pueblos alaveses y treviñeses,
una aportación muy por encima de la de cualquier otro escenario:
Lope de Mendoza; Petro Lozaquo (= ‘de Loza’); Enego
Lopez de Fossana; Petro Iohannes de Armentia; Martin Navaro de
Bitoria; Martin de Armentia .
arriba
Si excluimos el alto Najerilla,
perteneciente a Castilla durante todo el periodo estudiado y sólo
incorporado a la Rioja en 1833.
GOMEZ MORENO, Iglesias Mozárabes, 1919,
p. 292; MICHELENA, “Onomástica y población
...”, 1976, p. 68; CORTÁZAR, El dominio del monasterio
de San Millán de la Cogolla, 1969, p. 27; SAN SEBASTIÁN,
Errioxa’ko San Millan, euskal-iturri, 1974, p. 28; y de
nuevo IRIGOYEN “Cuestiones de toponimia vasca circumpirenaica”
1986, p. 234.
El debate entre Michelena e Irigoyen (1974 a
1976) fue contemporánea a la aparición de la edición
de Ubieto, y aunque Michelena por lo menos tenía aceso
a ella (hace referencia a la edición en su nota 23 de “Onomástica
...”, aunque erróneamente cita la página 191
en vez de la 91), estos autores no se basaban en esta edición,
y no creemos que la hubiesen peinado lo suficiente para encontrar
esta segunda referencia (clarificadora?) ya que no la mencionan,
ni siquiera Irigoyen cuando recuerda el tema en 1986.
Arandia = ‘boscaje de ciruelos’ <
Ar(h)an (MICHELENA, Apellidos vascos, #68); mientras Arando aparece
como un posible derivado de (h)aran = ‘valle’ (MICHELENA,
Apellidos vascos, #69).
MICHELENA, Apellidos vascos, #159 y #582. Según
HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco..., p.58) “en la mitología
euskera [sic] el nombre Urbión designaba uno de los grandes
pozos existentes en el interior de la Tierra”.
VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la
hispania prerromana, p. 207.
“que el nombre ÚRBEL es de ascendencia
euskérica parece un hecho irrefutable. A. Tovar no duda
de ello; piensa en la forma originaria *ur-beltz ‘agua negra’”
HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco..., p.57.
LAZARO RUIZ, El Monasterio de San Martín
de Albelda, p. 372.
MICHELENA, Apellidos vascos, #278.
Por alguna razón este topónimo
ha sufrido varias alteraciones en las reseñas de las varias
ediciones diplomáticas: Ubieto ofrece Vartical en Cogolla79;
Ledesma Rubio opta por Varicare en Cogolla2/170; mientras Martínez
Díez, reseña la equivalente cardeniense como Vasticuri
.
MERINO URRUTIA, La lengua vasca ..., p. 44.
Por ejemplo Betolaza, que significaría
algo como ‘vaquería’, MICHELENA, Apellidos
vascos, #144 y #485.
MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces, pp. 79-80), por
ejemplo, sugiere un origen en kozkor = ‘montículo’,
cf. Cozcorra (Lezama, Álava); HERRERO ALONSO (Voces de
origen vasco ..., pp. 62-3) sugiere que la voz indica ‘el
tronco de un árbol’; mientras ALARCOS LLORACH (“Apuntaciones
sobre toponimia riojana”, p. 491) traduce kozko como ‘guijo’,
dentro de su sección de topónimos vascos.
HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco ..., p.
63) sugiere que la terminación en –ita tiene su origen
en la forma *Cozcorritia, con –a como artículo, y
–ti- con sentido locativo (MICHELENA, Apellidos vascos,
#556, p. 152, cf. Gorriti), pero esta ingeniosa solución
es en sí problemática, dado que no se conocen casos
de –iti + artículo, y que además la propuesta
terminación -itia tendería a evolver hacia –cia
o –za, cf. iustitia > justicia.
MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.
MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.
MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces
..., p. 80.
