Pedro Zabala Sevilla

Contenido:
- Biografía.
- Mi evolución personal.
- DO EL OSO MATÓ A FAVILA
- Confieso mi perplejidad. La Rioja. 29-01-2006.
- Los malos modos. La Rioja. 2-02-2006.
- Conciencia, moral, jerarquía y política. La Rioja. 7 de septiembre de 2004.


Foto: Pedro Zabala, en el Ateneo Riojano.


Biografía.
     Nacido en Logroño, el 23-11-1934
. Licenciatura en Derecho por la Universidad de Zaragoza.
     En su juventud militó en el Partido Carlista con su ideología fuerista-socialista-autogestionaria.
     Colaboró en varias revistas universitarias políticas y culturales.
     Fundador de la Asociación AMIGOS DE LA RIOJA, de la que fue Secretario General durante varios años.
     Profesor de Filosofía del Derecho en la UNED. Licenciado en Psicología por la UNED. Escribe artículos de opinión en el periódico La Rioja y en varias revistas.
     Pertenece a Comunidades Cristianas de Base. Miembro del Grupo Local de Amnistía Internacional en La Rioja. Colabora en varias ONGs.
Defensor de la personalidad plural de La Rioja que abarca tanto las raíces islámicas de los Banu Kasi, muy fuertes en las zonas de Cervera y Arnedo como de las euskéricas, tan fuertes en los valles del Tirón, Oja y Cárdenas.
     Impulsó el homenaje a Juan Bautista Merino Urrutia, investigador del euskera en La Rioja, en su villa natal de Ojacastro, en el centenario de su nacimiento, en 1986. También intervino en el homenaje a Juan Baustista Merino Urrutia que en colaboración con el Instituto de Estudios Riojanos, se celebró en Logroño, en mayo de 2002.
     Propuso un camino cultural de la Lengua Vasca desde Sara (donde se escribió el primer libro en este idioma) hasta San Millán de la Cogolla. En sus escritos ha denunciado repetidamente la falta de relaciones fluídas entre los Gobiernos de Euzkadi y La Rioja.
     Al producirse su jubilización, inició sus estudios de euskera en la Universidad Popular de Logroño.

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Mi evolución personal
Artículo publicado en el periódico La Rioja, el jueves 19 de octubre de 2006

El articulista repasa su propia evolución política y personal en línea con los acontecimientos vividos durante los dos tercios finales del siglo XX. «Me gusta la democracia pero creo que la que tenemos es todavía muy incompleta», dice

Me encontré con un antiguo amigo de mis años juveniles de inicios de carrera, quien me dijo que leía mis escritos y que se sorprendía de mi evolución. De ti para mí, añadió, me gustaría que me la explicases. Me parece que me juzgaba desde una etiqueta antigua y que hoy me achacaba otra actual.
Nací a finales del año 1934. Mi primera socialización fue pues en el ambiente hermético del nacionalcatolicismo de la posguerra. Superé el candor de mi niñez y adolescencia y, a través de lecturas, diálogos, reflexiones y vivencias personales pasé de una fe angustiada en un Dios justiciero y de obediencia ciega a una jerarquía infalible a la confianza en el Dios del Amor que predicó Jesús y al desarrollo de mi conciencia personal. Viví con ilusión y esperanza el acontecimiento del Vaticano II. Las lecciones de Panikkar; González Faus, Torres Queiruga, Leonardo Boff, Ellacuría y un largo etcétera maduraron en mí una fe adulta que hoy vivo dentro de una comunidad de base.
La gestación de mi inquietud política se fraguó en mis lejanos 14 años. En mi cuadrilla éramos cuatro amigos: dos riojanos un navarro y un vasco, los dos últimos ya fallecidos. El guerniqués había mamado el nacionalismo vasco en su casa. El afecto que sentía por él y la incomprensión hacia su postura ideológica me llevó a una reflexión profunda que me alejó de la concepción unitaria de España que me habían inculcado. Descubrí que todas las naciones políticas son un invento basado en las fronteras y en la oposición dialéctica nacional-extranjero.
Desde entonces defiendo un sistema de patrias escalonadas, desde lo local a todo el planeta, sin que ninguna de ellas deba alzarse con la preeminencia, cerrándose al exterior. La identidad de la persona ha de depender de la complementariedad de todas ellas. Hoy sigo pensando sustancialmente lo mismo y más en esta hora de la globalización. Por eso defiendo un pactismo federativo que nos aleje tanto de la imposición desde arriba como del aldeanismo disolvente.