Ebeia, (Cardeña11, 921), Ebeia, (Cardeña13,
921), Ebeia (Ibeas1, 970), Ebeia (Cardeña233, 1039), Ebegias
(Cardeña285, 1058), Ovea (Ibeas11, 1151), Eueia (Ibeas12,
1156), Evea (Ibeas13, 1160), Euea (Ibeas15, 1164), Ebea (Ibeas16,
1165), Veas y Beas (Ibeas22, 1180), Ibeas (Ibeas26, 1196), Veia
y Eueias (Ibeas28, 1196), Evea (Ibeas29, 1199), Ybeas (Ibeas41,
1222), Eveas (Ibeas47, 1256), Eueas (Ibeas51 etc., 1263), Ueas
(Ibeas52 etc., 1265) y Heueas (Ibeas55, 1274). cf. MICHELENA,
Apellidos vascos, #308, 310 y 311, donde entre la toponimia relacionable
con las radicales ibai (= ‘río’), ibar (= ‘vega’)
e ibi (= ‘vado’) no hay rastro de una E- inicial.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, p. 66.
Sobre todo Galafaza (q.v), villa de Orovi (q.v.)
y Sancti Andres de Faiago, que GÓMEZ VILLAR ubica entre
Alarcia y Valmala, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología,
pp. 77 y 134 .
MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces
..., p.152.
MICHELENA, Apellidos vascos, #120. Por ejemplo,
Ezcar(ra)ga, entre Bergara y Zumarraga, en Guipúzcoa, da
nombre al Puerto de Descarga.
MICHELENA, Apellidos vascos, #28.
Para MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces
..., p. 142) “... probablemente del nombre de persona Alarize
atestiguado en la documentación emilianense [Cogolla139]”.
Faranlucea (Cogolla47, 947); Faranducia (Cogolla167,
1017); Haraluçeia (Burgos19, 1068); Aralucea (Burgos20,
1068); Haranluceia (Burgos21, 1068); Faranluzela (Burgos35, 1077);
Fronducea (Burgos165, 1163); Frandueca (Cogolla2/401, 1163); Haranucea
(Rioseco19, 1172); Frenuncea (Burgos528, 1221); Frenuncea (Oña2/601,
1325); Fonzea (OcaApeos, 1758).
“in terminos de Urrezti et de Breba et
de Kaprera” = Urrez, Brieva de Juarros y la Ermita de Cabrera,
2km. al SW de Urrez.
MICHELENA, Apellidos vascos, #251, p. 91.
MICHELENA, Apellidos vascos, #261, p. 93 y #607,
p. 164.
GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado:
Toponimia y Antropología, p. 77. En cuanto a /G-/ inicial
> /B-/, cf. Goenechea > Bonechea, MICHELENA, Apellidos vascos,
#284, p. 96. Para /S/ > /J/: Scuarros (Cardeña231, 1032)
y Suffarrus (SJBurgos3, 1097) > Juarros; y Scemeno > Jimeno.
Además de esta primera aparición
en Canales lo observamos en el Arlanzón (Genestar, Cardeña158,
972), con posible sufijo abundancial vasco –za en Pazuengos
(caput / fonte Genestaza, Rioja28, 1074), en Oña (villa
Genestares, Oña109, 1097) y en Cameros ((Ge)nestares, Rioja205,
1158). Cf. PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”,
p. 603.
MICHELENA, Apellidos vascos, #333, p. 107.
PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.
GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado:
Toponimia y Antropología, p. 77.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, p. 63.
MICHELENA, Apellidos vascos, #297.
HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p.
97.
CIERBIDE, “Informe sobre el topónimo
Erramelluri ...”.
HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p.
96, a partir de MENENDEZ PIDAL, Toponimia prerrománica
hispana, p. 132. Martínez Díez acepta esta etimología,
Pueblos y alfoces ..., p. 159.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, p. 63, n. 11, “No me atrevo, en consecuencia,
a hablar, por ejemplo, de Heterrena”.
Atomanori (Rioja69, 1124); Blascori (Cogolla369,
1068); Gorostori (Rioja4/196, 1251); Harramellori (Cogolla364,
1067); Motillori (Cogolla436, 1076); Naharrori (Rioja4/173, 1247);
Obifori (Cogolla163, c.1015); Oggandori (Cogolla2/202, 1090);
Sotihori (Rioja59, 1121); Ulascori (Cardeña102, 962); Zufiori
(Calzada27, c.1156).
Tenemos a Bagibel como un posible segundo caso.
Por otra parte, los casos también riojanos, pero ahora
emilianenses, del alto Cárdenas (Alfoheta, Magavetam) si
realmente resultasen ser vascos, porque trasparentes no lo son,
entenderíamos como fruto del control castellano de esa
zona a principios del siglo X.
CARO BAROJA, Los Vascones y sus vecinos, p. 117.
JIMENO JURÍO, “Pamplona y sus nombres”.
“(h)iri ‘villa’ [...] Un derivado de (h)iri
es probablemente irun”, MICHELENA, Apellidos vascos, #332.
A los otros diminutivos del entorno aún
les acompaña el núcleo ‘pariente’ (Cañas-Canillas,
Hormilla-Hormilleja, Alesón-Alesoncillo), en cada caso
con el asentamiento ‘mayor’ aguas arriba de su ‘descendiente’.
Según Albelda12, desde Huercanos el río fluye ‘contra’
Irunia, y si la preposición en el sentido direccional (el
concepto es de movimiento: fluidez) como ‘hacia’,
Irunia estaría aguas abajo de Huércanos. La distancia
entre Huércanos y Uruñuela actualmente es de unos
3 kilómetros aproximadamente, y en este espacio deberíamos
ubicar a Urunia/Erunia/Irunia/Arunga.
GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca en la comarca de Belorado
(Burgos)”, p.191.
Nuestra recreación aproximada de lo que
aparece en el folio 112vº del Becerro (véase el imagen
adjuntado), que en todo caso difícilmente debería
leerse Larchederra como lo publicó Ubieto.
MICHELENA, Textos arcaicos vascos, #2.2.1, p.
39, y “Onomástica y Población ...”,
p. 64. Cf. el paraje Larreder en el Valle de Arratia (Areatza),
Vizcaya.
GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca ..”,
p. 183.
IRIGOYEN, “Cuestiones de toponimia vasca
circumpirenaica”, p. 234.
ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia
riojana”, p. 478.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, p. 67.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, p. 63.
por ejemplo, Maeztu < Bahaheztu, cf., MICHELENA,
“Nota marginal sobre la huella latina en la lengua vasca”,
p.130; o Fonética histórica vasca, p. 333.
GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado:
Toponimia y Antropología, pp. 100-107.
MICHELENA, Apellidos vascos, #511.
GÓMEZ VILLAR, “Toponimia Vasca ...
”, p. 187, n.39.
MICHELENA, Apellidos vascos, #512.
MICHELENA, Apellidos vascos, #480.
MICHELENA, Apellidos vascos, #96 y #483.
PETERSON, La Sierra de la Demanda ..., pp. 100-104.
GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado:
Toponimia y Antropología, p. 77.
MICHELENA, Apellidos vascos, #546.
MICHELENA, Apellidos vascos, #589, #556.
Nafarruri > Nafarra en 970 (Ibeas1); Urrezti
> Aorrec en 1071 (Arlanza79); Engutadi > Enguta en 1092
(Burgos49); pero Belascuri > Velascor en 1173 (Cogolla2/419).
IRIGOYEN “Toponimia de formación
vasca”, p. 258; MERINO URRUTIA, La lengua vasca, p. 76.
“A su lado otros de distinta explicación
o sin explicación: Amusco, Enneco [...] Oroivo, Ulaquide
etc. Aunque quizás no se pueda excluir el origen latino,
o al menos la mediación latina, en algunos de ellos: así
J.M. Piel explica Oroivo por el gr. Oróbios”, MICHELENA,
Apellidos vascos, p. 20.
MICHELENA, Apellidos vascos, #599.
MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces
..., 1987, p. 410, pero no en su posterior “Toponimia mayor
y repoblación” (1994). Sugiere que deriva de zarra
= ‘escorias de hierro’, pero esto nos parece improbable
dado la ubicación actual, lejos de cualquier tipo de explotación
metalúrgica conocida o recordada toponímicamente.