Al alcanzar mi despegue político, rechacé la dictadura en la que vivíamos, pero sin ir hacia el individualismo liberal ni hacia el colectivismo marxista. A través de mis lecturas de Berdiaev, Buber, Mounier y luego Levinas, descubrí el horizonte de un personalismo comunitario, en el que la personalidad se fragua libre y responsable dentro de la sociedad. No ha cambiado mi anclaje ideológico y permanezco en esta orientación. Creo en las propiedades públicas, controladas democráticamente, y en la privada, si nace del trabajo honrado y reconoce su hipoteca social (como la denominó el papa Woytila).
Por eso, en un lejano escrito defendía la municipalización del suelo urbano, expropiado por el valor de su rendimiento rústico, sólo podría privatizarse el derecho a edificar sobre él. Y no creo en el dogma de la propiedad colectiva de los bienes de producción, ni en su contrario de la propiedad capitalista de los mismos. Ambas pueden coexistir, sujetas a reglas democráticas en su funcionamiento externo e interno, pero prefiero el tercer sector de la economía, el social, en que los trabajadores son titulares de la empresa. Y aborrezco de la adicción consumista y me alarmo ante el rumbo de nuestro desarrollo, destructor del equilibrio de la naturaleza y de su biodiversidad.
Soy socio de Amnistía Internacional y defiendo los Derechos Humanos en toda su plenitud. Derechos para ejercer responsablemente y exigir su cumplimiento ante las innumerables violaciones de los mismos que se dan, en mayor o menor grado, en todos los países del planeta. El clamor de las víctimas nos ayuda a descubrirlos en toda su dimensión y es el faro capaz de iluminar una ética universal.
Me gusta la democracia pero creo que la que tenemos, aun siendo mucho mejor que su ausencia, es todavía muy incompleta. El voto debe ser sólo el primer escalón de una participación ciudadana a todos los niveles. El monopolio de la cosa pública por los partidos, las listas cerradas y bloqueadas, la ausencia de mecanismos populares de consultas abundantes y de control desde la base son océanos de cortapisas oligárquicas. Unos medios de comunicación, al servicio de poderes económicos o políticos no permiten una opinión pública informada y racional. Sólo una ciudadanía consciente y adulta es capaz de estabilizar una democracia auténtica.
Ese es el periplo de mi andadura de creencias e ideas. Fiel a la inspiración clave de mi despertar racional, y abierto a los cambios que descubro en la realidad. Utópico y pragmático a la vez, sigo aprendiendo: estoy vivo.

Foto: Con Jonan Fernández, en la presentación del libro de este, en la librería Santos Ochoa, en Logroño.

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DO EL OSO MATÓ A FAVILA
Pedro Zabala