MUJIKA URDANGARIN, “Toponimia vasca en
Burgos”, p. 429; MERINO URRUTIA, La lengua vasca ..., pp.
55-6.
MICHELENA, “Onomástica y población
...”, pp. 63-4, y también Apellidos vascos, #596.
GÓMEZ VILLAR , “Toponimia vasca”,
p. 186.
KNÖRR “La lengua vasca en La Rioja”,
conferencia impartida en Logroño, 24/V/2002, opinión
que comparte con MICHELENA, Apellidos vascos, #626.
Para analises de estos casos por definición
problemáticos remitimos al Glosario precedente.
Son tan sólo 24 los textos albeldenses,
al no contabilizar los que hacen referencia a espacios castellanos
(#1, #21 y #22) ni a Yaniz en Navarra (#17); la Colección
Diplomática de la Rioja aporta sólo dos diplomas;
mientras de la documentación emilianense tan sólo
17 de los 117 textos premileniares podrían considerarse
referentes a la Rioja navarra.
Incluimos aquí las aportaciones de pequeños
monasterios luego absorbidos por San Millán, como San Felices
de Oca, San Millán de Hiniestra, San Miguel de Pedroso
y San Esteban de Salcedo (este último fuera del Pasillo
pero activo en él); los más tempranos textos emilianenses
(Cogolla77 y Cogolla78) cuya toponimia remite al periodo de control
castellano sobre el monasterio; la parte del cartulario de San
Pedro de Cardeña referente a los Montes de Oca y el Alto
Arlanzón; dos diplomas de San Cristobal de Ibeas y una
docena de textos de Santa María de Buezo, conservados en
el cartulario de Valpuesta.
PETERSON, La Sierra de La Demanda en la Edad
Media, p. 153
MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava durante
la Edad Media”.
MICHELENA, “Onomástica y Población
...”, p. 69; evaluación antes adelantada por ALARCOS
LLORACH, “Apuntaciones sobre toponímia riojana”,
p. 492; y recientemente reafirmada por KNÖRR BORRÀS,
“El euskera en tierras del romance”, p. 45.
También, Garci Baltza / Balza, Calzada94
(1209).
Lope de Mendoza, Calzada65 (1183?); Petro Lozaquo
(= Loza + locativo -ko), Calzada67 (1186); Enego Lopez de Fossana
(= Ozana, Treviño, cf. Fozano en el s.XIII según
LÓPEZ DE GUEREÑU, p. 210), Calzada94 (1209); Petro
Iohannes de Armentia, Calzada130 (1219); Martin Navaro de Bitoria,
Calzada130 (1219?); Martin de Armentia, Calzada136 (1230?); y
quizás también Gonzalo Ocoihita (¿= Acosta?,
cf. Ocoizta forma habitual durante el medievo), Calzada55 (1182).
gorantz-arriba
CONCLUSIÓNES
En un primer nivel, en este capítulo hemos intentado hacer
una labor recopilatoria, presentando para un posible estudio filológico
más completo un corpus de temprana onomástica vascoide
que creemos infraestudiado. Aportación que hemos intentado
enriquecer con un planteamiento diplomatológico, contemplando
en qué colecciones documentales aparece esta onomástica,
y cómo afrontar los problemas de la falsedad e interpolación
diplomática.
En este proceso ha sido fundamental un análisis
espacial de la toponimia vascoide, y de este ejercicio sale una
marcada distribución occidental, que en sí parece
ofrecer una pista sobre la cronología del fenómeno.
Pues, como el propio título del capítulo indica,
el deseo de clarificar en lo posible la cronología de esta
toponimia ha sido la segunda línea de investigación.
Con esta finalidad se ha recurrido, dentro de
nuestras limitaciones científicas, a un análisis
filológico del corpus, y este proceso ha aportado dos tipos
de dato. Primero la observación de que los orígenes
del estrato parecen ser anteriores al momento de su aparición
en la documentación altomedieval, pues se observan tanto
erosiones semánticas (Lamiturri), como distorsiones fonéticas
(Gipuzare). Por otra parte, se detecta la proximidad del superestrato
vasco-demandés al dialecto alavés, y, más
pertinente todavía, al vasco medieval en general. A partir
de esta observación, se llega directamente a una conclusión
muy significativa: si se acepta la hipótesis de Michelena
que los dialectos vascos medievales (y actuales) provienen de
una Lengua Común Vasca necesariamente posterior a la romanización
(en cuya epigrafía no se aprecia) y anterior al arranque
de la diplomática medieval con contenidos onomásticos
vascos, entonces el vascuence observado al sur del Ebro, prácticamente
un calco del dialecto alavés, es necesariamente posterior
a ese (hipotético) fenómeno lingüístico
(la Lengua Común Vasca). Desgraciadamente la Lengua Común
Vasca aun carece de cronología precisa, pero todo apunta
al periodo que denominamos la Tardoantigüedad (grosso modo,
ss. V-VII) .
Aquí interviene otra hipótesis
paralela: el desarrollo del artículo vasco (observado en
el euskera demandés), en imitación del artículo
romance, y por tanto algo posterior a tal fenómeno. De
nuevo, y desgraciadamente, estamos en el terreno de la hipótesis
y de las cronologías inciertas, pero aun así se
consolida la candidatura de la Tardoantigüedad.
Paralelo a estas aportaciones histórico-lingüísticas,
la ya mencionada distribución espacial castellana de la
toponimia vasca al sur del Ebro apunta hacia una cronología
ligeramente posterior al periodo arriba señalado, pues
una distribución que respeta la frontera del Pasillo, y
que mimetiza la distribución de otras manifestaciones lingüístico-culturales
relacionadas con el nexo político altomedieval entre Álava
y Castilla, será necesariamente posterior a la creación
de esa frontera y ese nexo, y así apuntamos hacia la segunda
mitad del siglo VIII para los orígenes de un proceso que
se consolida a lo largo del siglo IX, está ya en vías
de fosilización cuando se observa en el siglo X, y se reanuda
con otra oleada inmigracional durante el siglo XI.
Resumamos de manera sintética nuestra postura ante las
diferentes cronologías propuestas:
1) Periodo romano y antes. Los interesantes y
variopintos indicios de un euskera al sur del Ebro durante todos
los periodos premusulmanes contribuyen poco a la comprensión
del euskera que aparece en los textos cenobíticos altomedievales.
Con todo, no conviene ser dogmático, y no se puede descartar
que existieran reductos de habla no-indoeuropea en la Demanda
occidental, pues en el otro extremo de la sierra, en el hinterland
serrano de la Calagurris vascona, el registro epigráfico
sugiere que éste precisamente sería el caso. No
obstante, cuestionamos la relevancia de tales y siempre hipotéticos
reductos para la comprensión del euskera que florece en
la diplomática altomedieval referente a la Demanda castellana,
prácticamente un calco de la lengua observada en la documentación
que emerge al norte del Ebro a lo largo de la Edad Media.
2) Tardoantigüedad I (ss. V-VI). La probable
cronología de la Lengua Común Vasca, de la cual
parece derivarse el vascuence demandés, convierte la Tardoantigüedad
en general en un periodo ante quem non. No obstante, quizás
sería prudente descartar los primeros siglos de este periodo,
teniendo en cuenta la ausencia de cualquier elemento onomástico
vasco en la Vita de San Millán de la Cogolla.
3) Tardoantigüedad II (s. VII). El siglo
séptimo es, sin embargo, de sumo interés dado que
se reunen las condiciones histórico-lingüísticas
(Lengua Común Vasca) y geopolíticas (guerras visigodas
contra los vascones) que explicarían la aparición
en nuestro espacio de un derivado alavés de dicha Lengua
Común Vasca. En contra de esta cronología opera,
sin embargo, la distribución castellana de la toponimia
observada.