Es conocida la historia o leyenda de aquel monarca astur, cazador empedernido, que murió destrozado por un oso. En recuerdo de aquel suceso, un grupo de cachondos asturianos erigió hace pocos años un monumento a aquel oso, fabulando el lugar donde pudo ocurrir. Y, desde entonces, cada 14 de abril, como buenos republicanos históricos se reúnen en aquel lugar. Dados los siglos transcurridos desde aquel luctuoso lance cinegético, la reivindicación política se reviste de un indudable aire bufo.
En estos tiempos crispados en que los fanatismos bastardean los intentos de recobrar la memoria histórica, es bueno acompañar de un espíritu de humor la búsqueda de la verdad. El apasionamiento contra las falsedades no debe impedirnos relativizar tanto dogmatismo que emponzoña la lucidez y nubla la convivencia.
El pasado 14 de abril se cumplieron 75 años desde la proclamación de la 2ª República española. Se ha vuelto a hacer alusión a las elecciones municipales que la precedieron y en las que el número total de concejales monárquicos superó al de los republicanos, obviando el hecho de que la mayoría de estos fueron de zonas rurales donde el caciquismo electoral hacía estragos, mientras que en las capitales y en los grandes núcleos de población el triunfo de las candidaturas republicanas fue incontestable. Al clamor popular que llenó las calles y plazas en aquellos días se le llamó golpe de estado, con manifiesta impropiedad. Hoy podemos entenderlo mejor si lo comparamos con las revoluciones naranja que en antiguos países comunistas derribaron aquellos regímenes caducos tras una farsa electoral. Lo que ocurrió es que la monarquía estaba carcomida y ni uno sólo de los poderes fácticos apoyó al monarca. Así Alfonso XIII, cuyo peor error político no fue sólo su traición constitucional al apoyar la dictadura de Primo de Rivera, se vió obligado a abandonar España, camino del exilio. Y de la cárcel salieron políticos republicanos para gobernar España. Mientras que sectores claves de esos poderes fácticos que abandonaron a su rey no dudaron enseguida en conspirar antidemocráticamente para derribar al nuevo régimen.

Lo que intentó el régimen republicano fue pasar de una sociedad corrompida, anclada en el pasado, a una moderna y europea. Varios eran los temas claves a abordar: la cuestión religiosa, la territorial, la social y la cultural. Es verdad que la oposición reaccionaria no le dejó desarrollar sus objetivos, aunque incurrió, a mi juicio, en errores graves de planteamiento. Quiso separar el Estado de la Iglesia pero por no reconocer la libertad religiosa, (en la que tampoco creían la mayoría de los católicos de la época) cayó en el sectarismo antieclesial. Dibujo un Estado unitario con las excepciones de Cataluña y País Vasco, a las que luego se sumaría Galicia, si bien más tarde se proyectaron también en otras zonas Estatutos de Autonomía. No pudo realizar la necesaria reforma agraria por la oposición feroz de los intereses latifundistas. Y la guerra impidió la espléndida labor educativa y cultural que había emprendido. No supo asegurar el orden público, tolerando desmanes injustificados o abundando en la represión como en los sucesos de Casas Viejas y Arnedo. Un cuadro de luces y sombras muy marcadas se ha dicho, pero cuyo balance tiene que ser aceptable, sobre todo si lo comparamos con la monarquía que le precedió y el totalitarismo que le siguió.
Bienvenidos sean los estudios que hoy se acerquen a aquel período histórico, tan injustamente denostado por 40 años de dictadura. Lo que desde luego es difícil de entender tanto los histéricos que se oponen a cualquier revisionismo como los que la idealizan intentando convertirla en bandera política para hoy. En democracia, cualquier opción política, planteada pacíficamente, es legítima. El cambio de forma de gobierno puede ser deseable, pero teniendo muy en cuenta que estamos en el siglo XXI. La sociedad actual es muy distinta. Y una 3ª República habrá de ser muy distinta de las anteriores.

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Confieso mi perplejidad. La Rioja. 29-01-2006.
Pedro Zabala Sevilla/

Sobre la cuestión de la LOE, como sobre otras que tantas pasiones despiertan, veo más dosis de prejuicios y sectarismo en las opiniones que se suelen verter que exposición razonada de ideas y juicios.
Leo y oigo a varias personas afirmar que ataca a la enseñanza concertada. Sin embargo, el secretario general de FERE-CECA tajantemente afirma que no hay razones objetivas para oponerse a la ley de Educación y cree que «los centros concertados son respetados en sus aspectos fundamentales». Puntualiza que esto se ha logrado gracias a la presión social y que todavía es mejorable.
También se critica que vaya a existir una Educación para la Ciudadanía obligatoria para todos y que esto vulnerará el derecho de los padres y madres a elegir la educación moral de nuestros hijos. Es una lástima que no sea una Educación en Derechos Humanos (y no un sucedáneo) que sí debe imponerse a todos. Negarse a ello supondría abrir la puerta a cualquier fundamentalismo tribal que, en nombre de ese derecho de los progenitores (que tampoco es absoluto), pueda oponerse a que las futuras generaciones se empapen de esa ética cívica común que son los Derechos Fundamentales.

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Los malos modos. La Rioja. 2-02-2006.
Pedro Zabala Sevilla/

     Uno de los Derechos Humanos es la libertad de expresión. Durante bastantes años se nos privó de ella. Era el poder quien hablaba y el pueblo sólo podía callar o aplaudir cuando se le ordenaba. Llegó la democracia, para muchos como llovida del cielo, porque no habían hecho nada para conseguirla. A partir de entonces, tenemos el derecho de hablar, discutir y criticar. ¿Sin límites?. Jurídicamente, pocos. Pero racionalmente hay uno muy importante: hay que pensar antes de abrir la boca. Por no hacerlo así, se oyen muchos rebuznos saliendo de bocas humanas. De ahí el papel del silencio en toda conversación digna de tal nombre. Para formular y poner en orden nuestras ideas. Y para escuchar. ¿Cómo puedo responder a lo que me han dicho, si no he entendido las palabras?. Las frases realmente pronunciadas, no las que yo haya imaginado o preferido que hubiese dicho mi interlocutor.
     Parecemos un país de sordos. El volumen de nuestras voces es atronador. ¿Acaso pensamos que si gritamos convencemos a los demás?. ¿Desde cuándo los decibelios sustituyen a los razonamientos?. A los chillidos suelen unirse los improperios. Las disputas de políticos y contertulios suenan a insultos de patio de chiquillería en el recreo. Y tú más y tú cien veces más es el argumento máximo que oímos. A esa educación para la ciudadanía hay que mandar antes a los adultos que a los niños. ¿Lograremos algún día desterrar los malos modos y empezaremos a ser civilizados?.

Foto: En la charla que dió Juan Mari Atucha, Consejero de Interior del Gobierno Vasco, en el Ateneo, el 31-05-1995

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Conciencia, moral, jerarquía y política. La Rioja. 7 de septiembre de 2004.
Pedro Zabala Sevilla/

EL relativismo moral es erróneo y fuente de graves males e injusticias. Comparto la creencia de que existen reglas objetivas que marcan la diferencia entre el bien y el mal éticos. Precisamente la gran tarea del ser humano es no abandonar el camino de la búsqueda de esas reglas. Extraviarse es fácil, aunque hay que reconocer que gracias a haber seguido una ruta equivocada y ver sus funestas consecuencias, podemos volver al camino recto con más seguridad y bríos. Quizá por eso, el absolutismo moral, el aferrarse dogmáticamente a lo que uno cree justo y tratar de imponerlo a los demás es otra fuente de abundantes errores y de atormentados sufrimientos para uno mismo y los demás.
La conciencia personal es mucho más que el criterio último de moralidad. Supone la exigencia de que como seres libres la moral en el fondo es autónoma, no impuesta arbitrariamente desde fuera. Y esto no merma la exigencia de regla universales, cons-ciencia, ya lo sabían los clásicos, es saber juntos. El individualismo es una postura equivocada en el plano social, también en el ético. Descubrimos esas reglas objetivas, no aisladamente, sino en comunidad y al hallarlas las hacemos propias. Y esto no vale sólo para una ética secularizada. También rige en la moral católica. Lo dijo hace siglos el gran Agustín de Hipona: «Ama y haz lo que quieres». Así formulado en indicativo y no en un subjuntivo -mala traducción- lo que quieras, que abriría el campo a las arbitrariedades de deseos inconsecuentes.
Desgraciadamente no parece pensar así la jerarquía católica. ¿No formula sus juicios morales aislada de la comunidad eclesial y en vez de formar conciencias personales libres, no da la impresión de pretender ahogarlas, imponiendo dogmáticamente sus criterios?. (El caso del mayor moralista cristiano del siglo XX, Häring, con su arbitraria condena por el Vaticano no es un ejemplo claro de esa prepotencia).
Lo cual no quita para que las comunidades cristianas a la hora de avanzar en la búsqueda de las verdades morales no deban tener en cuenta el magisterio jerárquico. Claro que de una manera crítica, analizando sus razonamientos y no acatando sumisamente sus postulados. A estas alturas del siglo XXI, el cristiano formado sabe que ese magisterio ha incurrido con alguna frecuencia en errores comprensibles. sin embargo no lo es la contumacia en los mismos, el creerse intérpretes de la Voluntad divina, y por lo tanto definidores absolutos del bien y del mal.