4) Periodo pre-condal (ss. VIII-IX). Sugerimos
que su aparición en Castilla debe mucho a una coyuntura
política que vería un acercamiento político
entre Álava y primero el Reino de Asturias y después
el Condado de Castilla a lo largo de los siglos VIII-X, cuya génesis
hemos detallado en capítulos anteriores. Esto explica la
aparición de onomástica vasca en comarcas serranas
castellanas, pero su relativa ausencia de equivalentes comarcas
controladas por los Banu Qasi. Más concretamente, si el
mencionado nexo político tiene sus raíces en los
vínculos dinásticos astur-alaveses (matrimonio del
rey asturiano Fruela con la alavesa Munia), el proceso expansivo
del euskera también se iniciaría nada más
retirarse el poder andalusí de Castilla, pues ya en 759
se observa abundante onomástica vasca en San Miguel de
Pedroso. Esta cronología, relativamente temprana dentro
del periodo post-musulmán (un ante quem non a la hora de
explicar la distribución castellana), tiene la virtud de
acercarnos a los probables orígenes tardoantiguos de la
Lengua Común Vasca, y a la vez explicar el deterioro observable
en algunos topónimos vascos en la documentación
condal.
5) Periodo Condal (s. X). De este periodo corresponde
la práctica totalidad de los textos que nos proporcionan
los topónimos contemplados, pero creemos que los orígenes
del fenómeno son necesariamente anteriores; pues, como
acabamos de comentar, en estos textos ya se observa una degradación
formal y erosión semántica de la toponimia vasca,
además de una distribución amplia que sugiere un
proceso culminado, cuyos inicios serían, por tanto, necesariamente
anteriores.
6) Periodo Navarro (s. XI). La desaparición
de la frontera del Oja durante el reinado de Sancho ‘el
Mayor’ y la política de expansión hacia el
suroeste iniciada por éste y seguida por su hijo García
‘de Nájera’ llevarían a la colonización
de los cursos medios del Oja y del Tirón y de otras comarcas
altorriojanas (S. Georgii, Badarán). Este proceso, propio
esencialmente del segundo cuarto del siglo XI, se deja notar en
la documentación diplomática alguna generación
después. De nuevo, en gran parte (aunque no exclusivamente),
el personal colonizador sería oriundo de Álava,
y éste sería el proceso que nos ha legado la toponimia
altorriojana en –uri.
De las seis cronologías propuestas las
más verosímiles nos parecen ser las opciones 2 y
3, siglos VII y VIII, con una preferencia, a partir de la distribución
occidental de la toponimia, para la segunda mitad del siglo VIII;
con una segunda oleada de colonización, en un escenario
próximo pero distinto del primero, durante el siglo XI.
Así, sugerimos que se da el curioso caso de que la toponimia
vasca de la cuenca del río Oja, por ejemplo, corresponde
a dos periodos distintos: la de su curso más alto anterior
al año mil, y probablemente con sus orígenes en
la segunda mitad del siglo VIII; y al siglo XI y sucesivas iniciativas
la del curso inferior. Un patrón replicado en la vecina
cuenca del río Tirón.
Resultan llamativas las coincidencias entre la
cronología propuesta para esta toponimia y la del culto
de San Millán de la Cogolla. En la documentación
de la Castilla condal se observan numerosas referencias a cenobios
dedicados a este santo, y sin embargo intuimos que el momento
de mayor esplendor del culto ya haya pasado: en parte porque en
muchos casos se tratan de cenobios ya firmemente establecidos,
y en otros casos están ya en franca decadencia, y notamos
la práctica ausencia del nombre de pila del registro diplomático.
Es más, luego el culto (como el estrato vasco) resurgiría
bajo el patrocinio navarro, y sospechamos como manera de afianzar
las comarcas más occidentales del reinado. En ambos casos,
además, existe la causa remota del fenómeno en el
siglo VII, por un lado los escritos de Braulio de Zaragoza, con
cronología firme, y por otro lado la hipotética
cronología de la Lengua Común Vasca.
La única monografía de Michelena
en torno al euskera del sur del Ebro, “Onomástica
y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación
de San Millán”, se publicó en el año
1976, y sólo después, en 1981, formularía
la teoría de la Lengua Común Vasco (“Lengua
común y dialectos vascos”) y no llegó a aplicar
esta última idea a la problemática que nos ocupa.
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