Dos ejemplos claros de graves equivocaciones:
- La afirmación mantenida durante siglos de que "fuera de la Iglesia no hay salvación". Esta arrogancia que desconoce la esencia del Mensaje de Jesús, la realidad de que el Espíritu sopla donde quiere y que la salvación es una oferta ofrecida a todos los seres humanos por todas las vías que la buena voluntad pueda hallar.
-La no admisión de la libertad religiosa que se reclamaba para sí misma y se negaba para los demás con el sofisma de que el error no tiene derechos.

Y citaré además casos en que, a mi juicio, actualmente se ejerce ese magisterio de forma autoritaria e incapaz de respetar el papel de la conciencia.
-La pretensión, en contra de expertos seleccionados por el propio Vaticano, de que todos y cada uno de los actos sexuales tienen que estar abiertos a la procreación para ser moralmente lícitos. Juicio que la mayoría de los matrimonios católicos vulnera y que los formados le niegan carácter obligatorio.
-La prohibición de acceso de la mujer al sacerdocio y a funciones de jurisdicción dentro de la Iglesia con argumentos no convincentes de carácter bíblico y sobre una irracional teoría sobre la condición femenina.
-La diferente perspectiva con se enfocan los temas morales: para la mayoría, unos principios generales que admiten gran flexibilidad en su aplicación en la práctica; y para la sexualidad, prescripciones minuciosas y detalladas, sin margen de interpretación alguna. ¿No siguen pensando que en esta materia no cabe parvedad de materia y que todo resulta pecado mortal? (¿Cabe mayor absurdo que célibes obligatorios -y muchos reprimidos- pretendan dar lecciones de moral sexual?).
La propuesta del gobierno socialista de admitir el matrimonio para parejas homosexuales ha desatado de nuevo la polémica. La jerarquía ha salido a la palestra emitiendo su juicio contrario ya que, dicen, atenta contra la estabilidad de la familia, y reclamando que los parlamentarios católicos voten en contra. Daré mi opinión al respecto:

-Si la orientación sexual -hetero u homo- no es fruto, en la mayoría de los casos, de una opción, sino de una inclinación natural y Dios es en última instancia el autor de la naturaleza, ¿hemos de pensar que Dios quiere la castración afectiva de quienes se sienten atraídos por el mismo sexo?. ¿En nombre de qué Dios se les puede invalidar moralmente para el amor?
-¿Por qué seguir tratando de ocultar los casos que aparecen en la Biblia, sin ninguna condena, de amor homosexual?. Y ¿aquellas bendiciones que se daban en la Iglesia primitiva para "uniones de semejanza"?.
-¿Por qué no escuchar las experiencias de aquellos homosexuales cristianos que se han empeñado en seguir a Cristo, en todas las dimensiones de su vida, también en la amorosa?.
- Si la realidad social es cada vez más compleja y heterogénea y aumenta el fenómeno de la desjuridificación de la vida sexual entre adultos, con el rechazo de la formalización pública de las relaciones de pareja -uniones de hecho- ¿cómo se pretende coaccionar la formación de reglas jurídicas por quienes -los legisladores- deben conocer mejor esa realidad? ¿O no tienen pleno derecho las conciencias de esos parlamentarios -creyentes o no- a descubrir sin imposiciones, las reglas éticas aplicables? ¿Por qué esos pastores creen que tienen un rebaño de ovejas y actúan cual grupo de presión o poder fáctico?.¿Cuándo empezarán a defender lo justo desde el misma desvalimiento e independencia con que actuaba Cristo?.
-Entiendo, sin embargo, que es derecho de las parejas heterosexuales a que se reserve el nombre de matrimonio, de acuerdo con su origen etimológico, a sus uniones estables legitimadas formalmente. Creo también que el Estado debe reconocer jurídicamente, con similares derechos y obligaciones, a las uniones homosexuales que así lo deseen.

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